Reflexión N° 152 - Vivir Mejor

Se puede vivir mejor, cualquiera sea la condición de la persona, sana, enferma, muy pobre, anciana, con familia numerosa, solitaria, todas pueden mejorar su situación integral si encuentran la forma conveniente para su manera de ser y la practica. Mi mamá era anciana y estaba sola, después de haber cuidado una familia numerosa. Con la casa limpia y ordenada, cuando miraba telenovelas románticas, tejía ropita para bebés celeste y rosado, todos los días, con lana suave que compraba en el centro. Juntaba una docena de conjuntos, los envolvía individualmente como para regalo y, caminando despacio iba hasta la Iglesia de Murialdo y los dejaba en el canasto que había en la puerta, sin entrar. Tenía un jardín grande y hermoso que regaba todos los días y con las vecinas intercambiaba plantas y flores. En las habitaciones siempre había flores. Cada mes retiraba cincuenta pesos de su jubilación para dar a los necesitados. Había encontrado la manera feliz de realizar lo que siempre soñó: dar.

Si tiene una casa, protección de salud, educación gratis y trabajo estable ¿para qué juntar cosas? Hay personas que les gusta comprar ropas, zapatos, electrodomésticos. Cómprelos, pero regale los que dejó de usar. En la ciudad hay muchas instituciones filantrópicas que distribuyen las donaciones en las villas de emergencia, donde faltan hasta recipientes para recoger agua. Los hospitales y casas para viejos sin familia reciben a personas generosas que los acompañan con buena conversación y escuchan sus penas. He conocido a quienes visitaban a los ciegos y les leían las noticias del diario, incluso las comentaban. Todos necesitan de todos y cuando no se da ni se recibe, ambas partes sufren por el egoísmo. ¿Cómo puede una señora perder el tiempo frente a su guardarropa repleto de todos los modelos y no se decide por uno? Le preguntaron a Cristina Fernández, la Presidenta de Argentina, cuántos pares de zapatos tenía, porque cada día usaba uno nuevo, y de marca. Contestó que no lo sabía. En Buenos Aires, en las villas marginales muchas personas, especialmente chicos, andan descalzos porque no tienen ninguno. Ella tiene instituciones del Estado que cubren grandes necesidades de la gente con dinero de los contribuyentes, pero ella no da nada, acumula. Es una mujer muy desdichada.

Todavía quedan en África, Asia y América grupos humanos que no han perdido contacto con el bienestar natural y que uno ha visto en documentales y relatos de viajeros. Cousteau en sus viajes oceánicos nos ha dado a conocer aldeas isleñas de Oceanía cuyos habitantes, viejos y jóvenes, no han perdido la alegría de vivir. También se los encuentra en los altiplanos de Bolivia, Perú y Ecuador, con sus trajes pintorescos tejidos y teñidos por ellos mismos con lana de alpaca y llamas, ocupados en las plantaciones de maíz, papas, calabazas y reunidos los domingos en la plaza del pueblo para charlar, informarse e intercambiar productos. La civilización tecnológica no ha ocupado todo el Planeta; quedan grupos pequeños de supervivientes en rincones apartados que son la esperanza de la Raza Americana, como soñaba el Padre Perrault, de Horizonte Perdido, Gran Lama del Valle de la Luna Azul, escondido de los Kuen Lun. También en los Himalayas hay monasterios secretos fuera de las rutas del turismo internacional que cultivan la doctrina del Buda y que por acuerdo directo con Mao tuvieron la más amplia libertad para practicar su filosofía de supervivencia.

También en las grandes ciudades hay lugares secretos, escondidos en la intimidad de las almas predestinadas que sólo ellas conocen y pacientemente conservan encendida la Llama del Fuego Espiritual. En estos días estamos presenciando la brutal destrucción de una pequeña nación africana por los ejércitos coaligados de Europa y América, por un puñado de dólares petroleros, en esos desiertos donde hace miles de años, cuando no había civilizaciones, la Madre Abbumi custodiaba la Doctrina de la Renuncia para la posteridad. La actual civilización pronto desaparecerá en el fuego de sus pasiones, la Naturaleza volverá lentamente a su estado milenario y esos fieles que guardaron las Enseñanzas de la Vida empezarán la reconstrucción de la nueva Humanidad. Todos podemos participar en ese trabajo desde ahora, rechazando las costumbres viciosas de la gran ciudad y empezando a vivir mejor. La Mística de la Renuncia no es sólo una biblioteca de libros y tratados; más operativas son las prácticas que se viven sobre la doctrina. Los que tienen acceso a la doctrina explicada en las Enseñanzas del Maestro Santiago son pocos; pero los que practican Renuncia espontáneamente son muchos en todas partes del mundo, incluso en la vorágine de las grandes ciudades. En esta Reflexión deseamos explicar cómo puede ser la vida espiritual en esos ámbitos. En síntesis, viviendo mejor, ¿Cómo?

En “El Camino de la Renuncia”, que estaba destinado a los Ordenados de Comunidad, hay cuatro Enseñanzas sobre aspectos especiales: “La Mística de la Ceniza de San Pablo de la Cruz”, “La Muerte Mística de De Rancé”](), “Los Discípulos Tibetanos” y “Santa Francisca Romana”. Las ideas que allí se expresan, como en todo el Curso, no las puede aplicar el hombre de la calle por más vocación que tenga, sino los hombres y mujeres de Comunidad de Clausura, porque sólo allí está la disciplina, el rigor y el alejamiento indispensables para aplicar el método de vida que se necesita para realizar la vocación.

Pero la supervivencia del hombre y el destino de las Razas no dependen de estas situaciones excepcionales, sino de la realidad integral en todas partes, con la participación de la Naturaleza, la Humanidad, los Santos Maestros y los que están en los mundos intermedios. Todos participamos porque vivimos, los buenos y los malos, las víctimas y los inquisidores, los jefes de Estado y los niños, los corruptos y los santos. El Maestro Santiago escribió que la vida espiritual consiste en embellecer las cosas simples de la vida y esta disposición íntima está en todos. Un bebe ríe y embellece a los que están cerca. Un anciano guarda silencio y exalta una reunión por presencia. Las rosas del florero llenan la sala con aroma y color. Entonces, podemos tener felicidad en un departamento de Puerto Madero de Buenos Aires, y en una casita de lata de una villa miseria. La felicidad es un derecho y una posibilidad de todos los hombres aunque estén lejos de alcanzarlo en una encarnación. El dolor enseña y por el camino del sufrimiento los hombres primitivos, poco a poco, van acercándose a la meta deseada. Los que sufren son muchos, casi todos, de todas las clases sociales y recursos económicos. He conocido personas de mucho dinero que vivían continuamente en un estado de sufrimiento moral y corporal. También he conocido en Comunidad personas que no tenían nada, humildes, muy pobres, que expresaban felicidad continuamente, aún en los momentos difíciles.

Los santos son escasos, Teresita de Lisieux, Rama Krishna, el Peregrino Ruso y tantos desconocidos que recorren el mundo por senderos secretos de las naciones que nos enseñan el camino de la paz. Son héroes y podemos imitarlos a nuestra manera y con las fuerzas que dispongamos. Ellos son maestros y nosotros los alumnos que tenemos que aprender. Es la Humanidad que tiene que elevar el nivel de vida cotidiana en todas sus actividades y ésta es una tarea lenta con la participación de todos. Mucho se ha logrado con la educación escolar gratuita y obligatoria, pero se ha perdido mucho con la degradación de las costumbres. La tecnología de las comunicaciones, radio, cine, televisión, etc. que en un comienzo despertó tantas expectativas progresistas, cayó en las garras de la propaganda del dinero y hoy es el mayor enemigo de la condición humana. ¿Cómo escapar al imperio de la televisión y sus programas? Imposible. Aunque una familia excluya la caja no idiota de su casa está en todas partes, las escuelas, el comercio, en el bolsillo de los usuarios. Hitler empleó la televisión por primera vez en las Olimpíadas de 1936, y desde entonces ha crecido hasta dominar el alma de la gente. Si estuviera vivo y él fuera el amo, se sentiría satisfecho. Pero hay otros amos peores con mucho poder cubriendo el Planeta con sus instrumentos. Es el final de la civilización que terminará, como una ópera de Wagner, en la apoteosis del Ocaso de los Dioses.

En el transcurso de los años he experimentado muchas formas de vivir, en familia, solitario, en comunidad de renuncia, en el campo, en la bonanza de la gran ciudad, como ermitaño de las montañas, viajando, y puedo afirmar que la mejor forma para alcanzar la paz espiritual es la vida comunitaria cuando se la practica correctamente acatando las reglamentaciones de la misma, cualquiera sea el tipo aceptado, cristiano, budista, tibetano, sufí, brahmánico y tantas otras agrupaciones, algunas muy antiguas que todavía perseveran. Todas están sujetas a normas de Órdenes Esotéricas y las de occidente siguen los objetivos de la Orden del Fuego Astral, que es la transmutación de la materia en espíritu y viceversa. Su jefe es la Madre Abhumi que ha sido revelada en la Enseñanza “La Mujer Velada del Desierto”, y vulgarizada en la novela Ella, de Hággard.

En la Comunidad de Renuncia siempre se vive mejor un poco cada día porque van quedando atrás los apegos, los hábitos adquiridos en el mundo, las influencias de la sociedad, el karma de vidas anteriores y no se permite la entrada de diarios, televisión, personas extrañas, dinero. Lo que necesita el Ordenado de Comunidad lo tiene en la medida exacta y no más, alimentos, lecturas, oración, trabajos manuales, alegrías. La fantasía desaparece. Las ambiciones también. Queda un instrumento útil para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la paz.

Las vocaciones de ofrenda en Comunidad son pocas, cualquiera sea la sociedad donde se viva. Incluso, ingresar no significa éxito, sino tras largos años de perseverancia y sacrificios. Muchos, después de diez o veinte años abandonan los claustros y vuelven al mundo. Pero los que perseveran hasta el final son modelos, la esperanza del cambio, arquetipos del hombre futuro y nos enseñan a vivir. Son estandartes visibles aún en esta época de oscuridad y descreimiento. ¿Quién no conoce a la Madre Teresa de Calcuta y quisiera ser como ella? Vivekananda, Chárbel, Blavatsky, Yogananda.

La mayor parte de los modelos son desconocidos, pero los que conocemos son suficientes para alentar nuestra expectativa. Fleming descubrió una maravilla en una placa da laboratorio, la penicilina. Pasó mucho tiempo experimentando hasta que logró poner al servicio de la Humanidad un remedio que se extendió por el mundo y ha ayudado a millones de personas a vivir mejor.

José González Muñoz
Abril de 2011

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