Reflexión N° 162 - El Cielo y la Tierra
REFLEXIONES
El Sr. José González Muñoz partió hacia los planos del espíritu el 5 de agosto. En el archivo de su computadora encontramos su última Reflexión, inconclusa, no corregida, que incluimos en el sitio del Maestro Santiago como aporte final de su obra escrita. De esta manera su inspiración y la Gracia de la Divina Madre permiten anunciar la despedida de nuestro gran amigo y compañero. La Humanidad reconocerá en el futuro a José como un Hijo de la Madre que ha tenido que enfrentar enormes dificultades en su paso terrenal y que ha dejado el legado del Maestro Bovisio para todos los hombres, sin separatividad, que es la base del Hombre del Nuevo Tiempo. En un párrafo de su última Reflexión José medita: “El Camino al Cielo es íntimo, secreto y tiene un solo espectador, su protagonista, el caminante… el Camino al Cielo es mío, suyo, de los hombres y recién empieza”.
Nº 162 – El Cielo y la Tierra
Las tradiciones de todos los tiempos hablan de los orígenes del mundo y sus Creadores, cualquiera sea el lugar y el grado de evolución cultural. Hasta los pueblos primitivos, esquimales, bosquimanos, tienen sus concepciones del Cielo y lo expresan a su manera, con personajes animales, fantásticos como dragones, gigantes y enanos. Algunos, tras las formas populares, esconden una gran concepción cosmogónica, el Popol Vuh, las leyendas chinas; otros se expresan con ideas y lenguaje más cerca de nosotros, como el Génesis, las religiones Asirias, Babilónicas, los Vedas, la mitología griega. Conocer los orígenes es una necesidad inconsciente y así como reconocemos a nuestros padres humanos, abuelos y más allá, la Humanidad quiere conocer su punto de partida. Hasta los sabios de la física están empeñados, con grandes organizaciones internacionales y mucho presupuesto, descubrir esa puerta inicial: en Europa se puso en marcha el acelerador de partículas mas grande, un túnel circular de 25 kilómetros bajo tierra, esperando repetir el fenómeno de la creación de la materia, el llamado efecto Big Ban, ya predicho por los hindúes con “la respiración del Brahma”.
En las Enseñanzas esotéricas del Maestro Santiago, “Cosmogonía”, “El Sistema Planetario”, “El Devenir”, se da una amplia información de las tradiciones más antiguas que siguieron la corriente egipcia, totalmente diferente a la filosofía Judeo-Cristiana. Pero, unas y otras dejan insatisfechos a los estudiantes modernos porque no enseñan los caminos para acceder al Cielo, creador del mundo. Vivimos separados. Las Enseñanzas que describen los diferentes planos de las dimensiones astrales, mentales y otros más sutiles, en otras edades del pasado, eran vida cotidiana para los Atlantes y ahora sólo para una pequeña minoría de clarividentes. El hombre corriente los ignora. Vive la materia y lo que este mundo puede ofrecerle con grandes sacrificios en pequeña escala: comer, reproducirse, los placeres, las ilusiones de la televisión, ganar en las competencias. Luego, las enfermedades, la vejez y la muerte, como está dicho en la leyenda de Siddarta el Buda.
El Camino de la Renuncia enseña el modo de acceder a los Cielos por medio del esfuerzo continuado, el desapego de todas las cosas humanas, el alejamiento de la sociedad de masas como está bien explicado en “La Mística de la Ceniza de San Pablo de la Cruz”. La mística en sus diferentes formas, es la Escala al Cielo, y no hay otro. Pasarán los tiempos y la nueva Raza la caminará.
Para que un Camino al Cielo sea cierto y efectivo tiene que estar al alcance de todos, algunos profesionales místicos de las Órdenes Monásticas de clausura, Carmelitas, Trapenses, Capuchinos, Tibetanos, Sufíes, etc.; otros para personas corrientes si encuentran la disciplina más adecuada para su temperamento y situación social y la acatan honestamente, trabajando en talleres y campos, practicando la oración operativa según esta establecido; los que tienen capacidad intelectual aprendiendo y enseñando los conocimientos de las ciencias, en aulas y laboratorios; más allá los valientes defensores de la libertad en los movimientos revolucionarios, Vietnam, Palestinos, Afganos. Léase el “Bagavat Gita” y el “Ramayana”.
El Camino al Cielo es democrático, por decirlo de manera popular actualizada, teóricamente al alcance de todos los que están en condiciones de emprender la marcha, pero, desgraciadamente, son tan pocos los que lo desean y lo entienden que la brecha es insalvable, salvo algunos desconocidos que secretamente dan los primeros pasos. El principal obstáculo es la abrumadora presencia de la sociedad moderna con todos sus instrumentos psicológicos funcionando a pleno, que hemos denunciado cientos de veces en estas páginas y habrá que esperar muchos años para que Hidrochosa empiece a actuar para su cambio. Antes que esto ocurra la sociedad moderna tiene que desaparecer, como ya está ocurriendo entre sus protagonistas por contradicciones internas insuperables. Con 7.000 millones de seres humanos ocupando el globo terrestre la única preocupación que tienen es sobrevivir, sean villeros de Buenos Aires, inmigrantes ilegales en los Estados Unidos o millonarios bolsistas de Nueva York.
El Camino al Cielo es íntimo, pequeño, secreto y tiene un solo espectador, su protagonista, el caminante. Nada que ver con las grandes figuras de las religiones del pasado, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila, los chicos de Fátima, ni con los personajes internacionales del presente, el Papa Ratzinguer, el Dalai Lama, el Patriarca de Moscú y tantos otros funcionarios de las instituciones espirituales de las naciones. Ellas pertenecen al pasado, a la vieja Raza de las colectividades masivas y arrastran las normas, los sentimientos y las ideas que las hicieron crecer. ¿Qué se puede hacer con ellas? Nada. Prosperan en la medida que acrecientan su patrimonio material y cultural hasta límites abrumadores, como los viajes de Juan Pablo II por el mundo llenando los estadios de futbol con miles de fieles. Jesús no tenía nada económico, sólo el Evangelio y su vida. ¡Y la dio! Ése es el mundo viejo que está terminando ante nuestros ojos, la Civilización Cristiana. El Camino al Cielo es mío, suyo, de los hombres y recién empieza.
Hace muchos años, en el verano de 1960, yo vivía en la Comunidad de Ordenados de Embalse, Córdoba; un día luego del silencio de la tarde y la merienda caminaba hacia mi trabajo y al pasar frente a la casita del Maestro salió Don Santiago con un trozo de pan en la mano masticando con placer. “Qué rico es el pan, señor José” No respondí. Él practicaba la misma observancia que nosotros. Pasaron los años. El Maestro murió. Y ahora, en las montañas de Mendoza bajo el Cordón del Plata nevado, cuando me levanto temprano y voy a la chimenea, tomo un sorbo de agua de la jarra y repito: “¡Qué rica es el agua, Maestro!” Luego, cuando el fuego empieza a crepitar con alegres llamas de troncos, repito: “El fuego es lo más hermoso de este mundo”. Y pienso en la Madre Abbhumi, la máxima autoridad astral de la Orden del Fuego, Así empiezo cada día mi Camino al Cielo, un milímetro más alto que ayer. Empezar bien el día es avanzar la mitad de la jornada.
La mayoría de las tradiciones señalan a los dioses fundadores de la especie humana trabajando intensamente al principio formando todos los elementos necesarios para la vida, alimentos, seguridad, inteligencia, y las cosas básicas para empezar la evolución. Salvo la mitología griega, donde los dioses se mezclaban e intervenían directamente en los acontecimientos humanos, Guerra de Troya, La Odisea, otros. En el Génesis es distinto; Dios trabaja seis días intensamente construyendo el mundo y el hombre, pero luego descansa y deja librados los hombres en los vaivenes de la lucha diaria, para bien y para mal. De vez en cuando los Santos Maestros envían un Gran Iniciado para que corrija el desenvolvimiento integral del hombre, según las etapas del Plan Divino. Se han cumplido la mitad de las Razas que comenzaron hace millones de años. En algunas, Atlántida, los hombres con poderosas fuerzas psíquicas vivían en permanente contacto con el Cosmos y los diversos planos de la realidad. En la actual Raza Aria han perdido sus cualidades superiores y, abandonados al mundo, están conquistando integralmente la materia como comprobamos diariamente. Las Enseñanzas de la Renuncia explican ampliamente estos procesos que ahora transcurren en un momento crítico de cambio, en el encuentro con la Subraza Americana o Acuario.
El Cielo y la Tierra han estado separados durante mucho tiempo en la conciencia humana. Los textos de los místicos enseñan que los Maestros pueden escuchar y ver todas las cosas de los humanos y ayudan en secreto; pero los hombres no pueden ver a los Dioses, a excepción de los clarividentes. Además, se comportan como si no existieran y atienden solamente a sus impulsos. Ya es hora que se establezca un diálogo mutuo entre Aquéllos que dirigen el destino y nosotros, los terrestres ciegos y sordos. Ya es hora del cambio…
José González Muñoz
Agosto de 2011