Reflexión N° 16 - La Pequeña Renuncia de Cada Día

Cada día los hombres respiramos, comemos, dormimos, vamos a trabajar, a estudiar y hacemos muchas otras cosas para poder subsistir.
Si queremos perfeccionarnos y vivir correctamente, en paz y liberarnos del disgusto que nos causa la opresión social, tenemos que practicar una pequeña renuncia diariamente, aprendiendo del padrenuestro de Jesús: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. No es suficiente estudiar las Enseñanzas que explican la doctrina de la Renuncia, hacer ejercicios ascéticos, meditar habitualmente, pronunciar oraciones y leer libros piadosos; es necesario renunciar concretamente. Y como la vida es una continuidad de actos pequeños, en ellos debemos aplicar nuestra capacidad de renuncia. Nadie come de golpe una gran cantidad de alimentos, aunque tenga la mesa bien servida, sino lo que necesita su cuerpo en ese momento, un poco cada día. De igual modo, nadie se libera instantáneamente de las cadenas psíquicas que lo retienen aprisionado, sino poco a poco, rutinariamente, para satisfacer la necesidad de libertad de su alma, hasta que la Renuncia la transforme en un carácter distintivo auténtico.
Hay personas que desean ganar siempre, tener mucho dinero, dos, tres automóviles, varias casas, campos. Hay otras que necesitan dar, dejar algo cada día, ser libres externa e internamente. Los primeros están encadenados al ansia de posesiones, y viven atormentados por miedo que le roben, o perder lo que tienen en la hora de la muerte. Los segundos viven sin miedos; la Renuncia es el camino de su libertad.
Por ignorancia, los hombres no saben vivir. Aunque los Grandes Maestros recomendaron muchas veces que no amontonaran posesiones (Jesús, Buda, San Francisco de Asís, San Pablo de la Cruz, y otros), las corporaciones religiosas, educativas, económicas, estatales y las masas ignorantes siguen haciendo lo contrario, acumulando más y más riquezas, sin dar nada. Miremos a la Argentina, con su gran producción de alimentos, y a la multitud de desesperados asaltando los supermercados, robando en las calles, bloqueando las rutas con piquetes violentos, y los incontables niños mendigando por todas partes. El que da por gusto, porque sí, porque no le teme al futuro ni a la muerte, se libera despreocupadamente de lo que tiene: tiempo, afectos, buena voluntad, posesiones. Sabe que no le pertenecen totalmente, y restituye al circuito de la vida lo que es de todos los hombres. Su alma se expande por el universo en el gozo de la libertad.

a. ¿Cómo se Renuncia?

La Renuncia se aprende racionalmente, como leer y escribir en la escuela, y se practica con la voluntad, con el corazón. Aquellos que se esfuerzan en grandes ejercicios y formulan extraordinarios propósitos, no tienen intenciones de renunciar, sino quieren justificarse a sí mismos argumentando que más de eso no pueden hacer. Piensan que tales propósitos, enunciados con énfasis, ya son la Renuncia, y así se repiten incansablemente. El estudiante perpetuo que fracasa año tras año en los exámenes de fin de curso, nunca será un profesional, ni bueno ni malo; con promesas solamente no se llega a ninguna parte. La Renuncia es una realidad palpable, como comer pan cuando se tiene hambre y el apetito se calma de inmediato.
Hay muchas formas de renunciar, tantas como hombres que la practican; es el estilo de vida de cada uno, individualmente. En el Libro XXXV: “La Renuncia en el Mundo y en las Almas”, Capítulo 2, El Maestro Santiago Bovisio da varios ejemplos muy sencillos:
· Intensificar el silencio como hábito de una acción inactiva;
· Trasmandar los negocios para luego;
· No resolver nada cuando tengo entusiasmo o estoy en vena;
· Leer los diarios después de 3 ó 4 días;
· Interrumpir a una persona cuando me relata algo interesante; seguir luego;
· Resolver los problemas desagradables y que no son de mi gusto.

El Capítulo 7: “Ejercicios para lograr la acción en la Renuncia”, dice: “Nos indicó el método que él utiliza para que esta inactividad activa dé los resultados de la acción en la renuncia. Tomó el Voto de Silencio e hizo práctica de él con este método: toda novedad que viene a sus manos (cartas, diarios, noticias, libros, etc.) y que su mente excitada quisiera explorar y resolver, la relega por un tiempo; practica así la no-acción”.

Este método de resolver los problemas por la no acción, la practican los hombres inconscientemente. Cuantas veces, después del sueño, uno se despierta con la solución de una dificultad que antes no encontraba salida. El aquietamiento de la mente durante la noche, da al amanecer la solución deseada. Del mismo modo puede practicarse durante la vigilia, como recomienda el Maestro Santiago, estableciendo un tiempo de espera, de inactividad voluntaria, para aquietar la mente que obstruye con su excitación la respuesta correcta. Si los hombres practicaran la no acción activa en las diferentes ocasiones que se le presentan durante el día, tendrían paz en el micro, en la oficina, en el encuentro con la gente en la calle, al momento de comprar en el supermercado, en las horas de la televisión, siempre. Las ocasiones de practicar la renuncia del desapego son infinitas. Pruebe el lector algunas experiencias, y verá resultados espirituales inmediatos.

b. Renuncia Continua

La Renuncia es la ley de la vida, y las experiencias que acontecen a los hombres sin cesar, desde que nacen hasta que mueren, proclaman esta verdad. El nacimiento y la muerte constituyen los paradigmas que nadie ha podido vencer, sino apenas comprender, aceptar y extraer conclusiones. Debemos practicar la renuncia permanentemente para que nuestras acciones estén en armonía con el nacimiento y la buena muerte, disfrutando la felicidad que esta forma de vivir ofrece. Los egoístas, los codiciosos, los avaros que acumulan posesiones injustamente, los violentos, los opresores, no son felices ni pueden serlo; están condenados a la mala muerte, aquí y en el más allá. Hoy la Humanidad está dominada por este sistema equivocado y criminal, y los resultados están a la vista en las naciones, en los grupos y en los individuos: la destrucción lenta y progresiva del mundo.

La Renuncia se comprende racionalmente, y los 37 Libros del Maestro Santiago que aquí se publican, la enseñan de mil maneras diferentes, en todas sus formas, activas y pasivas, interiores y exteriores, individuales y colectivas. Pero, la Renuncia se vive, o es nada. Y para vivirla hay que practicarla continuamente, todos los días un poco, como el alimento corporal. El hombre necesita un pan material y un pan espiritual, al mismo tiempo. Y cuando se descubre el secreto íntimo del desapego, es muy fácil tomar una distancia conveniente con las cosas que quieren retenernos. Es transparentarse ante uno mismo con una nueva naturaleza que no se adhiere a las cosas, aunque las usa, ni se deja atrapar por la fascinación que producen. Es una experiencia muy bella, viviendo entre los hombres como si no perteneciéramos al mundo.

Con los ejercicios de la inacción activa, que tantos ejemplos se presentan en las Enseñanzas, el alma se capacita en la Renuncia, moviendo la voluntad, para decidir: “esto no, por ahora”. Con el tiempo, estos ejercicios sencillos directos de inacción activa, van cambiando la naturaleza del ser que empieza a vivir de otra manera, egocéntricamente, inmune a los estertores que estremecen las calles de la ciudad. Se puede entonces caminar entre las multitudes en un perfecto estado de paz, como Gandhi, que en los momentos más duros de su lucha libertadora, se mezclaba con la gente para orar.

En estos tiempos tumultuosos y finales de una civilización que se rompe en mil pedazos, la salvación comienza por la paz de cada uno, y aunque las naciones se desplomen con luto y llanto, nuestro ser permanecerá impasible y sosegado llevando en nosotros el Don de la Renuncia.

c. Recomendaciones Amistosas

Las personas se espantan cuando les dicen que hay que dar algo y deben compartir con los demás los bienes que poseen. Con rabia o con cinismo rechazan cualquier invitación a renunciar para liberarse de los yugos humanos que las retienen en situación animal. Si le quitan algo del cual dependen existencialmente, se derrumban. Si por algún fenómeno extraordinario se cortaran todas las transmisiones de televisión en el mundo por tiempo indefinido, la mitad de la Humanidad perecería inmediatamente por desesperación y psicosis. En Argentina hemos presenciado un fenómeno similar con efectos catastróficos en la gente de clase media: el corralito financiero. Nadie se murió de hambre, pero la mayoría se enfermó mentalmente, y todavía siguen así: angustiados, perdidos, enajenados. A las personas no les interesan la libertad, ni la paz, ni la armonía social; no lo entienden, no saben de qué se trata. Durante décadas han sido manipuleadas y degradadas a la condición de consumistas insaciables de alimentos, sexo, competencias, o lo que fuera, con tal que rindan beneficios pecuniarios. Fueron rebajadas al más bajo nivel. ¿Cómo salir del abismo?

Las Enseñanzas del Maestro Santiago explican la Renuncia en los más diversos aspectos, y bajo disciplinas diferentes. Se las comprende en la Historia humana desde los más lejanas tiempos. También pueden estudiarse con los conceptos de la psicología profunda, la filosofía tradicional, la meditación y los Himnos Sagrados. Hay que estudiar las Enseñanzas para comprender el Camino de la Renuncia: la ofrenda siempre trae felicidad, y el egoísmo produce sufrimientos. Empiece el lector a probarse a sí mismo practicando la ofrenda cotidiana con pequeños actos, los que vienen bien con su persona, y compruebe los resultados.
No es indispensable realizar una meditación para actuar; actúe directamente. No damos ejemplos porque las actividades cotidianas son las apropiadas. La Renuncia está en el mundo de cada uno, inmediato, ahora, ya; la clave del éxito de este ejercitación está en la reserva, el silencio y discreción con que se lleva a cabo. Toda publicidad anula los resultados. Además, la Renuncia que enseña el Maestro Santiago es un asunto estrictamente personal, no colectivo. Después, cuando el practicante haya logrado una cierta estabilidad en las acciones de cada día, los efectos de serenidad, aplomo y alegría natural emanarán espontáneamente de su persona, haciendo el bien a quienes lo rodean.

Dice la Enseñanza 4 del Libro XXXI “El Buen Camino”: “Cuando se empieza una obra, el primer pensamiento ha de ser de amor desinteresado, de fraternidad universal y de personal renuncia; por más obstáculos que se levanten en contra de esa labor, por defectuosa que sea la actuación, triunfará y dará fruto abundante. El pensamiento es siempre el director y la obra, el objetivo. La flecha bien dirigida indudablemente se clavará en el punto hacia el cual es dirigida. Una vez lanzada, ¿quién la puede detener?”

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