Reflexión N° 141 - El Camino Solitario

Las Religiones son colectivas y conducen a millones de personas de todas las categorías y capacidades. La Plaza de San Pedro se llena de turistas y visitantes romanos y el Papa, con estudiado sentido del espectáculo de masas, les dirige la palabra en diversos idiomas y los bendice. A veces baja al pavimento y da una vuelta en procesión espléndida con sus cardenales y la guardia suiza. Otras veces oficia en la grandiosa basílica ante miles de asistentes, con luces y coros musicales. Las masas necesitan de espectáculos de grandes proporciones para estar satisfechas, en Roma, Benarés, la Meca, las Olimpíadas, las canchas de fútbol, las carreras de automóviles, todas. La última cita musulmana en la Meca reunió a tres millones de fieles que daban vueltas alrededor de la Caaba. El espectáculo, filmado y transmitido a todo el mundo, era impresionante. Igualmente la participación en las masas ambulantes hasta los topes por las calles de Delhi, Shangai y México impone el poder de las multitudes que nadie, las fuerzas armadas ni el sentido común pueden controlar. Las masas tienen sus mecanismos irracionales, como las abejas de una colmena, que no se pueden modificar. Únicamente se pueden destruir. No pertenecen a un orden individual, sino al artificio de las civilizaciones cuando llegan al final de sus realizaciones. Grandes como las actuales, ecuménicas, planetarias, o pequeñas como los Mayas y Los Incas, se expresan colectivamente, pero no resuelven los problemas del hombre.

Las masas no explican ni resuelven los problemas de la vida, menos aún de las civilizaciones en cierto momento de la Historia, al final, como el último tiempo de un hombre, viejo, enfermo con su organismo físico-mental en descomposición. Obsérvese como ejemplo las religiones gerontes de nuestros días. Los fundadores de una nueva forma de vivir siempre fueron jóvenes: Jesús, Sidarta, Krishna, Rama, San Francisco de Asís, Teresita, San Pablo de la Cruz, etc. En el final de las Religiones los seguidores no son buscadores espirituales.

Los caminos de la vida que enseñan al hombre a encontrar un estilo son solitarios, invisibles, silenciosos. No obstante la oscuridad de los mismos, son indispensables para el progreso de la Humanidad y todos, jóvenes y viejos, campesinos y santos, analfabetos y premiados, gobernadores y empleados estatales los transitan. ¿Cuál es el camino del hombre? La vida que tiene que vivir. No se cuentan los muertos, por más famosos que sean. El camino solitario es el hombre desde que nace con un llanto hasta que muere con un suspiro porque ya se terminó, no tiene retorno. La reencarnación será nuevamente otro camino solitario.

Hasta hoy, las religiones que se ocupan de la vida y el destino del hombre, todas, antiguas y modernas, de oriente y occidente, monoteístas y politeístas, se han apartado del camino humano, lejos de la realidad, imaginando mundos artificiales, paraísos, infiernos, donde podrían cumplirse las promesas ofrecidas como un premio a la fidelidad y el servicio, pero después de muerto. Los premios en vida son iguales en las religiones como en cualquier corporación económica, seguridad, ascensos, riquezas, prestigio.

La realización humana, el objetivo para el cual ha nacido en una circunstancia determinada, las primeras nociones de la existencia que duran siempre como los cimientos de la vida, el nacimiento y la muerte, las grandes experiencias en los momentos cruciales son siempre solitarias y señalan el destino de un hombre individualmente. Jesús murió solo. Fleming, al descubrir la penicilina estaba solo. El Maestro Santiago, cuando dirigía la Sagrada Orden, declaraba a su amigo Plus: “Carlos, estoy muy solo”.

Si se lee el Reglamento Perpetuo de Cafh se verá que los fieles se llaman Hijos y el Maestro ha explicado este significado en la Enseñanza 5 “De los Hijos”, del Curso Comentarios al Reglamento de Cafh: “Un nombre original ha querido la Divina Madre que lleven los miembros de Cafh; Hijos los llama el Reglamento. Mientras otras órdenes han hecho llamar a sus miembros hermanos, haciendo prevalecer el vínculo de quienes están unidos por una misma fe o ideal, Cafh hace prevalecer, no el vínculo de los miembros entre sí, lo que podría dar origen a la palabra hermanos, sino el vínculo que existe entre los miembros y Ella: Hijos y Madre, Chispas y Fuego, Ríos y Mar”. Esta disposición rubrica el camino solitario del Hijo de Cafh. La Sagrada Orden de los Caballeros del Fuego Astral, creada por los Maestros al comienzo de la Raza Aria está dirigida por un ser femenino, La Santa Madre Abhumi, probablemente descripta en la Enseñanza 2 “La Mujer Velada del desierto” del Curso Historia de las Órdenes Esotéricas, armonizó la mente con el sentimiento.

Cuando los seguidores del Maestro Santiago cambiaron Enseñanzas y el Reglamento, eliminaron el nombre de Hijos por las palabras miembros y compañeros, reforzando el carácter masivo y materialista de la nueva sociedad Fundación Cafh.

El Camino Espiritual es solitario porque las almas, por más amables y fraternas que sean, están solas siempre; hay un abismo entre unas y otras que se unen en ciertas ocasiones, el amor de un hombre y una mujer, la madre con su hijo, el cuerpo místico cuando el ser llega a la liberación y no encarna más. La Renuncia es solitaria y a medida que va liberando al ser de todas las ataduras se va acercando a otras almas similares. El Cuerpo Místico Perfecto es de los Grandes Iniciados que no generan más karma y guían a la Humanidad en sus etapas evolutivas. La Doctrina de la Renuncia lo denomina Divina Madre hacia la cual están dirigidas todas las plegarias. Si se quiere comprender este misterio medítese en el Himno a la Divina Madre Ahehia ote Hes, que en el Canon está escrito en Aripal y Español.

Todos tenemos un camino por más que J. M. Serrat opine que se hace camino al andar. No lo vemos porque está escondido potencialmente en nuestra alma, que conocemos poco y nada. La mística de la Renuncia que nos introduce en ella, va revelando las señales de ese camino secreto, en penumbras. No se trata de caminar a los tumbos por cualquier lado; así proceden los ignorantes que caen una y otra vez, giróvagos que llenan las rutas en masas incuantificables y terminan en la nada.

Las Enseñanzas del Canon están dirigidas al alma solitaria, incluyendo a los que viven agrupados en Comunidad, en las Reuniones y los Retiros. Igualmente a aquéllos que no viven un Camino y se encuentran solos en el mundo, en los momentos que esa soledad es más intensa, los momentos de dolor y tristezas, ¿quién no los tiene? Son secretos, íntimos y no se pueden comunicar. Se puede compartir la alegría y la efusión de los sentimientos, pero el dolor no. Entonces se revela la Enseñanza apropiada, el Camino, la identidad del alma y un acercamiento a la Divina Madre. Por eso la Divina Madre le dice a Paolo Daniel en la Enseñanza sobre la Mística de la Ceniza: “Pablo: no sólo quiero que lleves luto sino que participes de los dolores de mi Hijo Jesús, que han sido completamente olvidados por los hombres”. Los dolores no se pueden compartir; se experimentan integralmente y el alma, en soledad, aprende a vivir.

El dolor es un misterio de Dios, como también el amor. No se ha explicado el amor que condujo a Romeo y Julieta al sacrificio final, como tampoco está clarificada la Pasión de Jesucristo en la Cruz. Se los acepta, están ahí, conmueven a las almas sensibles, pero son parte de la vida, como las dos riendas del caballo que nos conduce, a la derecha y a la izquierda, hasta que lleguemos a nuestro destino desconocido. Cuando lleguemos al final, ¿lo sabremos? Sí; porque el final es conocimiento integral.

Todos sufrimos en mayor o menor medida. El hombre completamente feliz no existe. Tampoco el paraíso de los mundos superiores, sino estados alternativos de dolor y felicidad que nos enseñan a vivir en libertad, sin apegos ni atracciones. Al final del Camino Solitario llegaremos a la paz y no caminaremos más. Mientras tanto, con nuestra mente sumergida en los torbellinos de la difícil civilización actual, debemos caminar. Recordando a Pompeyo el Grande, diremos: “Vivir no es necesario; es necesario navegar”.

Los hombres de nuestros tiempos se esfuerzan por vivir de cualquier modo, según las máximas posibilidades materiales, siempre atendiendo las ofertas masivas desde las gratuitas a las más costosas como las televisivas, que se apoderan de la mente de niños y adultos y las sumergen en la competencia, la violencia, el turismo lujoso, las comidas sofisticadas, ofertas para todos los que compran lo que desean aferrándose al consumismo desmedido que les brinde aparentemente la felicidad, mejor dicho el placer de hacerlo. Hace pocos días apareció la noticia que un hijo de Bernardo Madoff, el estafador norteamericano que vivió para el placer, se había ahorcado en su departamento junto a su pequeño hijo de dos años, no soportando vivir más. Si uno indaga sobre las costumbres de todas las sociedades, capitalistas y comunistas, musulmanas e hindúes, cristianas y ateas se informa que todos, casi 7000 millones, unos más otros menos, buscan al placer del dinero. Éste es el infierno real del demonio y también el fin de la civilización.

Finalmente el Camino es solitario también para el hombre masa, y cada uno elige lo que quiere. Hay información suficiente por todas partes en todos los idiomas que muestran la realidad, los lujos y placeres de las minorías poderosas, las masacres del Cercano Oriente hasta los esplendores de China moderna, la degeneración de las propuestas televisivas, el hambre y las villas miseria en todo el mundo. Todos tienen opciones; todos eligen y son responsables de cada elección. También se pagan con dolor los errores. Todos tenemos un Camino.

Las Enseñanzas del Maestro Santiago, en estos momentos cruciales de cambio de Razas, una que desaparece y otra que se inicia con ideas originales y propuestas grandiosas para el desenvolvimiento espiritual, señalan el Camino de la Renuncia que todo hombre debe transitar según sus posibilidades, para continuar el perfeccionamiento espiritual según sus posibilidades, para lograr el perfeccionamiento evolutivo por etapas, una encarnación tras otra, hasta llegar a la liberación.

José González Muñoz
Febrero de 2011

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