Reflexión N° 118 - Cambio de Raza
El Canon de las Enseñanzas de Santiago Bovisio se inicia con Hidrochosa, otro nombre de Acuario, y anuncia el cambio de Raza, desde la Raza del signo de Picis a la nueva Americana o Era de Sakib, diciendo: “Ideas y obras nuevas se preparan para el mundo”. Se supone que este Curso, “Desenvolvimiento Espiritual”, fue escrito en 1937. En la tercera parte del Canon figura el Curso XXIII “Historia del Hombre”, donde se describe la formación de la Raza Aria, hace 118.000 años bajo la conducción del Manú Vaivasvata. Desde entonces se han sucedido cinco Subrazas Arias, de aproximadamente 24.000 años cada una: Subraza Ario Aria, Subraza Ario Semita, Subraza Ario Irania, Subraza Ario Celta y Subraza Ario Teutónica. Ésta última acaba de concluir en coincidencia con los tiempos astrológicos para dar lugar a la Subraza Americana, bajo el signo de Acuario. Para ampliar informaciones consultar el Curso “Historia del Hombre”.
Un cambio de Raza no se parece a un cambio de guardia en el Palacio Real. En este último la guardia que se va, impecablemente uniformada, recibe a la siguiente, igualmente espléndida, a veces con banda musical, y le entrega el relevo. El público asistente aplaude con gusto y confianza porque la ceremonia es símbolo de la estabilidad, la seguridad y la confianza en el Poder Real. En el cambio de Raza los movimientos son trágicos y duran cientos de años. La que se va no tiene quién la reemplace y se hunde en la decadencia, ya no puede sostener el poder, termina en la desaparición de todas las obras que hicieron su grandeza. Es lo que estamos viendo todos los días: La disolución de la gran Unión Soviética, la inmoralidad en la Iglesia Católica, la corrupción de los políticos, los empresarios y la economía, la televisión, etc. Y no hay ninguna Raza con nuevas ideas y obras que los reemplace. Los Acuarianos se insinúan en los individuos, pero no en una Raza. Pasarán cientos, miles de años para que ese ideal se materialice en la Tierra. Mientras tanto, los detritus ocupan el Palacio Real que se llena de alimañas y depredadores, nadie cuida ni limpia, los techos se derrumban, la basura se amontona en las antiguas estancias. No hay cambio de Raza, sino el fin de una, la Civilización Occidental que tendrá que cumplir su ciclo hasta que el Planeta esté depurado de todos estos males. Entre los Atlantes y los Arios la Humanidad volvió a la edad de piedra, empezando desde la nada la civilización que 10.000 años después pudo llevar al hombre al espacio. La evolución es muy lenta.
Los cristianos de los primeros siglos ignoraban la extraordinaria expansión que lograría la Civilización Occidental al término de su tiempo; desconocían el futuro y las premoniciones históricas. Toda su esperanza de una vida mejor estaba en el paraíso, pero no en la Tierra. En los Evangelios no se habla del tiempo venidero, sino del comportamiento individual y de la ética del bien. Los Grandes Iniciados que crearon civilizaciones nunca presentaron un plan de sus obras; sólo ideas básicas con gran energía que desarrollaron más tarde los discípulos. La doctrina cristiana empezó a formar un cuerpo coherente con San Pablo y se fue concretando en los Concilios y los escritos de los teólogos. Recién en el siglo XVII se tuvo una idea clara de la misión por el perfeccionamiento de la razón y desarrollo de las ciencias y, en consecuencia, el dominio de la materia y el mundo.
En el actual cambio de Raza los humanos conocen el programa del cambio antes que aparezcan los protagonistas; está la teoría y los métodos para desarrollar la Doctrina de la Renuncia, pero no los actores. Más aún; los escritos del Canon y los discípulos que lo transmitieron buscan en la multitud a los predestinados y los llaman. Los últimos Mensajes de Plenilunio del Maestro Santiago en la dirección permanente de los Ordenados de Comunidad se ocupan con insistencia en esa búsqueda de almas elegidas.
La primera experiencia de esta vida anunciada fue dirigida por el Maestro Santiago con la Fundación de la Orden Cafh, a partir del año 1937, sincrónica con la teoría y tuvo un desarrollo positivo mientras vivió. A su muerte, en 1962, de inmediato comenzaron las desviaciones doctrinarias y la indisciplina. En pocos años Cafh se terminó. Quedaron las Enseñanzas que a partir del año 2000, comienzo de la Nueva Era, se expandieron por el mundo por medio de Internet. Pero los actores no son visibles, como tampoco es visible el Maitreya, motor de la Raza Americana. Estamos en el tráfago de la decadencia del viejo mundo y aquellos pocos que se adhieren a las nuevas ideas necesitan conocer qué papel pueden jugar en el mantenimiento y desarrollo de la Ley de la Renuncia, solitarios, desconocidos, sin tener un grupo social que los acompañe, siendo sólo portadores del contenido de la Doctrina. Esta Reflexión presenta algunas ideas que ayuden a estas almas heroicas para que no se rompa la cadena de transmisión del Mensaje de unas generaciones a otras, hasta que pase la tormenta y el Mensaje de la Renuncia tenga voz pública, si es que habrá una sociedad lo suficientemente constituida para que haya una voz y una comunicación entre las almas. Sólo la Divina Madre conoce los tiempos de la nueva Raza y sus características, pero los discípulos habrán de trabajar en la oscuridad para que la llama del espíritu permanezca encendida.
El Maestro Santiago afirma que lo que existe materialmente primero tuvo una existencia astral. El cuerpo astral de los hombres se desarrolló en la Luna antes que el primer ensayo material se hiciese en la Tierra con la primera Raza Raíz Urania. Así los vegetales y animales en otros planetas. También los planetas tienen un tiempo astral antes de materializarse, como el astro Sol Ra, actualmente entre Venus y Mercurio, totalmente astral y sólo visible por los clarividentes. La nueva Raza Americana que ya se inició en la Tierra actualmente tiene un desarrollo potencial en otras dimensiones de la pluralidad de los mundos y que los predestinados visitan en las horas del sueño. Son parecidos y diferentes a nosotros y practican espontáneamente las características de la Nueva Era: reversibilidad analógica, ética del bien y del mal, desapego, no posesión, no familia, no gobierno ni países, individualidad, Ired, nuevos alimentos, otras formas de viajar, etc.
La predestinación no es una lotería; se construye. Aquéllos que trabajan en el plan divino y son considerados predestinados para esa labor se esforzaron durante mucho tiempo, incluso varias reencarnaciones, en la búsqueda de ese ideal. Es como una semilla que espera en la oscuridad de la tierra y se hincha con el calor y la humedad hasta que puede sacar las primeras hojuelas a la luz del sol. Es el comienzo de la predestinación, es un llamado vocacional que se va consolidando con la perseverancia y el esfuerzo continuado. Quien desee profundizar en este tema debiera consultar la Enseñanza “Discernimiento Vocacional” en el Curso XLV “Intimidad de los Perfectos”. Aunque está destinado a la Comunidad de Ordenados se aplica adecuadamente a la vocación de Renuncia, indispensable para la participación en la Nueva Era Americana.
El cambio de Razas es asimétrico y se refiere más a la estructura completa del hombre, físico, astral y mental, que a los derivados del cambio, idiomas, culturas, etc. Esos productos culturales se producen en la cumbre de la evolución de la Raza, cuando la misión está en su plenitud. Por ejemplo, la tecnología y la ingeniería de la Raza que termina. De esa manera deja una huella imborrable en la intimidad de los hombres, aunque no practiquen sus conquistas y las olviden. Quedará en los Anales Akásicos y en el subconsciente como una síntesis, que se actualiza junto a las otras cuando llegue el momento de la gran armonía al final del ciclo terrestre.
Aquél que acepta el desafío americano deberá hacerse fuerte en la soledad porque la mayoría sigue la corriente de las masas; todos quieren dinero, tienen televisor hasta en los ranchos con su antena apuntando al satélite, asisten a los partidos de fútbol en cualquier lugar que se jueguen, quieren ganar las loterías semanales, darse la buena vida, gozar de los placeres que ofrece el último momento de la civilización, sin límites de ninguna clase. Ese desconocido, espiritualmente valiente, no encontrará apoyo ni comprensión, porque nadie acepta la Renuncia. Los testimonios son personales. Pero si es padre de familia con hijos, si es solitario con un amigo confidencial, si es profesor con alumnos, puede transformar su vida en una misión sobresaliente: preservar el legado de los Santos Maestros en toda su pureza y transmitir el testimonio a los jóvenes. Las Enseñanzas están en todo el mundo en idioma escrito de comprensión accesible y en cualquier lugar de la Tierra están los destinatarios del Mensaje de la Renuncia. Cada uno elige y decide. Así empieza a construir su destino con sus propios medios, sin intermediarios, sin religiones, como está señalado en la ley de la Raza Americana.
Lector: Ser portador de un Mensaje superior es un don sublime que pocos hombres han recibido en la Tierra: Los Evangelios de Jesús, los predicadores en países extraños, los poseedores de la Renuncia. Brota en el alma espontáneamente como una flor y el afortunado se siente obligado a cuidarla, no la guarda para sí, sino que la comparte con otros. En el caso especial que consideramos los significados se multiplican por el cambio de Raza; el portador es un puente entre dos mundos: el antiguo de donde procede el Mensaje y el futuro desconocido. Es un legado que va de generación en generación, de padres a hijos, para que los hombres venideros tengan la experiencia de los hombres que lo construyeron. Y nada es más hermoso que esta obra de amor filial. Los romanos antiguos levantaron un monumento a Cornelia, madre de los hermanos Graco, reformadores de la sociedad según la conciencia moral que habían recibido de su madre. ¿Quién no se siente orgulloso y feliz cuando escucha a su hijo declarar ante otros: “Esto lo aprendí de mis padres”? ¿No es un bello ejemplo el libro “Recuerdos de Provincia”, cuando Sarmiento habla de su madre?
En esta época de incertidumbre y sufrimientos, los padres que educan a sus hijos en las más elevadas enseñanzas espirituales forman un núcleo de felicidad autosuficiente, donde la maldad del mundo no penetra, aún cuando ellos ya no estén, porque les habrán dado una fuerza superior que los protegerá siempre. Así, el legado va de padres a hijos hasta que llegue el destino predestinado por los Santos Maestros.
José González Muñoz
Agosto de 2010