Reflexión N° 137 - Los Miedos

Uno de los pilares de la supervivencia son los miedos en animales y humanos. En los humanos nacen del desconocimiento. El Gran Iniciado Solar Jesucristo no conocía el miedo y se entregó a la Crucifixión para Redención de la Humanidad, aunque no logró sus propósitos. Ahora ha vuelto con el nombre de Maitreya y otro poder, es Maestro de Justicia.

Muchos hombres y mujeres poderosos han conocido los miedos. Algunos fueron Grandes Iniciados Lunares y del Fuego muy populares y han dejado su huella en la Historia.

  1. Adolfo Hitler. Tenía miedo al ridículo, que lo capturaran y lo pasearan por las ciudades rusas encerrado en una jaula ante las multitudes. Se pegó un tiro en la cabeza en el bunker en medio de los incendios y las explosiones de Berlín sitiado por los ejércitos soviéticos. Los alemanes lucharon hasta el final con ametralladoras, cohetes y granadas de mano. La Coronel Hanna Reich, jefe de pilotos de pruebas de la Fuerza Aérea aterrizó con una avioneta en la avenida Unter der Linden y se presentó ante el Fürer para defenderlo, pero Hitler, conmovido, le ordenó que huyera. Hanna escapó en avión entre las explosiones y no se supo más de su vida. Ella no conocía el miedo.

  2. Marilyn Monroe. Amante del presidente de Estados Unidos, de políticos y cantantes, artista de fama mundial tenía miedo a la vejez y se suicidó con barbitúricos en un motel de California. Su fama creció con su muerte, lo mismo que Friné, de gran belleza de Atenas, la modelo del escultor Praxiteles; ella prefirió la muerte en la hoguera antes que las arrugas de los años.

  3. Hugues. Multimillonario tejano, tenía miedo a los contagios y las enfermedades. Vivía solitario con una guardia de mormones. En la vejez se aisló en un edificio de su propiedad en México, rodeado de curanderos y médicos, donde fue encontrado por policías norteamericanos abandonado por sus guardias, muerto y comido por bichos. La empresa quiso reivindicarlo años después con una película, “El Aviador”, ya olvidada.

  4. Pío XII. Papa italiano, le tenía miedo a la muerte. Los judíos lo acusan de colaborar con los nazis durante la guerra, pero no prueban nada. Cuando era muy viejo se hacía curaciones suizas discutibles con inyecciones de nonatos.

  5. Carlos Menem. Ex presidente de la República Argentina. Hombre frívolo y sin carácter, aunque astuto. Gobernó al país durante dos períodos en una época decadente donde se entregó a toda clase de excesos, venta de empresas del Estado, corrupción en todos los estamentos, juzgado por enriquecimiento ilícito y otros delitos, siempre acompañado por médicos y peluqueros estilistas, tiene miedo al envejecimiento como las artistas de televisión, hace el ridículo y gasta fortunas mal habidas en apariencias de cirugía estética.

  6. Obama. El karma de la esclavitud de la historia nacional pesa sobre su carrera política al momento de tomar resoluciones como Presidente de la Nación. Le falta el carácter de Lincoln. Tiene miedo a las encuestas y a perder popularidad.

  7. Los judíos y el Muro de los Lamentos. Este es un miedo racial que viene desde el fondo de la historia cuando los romanos destruyeron el Templo, saquearon Jerusalén, se llevaron el candelabro de siete brazos y dispersaron al pueblo. En la diáspora los judíos de todas partes vienen al Muro a llorar sus miedos.

Podríamos alargar la cuenta de los miedos hasta el infinito porque cada uno tiene sus temores personales, íntimos, muchos no descubiertos todavía, pero que aparecerán en cualquier momento, un peligro, un sueño, una situación insólita. Hay miedos generalizados que todos conocen, viajar en avión, enfermarse en una epidemia, la muerte inesperada, los enemigos, ser despedido del trabajo y otros. El abanico de los miedos es tan amplio que muchas personas tienen varios, o mejor dicho, viven siempre atemorizados ante cualquier cosa que no conozcan, cruzar la calle, asomarse por un balcón, chocar el automóvil.

El miedo fuerte o débil, superficial o profundo; es siempre uno mismo que se desconoce, no está en otro; conocerlo y analizarlo es empezar a desentrañar el misterio de la vida actuando en uno, ésta que estamos experimentando, las anteriores, tal vez muchas encarnaciones atrás, porque el karma no perdona, pasan las encarnaciones y un día menos pensado aparece ese miedo que nos aterra.

Aquél que transita por el Camino de la Renuncia debe prestar atención a sus miedos y discriminarlos, porque aunque molestan y afectan en mayor o menor grado, hay diferencias entre unos y otros. Tener miedo al vacío frente a un abismo es una precaución saludable que protege y tiene importancia que se le preste atención; pero tener miedo de perder posesiones, casas, propiedades, dinero, etc. es lo más común. Hay que discriminar las causas de ese temor, una situación social desordenada, un apego personal, malos negocios o la muerte. En el Camino de la Renuncia hay que liberarse progresivamente de las ataduras que bloquean el andar, son piedras que aparecen y nos detienen. Muchas veces, hacer un buen negocio, comprar una propiedad, recibir una herencia son obstáculos graves para el alma que busca la liberación a través de la Renuncia. Cuanto más valioso es lo que se recibe tanto más difícil será desprenderse de ello. Pocos saben decir no. El alma tiene que estar atenta a los vaivenes de la vida diaria, al toma y daca, a los beneficios que se reciben, incluso los espirituales, porque si no está preparada, lo que parece una conquista después de un tiempo se convierte en un enemigo. Todo lo que se recibe es potencialmente peligroso si no hay suficiente espíritu de Renuncia.

Recibimos algo material o espiritual y no le tenemos miedo porque nos agrada y, tal vez, en ese placer está el peligro. Toda cosa que se recibe es comprometedora y toda cosa que de deja o se comparte es buena porque nos acerca a la liberación. Decía San Juan de la Cruz que un pájaro atado con un hilo de seda no es libre y las ataduras que sujetan a los hombres son hilos de seda a veces tan finos que no se ven. Otras veces esos hilos están adornados con joyas atractivas que parecen amables, se ama la esclavitud. La sociedad moderna está repleta de paraísos artificiales, desde las drogas hasta las tapas de las revistas, desde los amores antinaturales hasta el dinero abundante y las modas. Cada uno de estos objetos, cualquiera sea su dimensión y calidad, está acompañado por un sentimiento de miedo permanente porque el miedo es la antítesis de la posesión, es la sombra que acompaña a los hombres en todo momento. Muchas personas no tienen dinero acumulado, son pobres, viven de su trabajo, pero gastan parte de sus pequeños ingresos en juegos de azar. Su sombra es el deseo invisible de tener posesiones y junto al mismo, el miedo de no alcanzarlas. Las pertenencias materiales y psicológicas, incluso potenciales de los sueños y la mente siempre están acompañadas por el temor de perderlas o no conseguirlas nunca. La felicidad que los hombres raramente alcanzan está en el uso de las cosas que ofrece la vida, materiales y espirituales, sin apegarse a ellas, con desprendimiento interior, con una Renuncia espontánea que los lleva a disfrutarlas intensamente porque pueden dejarlas en cualquier momento, cuando quieran.

Debemos aprender de la libertad de los niños que no se apegan a los objetos, los usan, viven el momento con ellos, luego los dejan y se olvidan. ¿Por qué los hombres viven apegados a las cosas que quieren, sea dinero, objetos o personas? ¿No se dan cuenta que la posesión egoísta es contraria a la ley natural y les produce muchos sufrimientos? ¿Acaso no saben que van a morir y que tienen que dejarlo todo, llore quien llore? Ese desprendimiento en vida, o si se quiere esa superioridad vital que lo lleva a situarse por encima de las miserias cotidianas, con Renuncia, estado integral que San Pablo de la Cruz llamaba Muerte Mística, le brindará la sabiduría de hacer las cosas que quiera y no quedar atado. Es vivir sin miedos, como los niños que juegan todo el día y en la noche duermen apaciblemente. A la mañana despiertan como si ése fuese el primer día de la vida, frescos, creativos, sin malos recuerdos. Jesús decía: “Si no os volvieseis niños no entraréis en el reino de los cielos”.

Toda persona, cualquiera sea su estado social, especialmente cuando deja los años irresponsables de la adolescencia y comienza a forjarse una profesión, un lugar en la sociedad, debe empezar a conocer sus miedos por más vergonzosos que sean porque esos temores y prohibiciones son señales de su personalidad, su destino y sus posibilidades reales. Soñar con realizaciones fantásticas que están fuera de su contexto mental y psicológico es condenarse al fracaso, tanto más en esta época repleta de tentaciones publicitarias, sueños de éxitos rápidos, el dinero a la vuelta de la esquina. Son miles de chicas que desean triunfar en la televisión como artistas, bailando o haciendo publicidad como modelos. Miles de muchachos que aspiran jugar en una cancha deportiva para su equipo favorito y viajar con mucho dinero. Pasan los meses, los años y siguen en la mediocridad, volcándose a los vicios y la frustración. Cuando caen en ese pozo, no salen más.

El tema de los miedos no es sólo argentino, sino mundial, en todas las sociedades, aquellas que están pasando por un buen momento económico como Brasil y la India o aquellas que se hunden en la crisis financiera como algunos países de Europa y Estados Unidos. La Humanidad ha llegado al tope de una época, ha hecho lo que tenía que hacer y ahora desaparece en los fuegos de la decadencia social e individual, material y espiritual, económica y planetaria. Medite en sus miedos lector; en esa indagación encontrará caminos de supervivencia. Las ofertas de las corporaciones, los anuncios publicitarios, el ensueño de las ciudades luminosas, lo fácil y rápido están concluyendo. Descubra su camino jalonado de miedos y empiece a peregrinar hacia su liberación personal.

José González Muñoz
Enero de 2011

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