Reflexión N° 107 - Batallas
“Ideas y obras nuevas se preparan para el mundo. Si la raza del cristiano signo del Pescado ha desarrollado en alto grado los estados de colectividad, los grandes movimientos y organizaciones en masa, la sexta subraza (Hidrochosa, Americana) desenvolverá de un modo especial la egoencia del ser”. Del Curso I, Enseñanza 1.
Etapas
Primero: 1945 - El gran Imperio Británico marítimo y planetario se disuelve.
Segundo: 1990 - La Unión Soviética se desintegra.
Tercero: 2001 - Ataque y caída de las Torres Gemelas en Nueva York.
Cuarto: 2008 - La economía de Estados Unidos se derrumba.
Quinto: 2010 - Exposición Universal de Shangai. China, Rusia, India y Brasil (BRIC) construyen el nuevo eje del poder mundial, con la mitad de la población y la producción económica del planeta.
Sexto: 2010 - La Iglesia Romana se desploma moralmente por la corrupción sexual de sus sacerdotes.
Séptimo: El Crucificado, símbolo de la civilización de masas, es reemplazado por Maitreya, sin imagen, símbolo de la aristocracia del ser.
Conflicto permanente
La Humanidad padece un permanente conflicto de poderes, militares, económicos, religiosos y culturales, que derivan en guerras interminables. La sociedad de masas se manifiesta en la competencia violenta de sus componentes aunque sostengan los mismos principios por los cuales luchan. En la Primera Guerra Mundial las naciones adversarias eran capitalistas. La Segunda Guerra Mundial se decidió en Stalingrado. En economía la lucha es feroz aún dentro de una misma corporación. La interna de la Iglesia Romana deforma el evangelio que debe comunicar a sus fieles. En la familia padres, hijos y hermanos viven en permanentes conflictos. Aún entre seres que se aman intensamente se producen trágicos desenlaces, como Otelo.
Esta es la ley de la Raza Aria, vivir para la guerra, como los mercenarios que combaten en Afganistán. Los deportistas, los guerrilleros, los comerciantes, cada uno en su profesión, compiten violentamente para ganar. Uno gana y otro pierde y así, a través de siglos, milenios, la Humanidad ha evolucionado dando tumbos hasta desembocar en la inaudita sociedad actual de siete mil millones de seres masificados.
Modelo Acuariano
Los Acuarianos nos encontramos en una encrucijada difícil de crisis entre dos épocas que se contradicen desde la raíz: los hombres viejos, Piceanos, materialistas, monoteístas, en plena desintegración de la civilización de masas que han construido en batallas continuas, para sobrevivir en un mundo cada vez más chico, y los Acuarianos, recién nacidos, pocos, que apenas intuyen las leyes de la Renuncia, asomándose a los mundos plurales, sin combatir. Si un Piceano se enfrenta con un Acuariano le exige que le entregue lo que lleva encima y éste, contento, se lo da y se siente aliviado. No quiere nada. Lo que lleva encima es una carga que obstruye su libertad interior. El ladrón también está contento, porque tiene más. Quiere todo. En la síntesis espiritual de la Ordenación de Comunidad, en la última página de la Interpretación aparece: “Tengan los Ordenados siempre escritas en letras grandes, delante de sí, estas palabras: No ganar nada. No tener nada. No ser nada.” Efectivamente, en el dormitorio, encima de la cabecera de la cama, teníamos un gran letrero así.
La Sagrada Orden C.A.F.H. fue el primer modelo de vida acuariana diseñado por el Maestro Santiago con la ayuda de Savonarola (el Celador). Mientras vivió el Fundador sus miembros practicaban la Renuncia en las condiciones que permitía la sociedad de masas, cada vez más exigente. Fue una experiencia piloto que se desarrolló en varios países americanos con buenos resultados, al principio. Pero cuando murió el Fundador, sus continuadores se dejaron seducir por el mundo: viajes, dinero, casas de retiro lujosas y las obras de amor como los colegios fueron abandonadas. Igualmente las normas de la Renuncia expresadas en las Enseñanzas se modificaron y la Orden mística se transformó en una Fundación mundana que administra posesiones económicas. El mundo viejo devoró al mundo nuevo que nacía. Unos pocos sobrevivientes deambulan entre el gentío, con el Canon de Enseñanzas en las manos, buscando a los nuevos Acuarianos para transmitirles el legado espiritual. Es muy difícil. Estos son tiempos de fuegos artificiales donde la Humanidad del Pescado celebra sus propios funerales, en la única forma que lo sabe hacer: Una bacanal, en las corporaciones, la Iglesia, los espectáculos, los artistas, la guerra. Los portadores del Mensaje de la Renuncia deben esperar pacientemente hasta que llegue el amanecer del nuevo día.
Los viejos Piceanos y los Primeros Acuarianos viven en dimensiones diferentes que no colisionan entre sí aunque ocupen el mismo espacio, la Tierra. La civilización occidental monoteísta ha llenado el espacio físico del planeta, de polo a polo, y con las comunicaciones satelitales su envoltura vibratoria llega hasta cientos de kilómetros de altura. Son las dimensiones desde la piel hacia fuera con todos los sentidos usufructuando los dones de la naturaleza más allá de los posible, hasta el exterminio. Es una pasión magnética de vivir y actuar en línea recta imparable, como la codicia del dinero o la compulsión sexual; incorregible, una maldición.
La dimensión de los Acuarianos va desde la piel para adentro, hacia el fantástico espacio de los mundos plurales, infinitesimales, alternativos, reversibles, buenos y malos; la aristocracia del ser, de la cual el alma es reina exclusiva. ¿Cómo podría competir Santa Teresita de Lissieux con el super estafador Bernardo Madoff? Nunca se encontrarían aunque viviesen en el mismo edificio. Ahora en este tiempo convivimos los Acuarianos y los Piceanos y no chocamos ni pueden dañarnos, aunque lo intentaran. Sólo se harán daño a sí mismos. Las batallas de los Piceanos son sangrientas; por eso su símbolo es un hombre chorreando sangre. Los combates espirituales de los Acuarianos producen lágrimas y no tienen imagen.
Guías
Para vivir en este mundo no hay dificultad porque todos conocen sus leyes políticas, económicas y sociales. Para vivir en Acuario la guía visible son las Enseñanzas de Santiago Bovisio, que están distribuidas internacionalmente por Internet. La única experiencia grupal de esa manera de vivir fue C.A.F.H. que fracasó, y sus sobrevivientes aislados, se esfuerzan para comprender las leyes de la Renuncia, en el fragor de las batallas.
El Camino de los nuevos Americanos es solitario, silencioso y secreto. La unión entre ellos se produce por identidad y semejanza, no por convenciones. A medida que el Americano se despoja de las costumbres que la civilización, atavismo y karma han pegado a su alma, como las lapas marinas se adhieren al casco de un barco antiguo que ha navegado mucho y le impiden avanzar, poco a poco, desde el fondo de su ser empiezan a manifestarse las cualidades propias que le pertenecen desde el principio y, como nuevos nacidos, se mueven, hablan un lenguaje nuevo y despiertan los mundos plurales con sus maravillosos colores y sonidos; así van construyendo el palacio de su vida nueva.
Todos hemos tenido experiencias de ese rapto del alma hacia las dimensiones superiores, en el sueño y en la vigilia, con los ojos abiertos cuando por alguna circunstancia especial nos sumergimos en la belleza del vivir. Los artistas, músicos, poetas, narradores conocen bien estos estados místicos cuando el ser se conecta con los mundos interiores. Los místicos de todas las corrientes los experimentan con naturalidad, al principio por esfuerzo, luego por renunciamiento, finalmente como una forma de vivir permanente. Los niños que hasta los siete años están conectados con esos mundos, aunque no los comprendan ni los puedan describir, los expresan maravillosamente en la mirada y en la risa. No tienen temor, no tienen posesiones; tienen la vida al instante y la manifiestan con total desparpajo. El futuro de la Humanidad será como la vida de los niños, pero llenos de sabiduría.
Jesús dijo: “Si no os volvierais niños, no entraréis en el reino de los cielos.” El reino de los cielos son los mundos plurales, la felicidad. ¿Es posible volver a ser niño aunque se tenga ochenta años? Sí, por Renuncia. Los hombres comunes apenas entran en sociedad, jardín de infantes, televisión, trabajo, etc. acumulan cosas y experiencias recargando los fondos del barco con lapas de todos los océanos, hasta que a mitad de la vida ya no pueden navegar y lloran sin esperanzas hasta que se mueren; mientras el hombre de Renuncia, apenas se conecta con el Mensaje empieza a despojarse de la ropa vieja y los malos recuerdos, todos, externos e internos, para volver a ser niño.
Las dos Razas en contacto no se chocan; se entrecruzan sin colisiones porque están en dimensiones diferentes. En verdad, son completamente opuestas; una de la piel para afuera, la otra de la piel para adentro. En ambas hay batallas, pero el Acuariano no hace daño a nadie, ni a sí mismo. Mahoma decía que la disciplina de la vida interior es la verdadera guerra santa. Por lo tanto, los hombres no deben temer adentrarse en sí mismos porque nadie les hará daño. Aunque estén en el fragor de la vida cotidiana, si puede, penetre en los recintos de su alma y Renuncie a medida que vaya descubriendo las cosas que no le gustan. Es una tarea difícil con pocos resultados, pero aprenderá en el Camino. Desapegarse aún de las cosas necesarias brinda paz.
Pero aquél que toma una determinación y se aleja de los combates callejeros, buscando un sitio natural lejos del ruido mundano, en la llanura, en la montaña, en los bosques, encontrará los instrumentos ideales para el despertar de los mundos plurales que duermen dentro. Hay un movimiento general de personas y familias que se alejan de las ciudades, no sólo por seguridad, sino también porque encuentran en los campos un significado a la existencia. Especialmente si son una familia con hijos pequeños, y se van bien lejos, sin televisión ni periódicos, apenas una escuelita rural para aprender a leer y escribir, todos se desarrollarán armónicamente, los maduros aprendiendo a ser viejos, los viejos aprendiendo a morir en paz y los jóvenes aprendiendo a ser integrales. Los combates de Acuario son suaves, alegres y armoniosos.
José González Muñoz
Mayo de 2010