Reflexión N° 82 - Egoencia

“Ideas y obras nuevas se preparan para el mundo. Si la raza del cristiano signo del pescado ha desarrollado en alto grado los estados de colectividad, los grandes movimientos y organizaciones en masa, la sexta subraza desenvolverá, de un modo especial, la egoencia del ser”.

Así comienza la historia de Cafh, en el mismo año de su fundación 1937, y así también comienza la historia de cada Hijo, porque Hidrochosa era la primer enseñanza que se entregaba al Paje y la Doncella de Patrocinados cuando ingresaba al Camino, para que la estudiara y tuviera, desde el primer paso, una visión de su futuro.

La palabra egoencia fue inventada por el Maestro Santiago y no figura en los diccionarios. Cuando el Dr. Ramón Muñoz Soler, pionero en la expansión del Mensaje, hizo traducir uno de sus libros al inglés por el mejor traductor de temas esotéricos de Argentina, tuvo dificultades para explicarle el significado de la palabra “egoencia”. Inclusive hoy, a pesar de las Enseñanzas y del tiempo, subsiste la conjetura sin la prueba. En esta Reflexión intentaremos una aproximación a su significado, tan difícil de desentrañar, porque es un concepto que pertenece al tiempo venidero, y presentar una prueba aceptable es arriesgado. No obstante, nos arriesgaremos.

Dice el diccionario: Conjetura (Del latín coniectura): Juicio probable que se forma de las cosas o sucesos por las señales que se ven u observan.

La conjetura de Santiago Bovisio consta de dos partes: La primera empieza con el condicional “si” y señala las características de la quinta raza, signo del pescado cristiano, que ha desarrollado en alto grado los estados de colectividad y las evidencias están a la vista desde hace siglos; no necesita pruebas.

Los fenómenos de masas han ocurrido y siguen produciéndose hasta el paroxismo, el deterioro y declinación en la sociedad, en el individuo, en las religiones, en las ideas, hasta en el cielo. Hace unos días el Vaticano anunció la eliminación del “limbo” de su doctrina de supervivencia de las almas. Ahora los niños que mueren sin el bautismo no tienen dónde ir; el lugar que la Iglesia Romana había asignado para ellos ha sido cerrado, aunque tampoco han explicado dónde están los que existían adentro. Igualmente, la imagen de un Paraíso y un Infierno eternos ya no se sostiene en este mundo cambiante donde la gente sabe leer y escribir. Hasta los más humildes pueden acceder a la lectura de la Biblia, el Corán y, mejor todavía, las Enseñanzas de Santiago Bovisio. Estudiando estas últimas pueden comprender la situación de cada hombre, ahora y en futuras encarnaciones para perfeccionarse, corregir errores, abrir nuevos horizontes. No hace falta la promesa del Paraíso para ser feliz, ni la amenaza del Infierno para corregir las faltas. Ese lugar rosado donde los fieles perdonados, unos pocos de la Humanidad , saborean manjares y música celestial eternamente, nunca existió. Además, con seguridad produce el padecimiento tradicional de los Reyes: el aburrimiento.

Afortunadamente, los hombres siguen encarnando y viven en Hidrochosa para desenvolver la egoencia del ser, conjetura que necesita una prueba ecléctica.

Las Enseñanzas que promueven el conocimiento de la realidad en todas las dimensiones siguiendo las tradiciones del Egipto antiguo, heredadas de la sabiduría atlante, del culto de Amón, en oposición al culto herético y monoteísta de Atón (Ver el Curso Historia de las Órdenes Esotéricas) desenvuelven plenamente la egoencia del ser. El hombre no es simple, sino compuesto. Sostener el criterio de unidad del hombre es una ilusión alimentada por 4.000 años de oscurantismo, desde la guerra de los Dos Soles en Egipto. Las religiones monoteístas que la promueven han sostenido el dogma de un Dios personal con todas las consecuencias de enfrentamientos entre los grupos y en el hombre mismo. Hablan de muchos yo, distintos, no sólo uno, sino de muchos para cada uno, peleando entre sí: Simone Weil, Gurdjieff, Ouspensky y tantos otros pensadores modernos y antiguos, San Juan de la Cruz, anacoretas del desierto y otros. Quieren encerrar la realidad en un esquema mental que sujete los movimientos espontáneos de la vida. Así pretendieron dominar al mundo las religiones monoteístas con un Dios inmutable en un paraíso también inmóvil, eternamente. Pero como estos dogmas no se sostienen más en nuestro tiempo de viajes espaciales en un mundo global y de comunicaciones instantáneas, empiezan a ser derogados. Quizás pronto nos quedaremos sin paraísos en el Cielo, pero con una Plaza de San Pedro llena de turistas, una Meca multitudinaria y un Muro de los Lamentos vacío, con viejos rabinos solitarios.

El hombre es un compuesto dinámico. Cambiamos. Somos mineral, vegetal y animal, aire, agua, combustión de elementos para mantener la temperatura; ingerimos alimentos por la boca, aire por la nariz y echamos afuera los desechos. Hombre y mujer se integran para generar otro yo humano. Todos los días abandonamos la conciencia cotidiana y nos trasladamos a otras dimensiones. Enfermamos. Sufrimos. Somos felices. Soñamos. Olvidamos. Morimos. Y muchas cosas más. ¿Dónde está el yo superior? ¿A quién de inferior calidad tengo que liquidar? ¿Qué órgano debo operar para mantener la unidad? ¿Vamos a repetir la experiencia del Faraón Akenatón que derribó templos y cultos para que quedara Atón material, la unidad, solitario?

Si consultamos los Cursos “La Ciencia de la Vida”, “El Aura Astral”, “Comentarios al Zatachakra Nirupana” y “Las Ruedas Etéreas” veremos que los centros energéticos inteligentes en el hombre son incontables, unos más poderosos que otros y están distribuidos eficazmente por todo el cuerpo. Son pequeños cerebros perfectamente sincronizados que mantienen y regulan la vida orgánica, psíquica y espiritual. La salud, la inteligencia y la felicidad dependen de la armonía de unos con otros. Desarrollar un centro en detrimento de los demás produce desequilibrios y enfermedades, como sucede con aquellos que practican ciertas habilidades unilaterales en desmedro del conjunto.

La egoencia es un concierto con muchos instrumentos musicales sonando al mismo tiempo en ajustada relación de unos con otros, según su carácter, el momento oportuno y la idea del compositor.

La egoencia es como una catedral gótica, Chartres por ejemplo, con todas sus partes actuando en diferentes direcciones físicas y estéticas para provocar un sentimiento de elevación espiritual. Sin los arbotantes, las bóvedas se desplomarían; sin las vidrieras no se produciría la magia de la luz en las naves. Las torres levantan los ojos del peregrino al cielo. Y en los arcos apuntados de los portales, cubiertos de imágenes perfectas, el pueblo encuentra las historias de los santos y la estructura de la Edad Media.

Egoencia es el mensaje del Maitreya al Maestro Santiago anunciándole que ahora ha vuelto para introducirse en los hombres, buenos y malos, pequeños y grandes, débiles y poderosos para enseñarles, desde adentro, el camino de perfección de cada uno, no un modelo único, abstracto, inalcanzable, sino de millones tal como son y están.

La egoencia es el Camino de la Renuncia, ahora, con lo que cada uno tiene en sus manos. No hay un modelo fijo como el que establecía el Reglamento, sino Enseñanzas, la Enseñanza permanente sin interrupciones ni postergaciones. Cada uno la recibe según sus posibilidades, la entienda o no, pero le ha sido dada. Es un Camino. No hay modelos, no hay jerarquías, no hay dogmas, no hay intermediarios. Tampoco hay experiencias de los otros, porque el mundo viejo ha caducado y el caminante tiene por delante un espacio desconocido para cultivar su egoencia.

Egoencia es una nueva forma de vivir, construyéndose a sí misma.

Egoencia es una nueva forma de ser, dinámica, libre, creativa, una obra de arte personal.

Egoencia es embellecer las cosas simples de todos los días, una conversación, el arreglo del hogar y el trabajo productivo, la buena disposición hacia los demás.

La egoencia es progresiva, a veces contradictoria, a veces serena como una noche de luna llena frente a la montaña nevada.

La egoencia es uno mismo, natural, libre, espontáneo, cuando desaparecen las formas extrañas que se han pegado al alma, cuando la mente se ha liberado de las viejas ideas.

Egoencia es alegría profunda. Egoencia es libertad.

Estas afirmaciones no son una prueba ecléctica al estilo del geómetra Gregory, porque la conjetura de Santiago Bovisio es profética, espiritual y hablaba de un tiempo futuro, actualmente presente, la sexta subraza Acuario. Las fuentes están en las Enseñanzas que el lector puede consultar en todo su contenido. Pero la prueba definitiva, no ecléctica, sino personal, rigurosa, irrefutable y comprometida, la tiene cada individuo en sí mismo, en la medida que en él se manifiesten las señales que hemos enunciado en esta Reflexión. Cada uno “Empezará por ampliar el sentimiento de egoísmo, pero un egoísmo súper personal; se hará familiar el concepto que la Humanidad no adelanta ya por la dádiva que pueda recibir y los nuevos tipos humanos se proporcionarán la felicidad con sus propios medios. Se elevará entonces un concepto aristocrático del ser hasta la más alta expresión de la individualidad”.

José González Muñoz
Noviembre de 2006

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