Reflexión N° 18 - Crisis
El veredicto del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, sobre la crisis económica, fue terminante: “La corrupción y el fraude destruyen el capitalismo y la libertad de mercados y, en general, las bases de nuestra sociedad”. No sólo los norteamericanos, víctimas directas, protestan y se preguntan angustiados qué va a suceder con ellos, sino el mundo entero está inquieto por lo que ocurrirá de ahora en adelante. Todo el sistema político brillante e inmenso, dominador y hegemónico después de la guerra fría, estalló en una burbuja de valores falsos, así como se derrumbó, diez años atrás, la poderosa Unión Soviética. El desplome del comunismo en las mismas entrañas de la URSS, el Politburó y la Nomenclatura del partido, por codicia, inmovilismo y ansias irrefrenables de poder, es el mismo fenómeno que ha llevado a la crisis de Estados Unidos: histeria del dinero sin límites, locuras, fraudes y falsedades en Wall Street y en los gobernantes de ese país. En el mundo globalizado y homogéneo, es imposible comprender la crisis norteamericana aisladamente; hay que estudiarla en un círculo más amplio, que incluya la caída de la Unión Soviética y lo que está ocurriendo en estos momentos en China. En realidad, hay que analizarla planetariamente, no sólo en las finanzas y el terrorismo, sino en todos los estamentos del cambio que está experimentando el planeta y la Humanidad, sus parámetros básicos, sus tendencias fatales, sus posibilidades, y las propuestas de la nueva era que ya ha comenzado.
Desde la Primera y Segunda Guerra Mundial del siglo pasado, la sociedad humana está entreverada hasta en sus detalles más pequeños, por las comunicaciones, el comercio, el estilo de vida igualitario, la irrupción de las masas en la vida pública y otros factores. Las ideologías políticas muy agresivas del capitalismo, fascismo, nazismo y comunismo, eran y son diferentes en las formas externas de sus axiomas, pero iguales en la lucha por el dominio del mundo. ¿Tiene sentido hablar de triunfadores? No; los países del eje perdieron la guerra; pero el totalitarismo que ellos fabricaron se impuso en todas partes. Hay un poder mayor que el de las naciones, a las cuales regulan en sus procesos de desenvolvimiento social, y del cual dependen: las fuerzas del cambio de una época que termina, y otra que deviene. Si no se entiende este contexto en el cual los pueblos hacen sus experiencias sectoriales, éstas tampoco se comprenderán y la gente sufrirá mucho por andar desorientada. Es lo que le ocurre a los norteamericanos, a los afganos destruidos, a los argentinos con su enorme cuota de delincuencia, en fin, a todos. En esta Reflexión hablaremos de la crisis del cambio, cuando Piscis se está transformando en Acuario ante nuestros ojos.
a. Comprender
Comprender lo que sucede a los hombres es esencial para aquellos que quieren vivir en paz; una toma de conciencia no elimina el dolor ni las alegrías, pero los ubica en su justo lugar y pueden ser nuestros compañeros amistosos. Cuando se ignora o se está equivocado, la angustia subjetiva se apodera de la mente y ya no se sabe cómo actuar. Los hombres tienen derecho a conocer la verdad de lo que sucede en el mundo, aquí y en todas las regiones. El factor que provoca ignorancia es conocer sólo una parte, la que nos roza físicamente, mientras el resto está en la oscuridad. Esta situación, fruto del egoísmo, distorsiona el diagnóstico de la realidad, y conduce a desgracias generales. Todo está unido vitalmente en un juego permanente de causas, efectos y el libre arbitrio de los individuos. Considerar que la crisis norteamericana es un problema de ellos, o que la guerra en el cercano oriente es un asunto interno entre judíos y palestinos, es un grave error, no sólo para los líderes mundiales, sino para el hombre común también.
El Mensaje de la Renuncia enunciado por el Maestro Santiago Bovisio abarca a toda la Humanidad, no sólo la actual, sino a los hombres venideros del período de Acuario. El magnetismo del Iniciado Solar Maitreya cubre todo el Planeta y perdurará durante el mismo ciclo. No hay una solución china, rusa o norteamericana, capitalista, socialista, cristiana o islámica, ni de ningún sector ideológico. Será universal o no será. Léanse los Libros XVIII “El Camino de la Renuncia”, y el Libro XIX “Los Mensajes”, en donde están explicados ampliamente los conceptos de la universalidad.
Comprender es participar. No significa estar informado de las noticias internacionales, sino que se ha logrado vencer el círculo personal y exclusivo de los asuntos que afectan epidérmicamente al individuo, la familia, el dinero, las enfermedades, para interesarse y sentir como propias las cosas que experimentan todos los hombres. La Humanidad es más que los 6.000 millones de seres que habitan el Planeta; es también el solitario que sufre y vive como todos, y aunque desconocido, es persona, con un destino superior al final de los tiempos.
Los juicios unilaterales son incompletos, y por lo tanto erróneos, porque el hombre vive alternativamente el par de opuestos: bien y mal, negativo y positivo, activo y pasivo, en un juego dinámico permanente que en el conjunto de los factores provoca resultados ineludibles. El exceso de un factor desequilibra el proceso, y sus efectos son las guerras, las miserias, los crímenes y la caída de la civilización. Así, el excedente de producción en los dos últimos siglos, sin compensaciones, orgullo de los retóricos del materialismo, ha llevado a la Humanidad al borde del precipicio, irreversiblemente, cuando se anuncian las bases de una nueva manera de vivir.
b. La Argentina
Tal vez sea la Argentina el país donde la crisis de cambio se presenta con más agudeza que en otras partes, y donde la gente manifiesta la más evidente desconexión con la realidad. Los argentinos viven en una pura ilusión, se refugian en la nostalgia de otros tiempos, creen que fueron los mejores, se pasan soñando un porvenir dorado en el primer mundo, y salen a las calles golpeando cacerolas. Si ganan algo, se ríen; si pierden, se ponen a llorar. La crisis de la Argentina no es económica, sino mental, por no saber ubicarse en esta época de transformaciones. Mientras sigan pensando en utopías alejadas de la realidad, van a seguir padeciendo.
El argentino es socialmente inmaduro, incompleto y provinciano. Si vive en un barrio de Buenos Aires, en la periferia, cree que ése es el centro de la nación y no quiere saber más allá del pequeño círculo en que se mueve. Le falta conciencia, le falta amor por lo que no comprende. Hay un dicho popular que suele repetir: “¡Yo, argentino!”, para indicar que no quiere comprometerse. A eso le llama ser libre. Lo mismo sucede en las ciudades del interior, y en ellas, cada uno en su parroquia está satisfecho. La crisis argentina es psicológica, individual, de una soberbia injustificada, por un lado, y de gran irresponsabilidad por el otro. De esa naturaleza conformista provienen las desgracias que se abaten sobre la gente y que nadie entiende: los golpes militares unos tras otros, la entrega a poderes extranjeros, primero a Inglaterra y ahora a Estados Unidos, la corrupción en todos los estamentos de la sociedad y del Estado, la horrible miseria y suciedad de las villas de emergencia, el exceso de producción de alimentos que se dilapida, la delincuencia callejera día y noche, y tantos otros fenómenos disparatados.
¿Qué posibilidades tiene el argentino para encontrar su identidad? Primero, afrontar la realidad, con su alma, con lo que realmente quiere, haciendo un examen de conciencia sobre lo que es y lo que no es. Segundo, bajarse del pedestal en que está encaramado; la vida no está hecha de ilusiones, estimaciones, apariencias, sino de crudas realidades todos los días, unas veces buenas, otras veces malas, otras muy malas. Tiene que ser despiadado con la auto compasión, y asumir la responsabilidad de ser un hombre. Tercero, acompañar, ayudar, compartir. En Argentina los necesitados son mayoría, tienen consenso de miserias, sufrimientos, soledad, enfermedades, incomprensiones. La solidaridad es el gran instrumento argentino para salir adelante. El Maestro Santiago ha tratado muchísimo el tema del hombre solitario que busca su camino. Recomendamos especialmente tres Libros: II “El Sacrificio”; XXIX “La Meditación Discursiva” y XXXI “El Buen Camino”.
c. La Ley Suprema
Si el hombre aspira alcanzar algún día la paz permanente en la sociedad, y la felicidad personal en sí mismo, tendrá que conocer y vivir la Gran Revelación dada por Dios en los albores de la Raza Aria, conservada por las tradiciones religiosas y por la Orden del Fuego original. Está desarrollada en sus siete postulados en el Capítulo 13 del Libro XXV “Teología”.
Dice en la Tercera Revelación: “La liberación del hombre, que éste ha de realizar por sí mismo, no de golpe, sino por etapas, naciendo, muriendo, reencarnando, pasando por los infiernos, purgatorios y cielos”. Sexta Revelación: “El hombre fundará toda su existencia sobre este concepto de bien y de mal, valiéndose de su mente racional que no tiene más elementos de los que le proporciona su mente animal, y de los destellos de su mente intuitiva”. Séptima Revelación: “El hombre ario entonces tendrá necesidad inherente de desarrollo moral, de anhelo de mejoramiento, de perfección y de dignificar sus actos”.
Siete son las etapas que tendrá que cumplir la Raza Aria desde sus comienzos hace 120.000 años con el Manú Vaivasvata para cumplir su misión. Estamos en la crisis de las transformaciones de la quinta a la sexta etapa, y si queremos comprender los cambios que están sucediendo en el mundo, ya que no podemos modificarlos, debemos conocer la Ley permanente de la Raza: conquista de la razón por medio de la lucha entre los pares de opuestos. Recomendamos el estudio del Libro IV “Historia del Hombre”, en todas sus Enseñanzas, ya que permitirá comprender las causas de la actual crisis mundial, y las características que presentan en todos los rubros de la actividad humana, incluso los íntimos, personales y secretos. Si no se acepta el pedido del Maestro Santiago reclamando una ética del bien y del mal, completa, reversible, transformadora, nunca se comprenderá la Ley Suprema, y los hombres saltarán de una orilla a otra de la corriente de la vida que pasa, inútilmente.
La gran corriente histórica es como un río torrentoso en el cual estamos sumergidos; oponerse a su fuerza es un contrasentido infructuoso que paraliza la evolución humana. Continuar la inercia del viejo mundo con sus axiomas y tendencias, el dinero, los enfrentamientos, las ideologías, la competencia, etcétera, es mortal para la sociedad y el individuo. Las masas continuarán con sus impulsos primitivos y serán destruidas por sus contradicciones, como ya está ocurriendo; pero el individuo puede salvarse si avanza por el Camino de la Renuncia “en la necesidad inherente de desarrollo moral, de anhelo de mejoramiento, de perfección y de dignificar sus actos”.