Reflexión N° 71 - Los Dioses

Los Dioses que habitan el Universo son incontables y se los nombra con palabras diferentes en muchos idiomas. Algunos son considerados únicos y excluyentes: Jehová, Alá, el Padre, etc., y sus seguidores han luchado a muerte para que la exclusión fuera completa, pero no lo han logrado; todavía siguen combatiendo. Los Dioses tienen un origen oscuro que la tradición antigua denomina lo Inmanifestado, lo que no se puede conocer ni especular.

La parte de la Historia que puede estudiarse en documentos escritos y restos arqueológicos es de pocos milenios atrás. Las ruinas de Jericó y otras del Indo son de unos siete mil años, cuando los hombres eran como ahora, incompletos y rudimentarios. Las informaciones más antiguas proceden de la tradición oral, que luego fueron escritas en libros, el Génesis, Los Vedas, el Zend Avesta, etc., por consulta de clarividentes en los Anales Akásicos, como hizo Blavatsky para su “Doctrina Secreta”, o Santiago Bovisio, para “El Sistema Planetario”, “Antropogénesis” y por revelación divina como las visiones modernas de Swedenborg.

Cuando los hombres consiguieron ser verdaderamente humanos y se pusieron de pie, con la columna vertebral enderezada, hace millones de años, en la mitad de la Raza Lemuriana, estaban completos y con los sentidos naturales y astrales con pleno uso en las diversas dimensiones de la realidad; conversaban con los Dioses. No tenían religiones, cultos, sacerdotes ni templos, como está descrito en el Paraíso del Génesis con Adán y Eva felices.

Al comenzar la Raza Aria, que tiene la misión de descubrir los secretos de la materia con el instrumento de la razón, los hombres perdieron la visión astral que los comunicaba con los mundos superiores; la relación con los Dioses se volvió indirecta, dudosa y aparecieron las religiones, los cultos, los templos y los sacerdotes, hombres especializados que servían de intermediarios indispensables entre lo divino y lo humano. El poder que retenían era inmenso. Desapareció la pluralidad de los mundos; los hombres sólo creían en lo que veían y en la autoridad de los sacerdotes; se volvieron materialistas. Los Seres Divinos se elevaron y fueron inaccesibles.

En esta época apareció una nueva corriente de conocimientos que está descrita en el curso “Historia de las Órdenes Esotéricas”, iniciada en Kaor y difundida por el norte de África: La Orden del Fuego, cuya misión es conservar la sabiduría de la pluralidad de los mundos, y en el momento histórico predestinado, la nueva Era de Acuario, expandirlo abiertamente sobre la Humanidad, conciliando la tradición politeísta con el conocimiento de las ciencias modernas, como ya está ocurriendo. El comienzo de este reencuentro lo dio, entre otros, Santiago Bovisio quien, asistido por Maestros astrales, escribió la Doctrina de la Renuncia en Enseñanzas, anunció la presencia del Maitreya y comunicó la Revelación Madre de la Raza Aria, que el lector podrá encontrar en la Enseñanza Nº 13: “La Sagrada Revelación de la Idea Madre de los Arios”, del Curso Teología, pieza clave para el desarrollo de la Humanidad.

¿Qué son los Dioses? En estos tiempos revueltos es casi imposible exponer una idea clara de este tema, aunque las bibliotecas estén desbordantes de libros espirituales. Los científicos y los cosmólogos, libres de prejuicios religiosos, están más cerca de la realidad que los teólogos. El místico sencillo que en un rincón de su casa, busca en su corazón la verdad divina, también está más cerca que los eruditos. Ante las grandiosas concentraciones de la Plaza de San Pedro los domingos por la mañana o las multitudes de peregrinos que llegan a La Meca, el alma se pregunta: ¿Dónde está Dios? ¿Qué es Dios? ¿Es la Piedra Negra, la Cruz, el Muro de los Lamentos? ¿Está en la Biblia? Los símbolos multitudinarios y omnipresentes abruman a los Dioses con su poder sobre las masas. Así como en el mercado global, las marcas comerciales compiten sin piedad para conquistar un nicho apetitoso, también los símbolos religiosos luchan ferozmente para conquistar la adhesión de las almas y, con ellas, las fuentes energéticas que mueven la civilización.

El lenguaje de las Enseñanzas es diferente al que emplean las tradiciones históricas; los griegos tenían abundantes mitos sobre Dioses y Diosas que figuran en libros, relatos y estatuas que han llegado hasta nosotros. Lo mismo puede decirse de los Dioses asirios, celtas, germánicos e hindúes. Las tradiciones monoteístas se concentran en un Dios servido por muchos profetas, santos, ángeles y arcángeles. Las Enseñanzas que provienen de corrientes esotéricas antiguas utilizan el término “Santos Maestros” para nombrar a aquellos hombres que por su capacidad, entrenamiento y poder, desde los diversos planos de la realidad, incluso encarnados, dirigen el progreso de la Humanidad. Jesús es Gran Iniciado Solar y la Teología Cristiana lo reconoce como Dios Trinitario, junto al Padre y el Espíritu. Muchos santos y Papas de la Iglesia son Grandes Iniciados, como San Francisco de Asís y el Papa Inocencio III. Científicos, artistas y políticos que se destacaron por su labor progresista también son considerados Grandes Iniciados, como Pedro Curie, Beethoven y Gandhi.

Las formas conceptuales que diferencian a los Dioses de los Grandes Iniciados son enormes y muy difíciles de conciliar. Pero la Historia avanza hacia el mundo energético del conocimiento evidenciado por los hechos y la experiencia científica; el futuro es de los Grandes Iniciados y de los hombres integrales. Los Dioses antiguos y venerables, como cantaba Wagner, están agonizando en el Walhala.

En el Universo de mundos plurales que ya explicamos en la Reflexión anterior, los Santos Maestros que moran en las variadas dimensiones de la realidad, son hombres que, evolucionando a través de muchas encarnaciones y renunciamientos, alcanzaron la liberación; son protectores, guías y amigos que nos ayudan a avanzar por el Camino. Nosotros, hombres del siglo XXI, niños de la Nueva Era, con el tiempo y propio esfuerzo seremos Maestros también, para ayudar a los que vienen detrás.

Los Dioses no son creaciones humanas ni invento de los sacerdotes; son hombres reales muy evolucionados. Algunos han caminado por la Tierra enseñando, corrigiendo, sacrificándose por los demás, como Jesús, Buda, Krishna. Hoy día hay uno, Maitreya, que en algún lugar está enseñando a los hombres a comprender y aceptar la pluralidad de los mundos.

Los Santos Maestros o Dioses, como quieran llamarlos, son amigos siempre. No son ángeles exterminadores, inspectores ni jueces de algún supuesto tribunal omnipotente. Están más cerca de lo que la gente piensa. Nosotros, los Acuarianos, tenemos una forma especial de comunicarnos con ellos, que podríamos decir, liberal. A los otros, los que pertenecen al karma de la vieja civilización, formados en concepciones dualistas de Dioses personales, les resulta imposible acercarse a Ellos; los separa un muro más alto que el de Cisjordania actual, con alambrados cortantes de dogmas, viejas historias que producen miedo, anatemas, pastores coléricos y otras prohibiciones. Parece mentira que en los caminos que conducen a Dios haya que pagar tan elevado “peaje”.

¿Si es tan sencillo comunicarse con los Maestros, por qué los hombres parecen huérfanos abandonados? Porque están tan ocupados en asuntos personales mezquinos, el dinero, la inseguridad de las ciudades, las vacaciones en la playa o en el exterior, el nuevo modelo de automóvil, las enfermedades nerviosas, la televisión, los partidos de fútbol del mundial y tantas otras superficialidades, que no queda espacio libre en el alma para escuchar la voz de los Santos Maestros. Están aislados, son almas sueltas, sin vida.

A mediados del siglo pasado el Maestro Santiago se preguntaba: “¿Serán tan consecuentes con su misión los Hijos de la Renuncia que impidan la inminente destrucción que precederá a la Era de Sakib (Acuario)?” Por las irrecusables pruebas adversas en la vida de esos misioneros en los cuarenta años siguientes y las calamidades que se producen en la Humanidad diariamente, la respuesta es: ¡No!

Avanzando en el siglo XXI la suerte de los hombres está echada sobre la mesa de juego, con las cartas abiertas y visibles. ¿Es el destino de cada hombre una predestinación o una elección? Son las dos cosas jugando alternativamente. Pero en este tiempo de convivencia con el Fuerte Libertador, los hombres tienen la gran oportunidad de elegir: Acuario o el karma, libertad o dinero, egoencia o las masas, Dioses o refugios emocionales.

No hay luchas ni confrontaciones; sólo hay combates entre los que quieren la misma cosa: uno la gana y otro la pierde. El acuariano no pelea para conquistar algo; simplemente renuncia, se desprende de la materia, se desapega de lo que está adherido a su alma y queda libre, suelto; vuela.

El Acuariano no practica sistemas de meditación complicados que bloquean la mente y endurecen la atención en la búsqueda de un logro. Si es hora de comer, come; si es hora de estudiar, estudia; si hay que trabajar, trabaja. Es sencillo, espontáneo y directo, como los niños.

El Acuariano confía en los Santos Maestros aunque no los vea; sabe que está sumergido en un mundo plural de muchas dimensiones conectadas armoniosamente con su propio sentir individual. No busca las multitudes porque está unido al cuerpo místico de la Humanidad.

El Acuariano es alegre sin necesidad de reír. Elige la libertad porque es su derecho y sabe que en el nuevo mundo las almas se reúnen intuitivamente por afinidades espirituales. No necesita aviones, automóviles ni pagar “peajes” costosos. Puede caminar por las rutas invisibles de la Nueva Era en amistad con los Dioses.

José González Muñoz
Abril de 2006

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