Reflexión N° 116 - El Dios Personal

La Humanidad tiene Dioses por todo el mundo. En algunos países, como Argentina, están amontonados unos al lado de otros, pero no se hablan; son orgullosos, permanecen ensimismados en su propia grandeza. La Religión Cristiana tiene un Dios especial con tres personas diferentes, Padre, Hijo y Espíritu Santo y una sola verdadera. La Religión Judía tiene a Jehová, un Dios feroz que castiga a su pueblo cuando no le obedecen estrictamente. No se conoce el rostro de Jehová porque no lo representan, pero sí sus iras repentinas. La Religión Islámica tiene a Alá, también sin rostro visible, con numerosos adeptos tranquilos que sólo desean prosperar familiarmente. Esos son los principales, pero hay otros Dioses menores de protestantes, sectas americanas, grupos esotéricos, curanderos de Brasil, coyas de Bolivia, mapuches de la Patagonia y algunos más no populares. Cada uno por su raya, aunque son proclamados universales, comprensivos, misericordiosos y premiadores. Son Religiones Monoteístas con un Dios personal.

Los antiguos Helenos también adoraban a muchos Dioses: Zeus, Neptuno, Apolo, Afrodita, de todas las categorías y se llevaban muy bien, incluso formaban familia y tenían hijos, Dioses menores. Los griegos los amaban aunque con algunas preferencias, según las ciudades o los gustos particulares. Nadie se ofendía y rendían cultos sin discriminaciones. Eran politeístas.

Igualmente en el antiguo Egipto, se veneraban a numerosas deidades, masculinas y femeninas, con hermosos templos donde se enseñaba la más alta sabiduría y se preparaban sacerdotes iniciados, de cualquier lugar del mundo. Ejemplos son los griegos Solón y Pitágoras.

En todas las culturas antiguas, América precolombina, Mesopotamia, China, India existía la más amplia libertad religiosa y los sacerdotes se respetaban unos a otros. A partir del hereje Akenatón en Egipto se produce el cambio y se venera solamente a Atón, Dios de lo material. Después de él vinieron Moisés y los Judíos, San Pablo y los Cristianos y Mahoma y los Islamitas, y con ellos la intolerancia, las guerras religiosas, la separatividad, el oscurantismo, la Inquisición hasta nuestros días de guerra entre Cristianos, Judíos y Musulmanes. Detrás de la fachada de motivaciones religiosas está la codicia del poder. Los ejemplos históricos de las Cruzadas, la conquista de las naciones precolombinas, la Reforma, la guerra de los 100 años, y las actuales guerras en Palestina, Irak y Afganistán. Bush siempre tenía a Dios en la boca, y en los F-16.

Si se quiere tener idea de la diversidad de Dioses y religiones, véase el Curso “Religiones Comparadas” que en 29 extensas Enseñanzas describen los cultos antiguos y modernos con informaciones históricas documentadas, desde los Vedas hasta las antiguas religiones mejicanas. Sostener la universalidad de algún Dios solitario que posee toda la verdad y los demás son falsos con ideas equivocadas es facismo religioso que no se sostiene más. Sólo por la fuerza y la codicia de las riquezas que acumularon se mantienen ante la opinión pública de algunos sectores ignorantes.

La ciencia está experimentando en estos días el origen del Universo repitiendo el fenómeno del Big Ban en el acelerador subterráneo de Ginebra. También crean nuevas especies con la ingeniería genética que ya se utiliza en agricultura. Los grandes telescopios descubren mundos ignorados en las galaxias. Las investigaciones de laboratorio explican el origen de las especies y de la vida. ¿Dónde están los dogmas inviolables de la Religión? Giordano Bruno fue quemado vivo en la Inquisición por defender la pluralidad de los mundos. Galileo fue torturado. Y así cientos de sabios fueron perseguidos por las religiones monoteístas que todavía defienden desde el púlpito y en las escuelas religiosas los conceptos de Adán y Eva, la infalibilidad del Papa, etc.

Las antiguas razas, Lemures, Atlantes, no tenían religiones. Por sus extraordinarias facultades psíquicas vivían sumergidos en un profundo sentimiento cósmico que colmaba la necesidad del alma de pertenecer y relacionarse con el Universo. Con la aparición de la Raza Aria y la misión de desarrollar la razón y explorar todos los secretos de la materia, perdió sus dones parapsicológicos y quedo abandonada a su libre albedrío. Entonces surgió el sentimiento religioso que satisfacía una parte fundamental del alma. La escena del sueño de Jacob y la escala de ángeles por la que subían y bajaban del cielo a la tierra es un bello ejemplo de esa necesidad espiritual. Apenas despertó, levantó un altar de piedras rústicas en recuerdo de esa experiencia. Han pasado los siglos y los altares se han multiplicado por toda la Tierra cubriendo una buena parte de las civilizaciones. Pero las religiones se quedaron atrás, no evolucionaron ni aceptaron las nuevas conquistas humanas, rechazaron las ciencias y el libre pensamiento, la educación popular y las revoluciones sociales. Ahora están en el fondo de la Historia cumpliendo los últimos rituales, mientras agonizan y desaparecen de alguna manera. Quedarán las reliquias de sus templos y sus tradiciones populares, como las pirámides egipcias y el tarot. Mientras tanto avanza desde hace unos siglos el progreso incontenible de las ciencias explorando y explicando la forma, el origen y las transformaciones del Universo.

Ya se están abriendo los portales de la Raza Americana en la dimensión astral y las mentes intuitivas perciben las primeras imágenes del Nuevo Mundo, una armonía del espíritu con la materia. Antes no se podían conciliar las partes separadas; las religiones se ocupaban solamente del espíritu en el hombre encarnado y en el Cielo, y las ciencias sólo de la materia en todas sus formas. No había comunicaciones entre ellas, aunque el ser humano es uno y en sí mismo las reúne. Con los descubrimientos de avanzada de las ciencias y el desenvolvimiento de la mística con nueva metodología, la sabiduría humana será integral bajo las Leyes de la Renuncia. Cuando este estado se alcance, la paz volverá sobre la Tierra, las viejas civilizaciones habrán desaparecido, la Humanidad será poco numerosa y la realidad alcanzará una expresión unificada interna y externamente. Por el desenvolvimiento espiritual el hombre descubrirá sus facultades interiores dormidas y se reencontrará con los Santos Maestros que moran en la pluralidad de los mundos.

El progreso positivo de los hombres en todas las áreas colectivas lo habilitan para conquistar por sus propios medios las facultades potenciales de su alma sin las cuales es imposible lograr la liberación integral, que se alcanza no en la Tierra sino en los planos superiores del mundo Espiritual. Los Grandes Iniciados Solares fueron hombres que vivieron en el Planeta, que algunas veces descienden para ayudarnos, y forman un Cuerpo Místico Espiritual perfecto que nosotros llamamos Divina Madre. Ellos esperan a las puertas de la Eternidad que los hombres lleguen allí. Ésa es la liberación que alguna vez conquistarán por el esfuerzo continuado en la Ley de la Renuncia.

El Buda se negaba terminantemente a hablar de Dios, porque es inmanifestado. Para Blavatsky el Dios de los Judíos, Jehová, es el planeta Saturno, siempre resentido. Las figuras cristianas de Padre, Hijo y Espíritu Santo son retórica para congeniar con la Trimurti de los Vedas: Espíritu, Energía y Materia. Esos conceptos del Dios personal fueron útiles a la Humanidad porque los hombres eran primitivos sin saber leer ni escribir, no había ciencias que investigaran la materia. La sociedad romana vivía de la esclavitud y la explotación de los pueblos más débiles, se ignoraba más de la mitad del Planeta, apenas el Mediterráneo era conocido; era una sociedad cruel que mataba en la cruz. Las religiones se aliaron con el poder político y económico y los hombres quedaron en servidumbre; no se les permitía educarse en escuelas; las que había eran parroquiales cuyo programa era el Catecismo. Una minoría, la aristocracia, tenía acceso a los libros y los viajes. Pero en 1789 la Gran Revolución Francesa tiró todo eso al suelo y junto con la aparición de la industria, comenzaron el cambio.

El Camino de la Renuncia es para los audaces, una pequeña minoría que está apareciendo junto con la Raza Americana. El resto, un 99 % de la Humanidad seguirá con la televisión, las canchas de fútbol y el consumismo. Pronto desaparecerán en la hecatombe que el hombre mismo está provocando y el mundo comenzará una nueva etapa en armonía del espíritu y la materia. Esa es la función de las bombas atómicas existentes. Están construidas, son karma planetario y estallarán en el momento del destino; nadie conoce la fecha, pero estallarán.

El Camino de la Renuncia es uno mismo y las Enseñanzas que lo describen están en Internet en las manos de los hombres, caminen o no. En cualquier momento empieza. A veces es una decisión voluntaria, otras es una iluminación esclarecedora, otras es un largo proceso de dar un paso tras otro silenciosos, perseverantes, humildes. Puedan pasar largos años y el alma no se ha dado cuenta que está en la Renuncia hasta que un día descubre que no le interesan las cosas del mundo, las abandona y se recluye en la intimidad.

El camino de la Renuncia es para los jóvenes que están en la edad del valor y la generosidad. Hasta los niños debieran conocer la doctrina porque muchos están predestinados desde antes de nacer, fruto de experiencias positivas en vidas anteriores. Generalmente los niños viven la Renuncia naturalmente. Muchos Santos se iniciaron en la niñez.

Los Dioses Personales nunca existieron; fueron figuras ideológicas sostenidas por las religiones para completar las doctrinas que propagaban. Sin Jehová el pueblo judío habría desaparecido en la diáspora romana. Sin Alá los árabes se habrían dispersado en el desierto, de donde procedieron. Los Dioses Personales cumplieron su misión de mantener viva la llama del espíritu en épocas primitivas y crueles, con tendencia a retornar al estado animal puramente instintivo. Ese tiempo pasó. Los pueblos han avanzado en el conocimiento del espacio universal, de la naturaleza y de sí mismos, y con la Raza Americana están en condiciones de seguir avanzando sin religiones ni Dioses Personales.

José González Muñoz
Julio de 2010

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