Reflexión N° 161 - Estados Unidos de Norteamérica
Mao Tse Tung, el hombre más inteligente del mundo en el siglo XX según los analistas políticos, en sus últimos años recomendaba a los chinos “Sigan cavando túneles y nunca busquen la hegemonía”; fue su testamento político. Y así ha sucedido hasta ahora; constituyen la nación más rica entre todas, no sólo en dinero sino en producción de bienes, primera en acero, cuatro veces más que Estados Unidos, primera en hulla, primera en alimentos vegetales y animales, primera en población, el ejercito mas grande, primera en exportaciones, educación de todos los niveles y salud gratuitos. Los trenes de pasajeros de Estados Unidos van a 120 km por hora, los trenes veloces de China a 130 km/h. La primera supercomputadora del mundo es china, la segunda es norteamericana y la tercera es también china. Las Olimpíadas de 2008 fueron un ejemplo de imaginación, orden y marcas deportivas. El nivel de vida es medio, igualitario. Hay personas muy ricas, pero no lo manifiestan. Y siguen construyendo subterráneos en todas las ciudades, como medios de transporte y como refugios para los momentos críticos, como ocurrió en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Son los primeros y, sin embargo, no son hegemónicos.
La hegemonía política internacional es una condición excluyente de los Estados Unidos desde sus orígenes. Ni aún en los momentos críticos de la Guerra Fría abandonó esa posición. La Unión Soviética tan poderosa como superpotencia, jamás compitió en ese asunto. Defendió sus conquistas en peligro, pero no salió de sus fronteras. Norteamérica retiró sus cohetes atómicos de Turquía e Irán, no atacó a Cuba y dirigió sus ejércitos hacia un lejano país agrícola, Vietnam. Había que manifestar la imagen de ser la primera potencia a cualquier costo, Corea, Cuba, Vietnam, Irak, Afganistán, etc. Perdió todas las guerras, pero no es indispensable ganarlas mientras tenga el dominio mundial de la prensa y la voluntad hegemónica.
Es importante que los lectores de las Reflexiones consideren el tema de la posición norteamericana porque marca el destino de la civilización cristiana en sus últimos tramos y así terminará. Fueron los creadores de la bomba atómica y del bombardeo nuclear de Japón poniendo fin a la segunda guerra mundial. Así creó un karma fatal para toda la Humanidad, el fin de la Quinta Subraza y los próximos milenios, tema que hemos tratado muchas veces en estas páginas y también otros autores. La mayor parte de la imaginaria literaria y cinematográfica de nuestros tiempos se ocupa de la catástrofe terminal.
La supremacía política de Estados Unidos sobre el resto de las naciones capitalistas es real y efectiva, no sólo sobre los gobiernos, sino sobre los ciudadanos, millones de personas que, sinceramente, aceptan el liderazgo norteamericana. La aspiración de estos países, latinos, africanos y de otros continentes, menos los comunistas, es vivir en la patria del Ratón Mickey, viajar a Disney World y cenar en el último piso del Empire State. Para los profesionales trabajar allí es maravilloso, con un Master de alguna Universidad USA. Hay una anécdota sabrosa de la guerra fría después de la crisis de los cohetes cubanos. Nikita Krushef hizo una visita oficial a Estados Unidos para dejar las cosas en paz. Los encargados de atenderlo le ofrecieron visitar el lugar que quisiera, las acerías, los campos de maíz, las instalaciones atómicas, las plataformas de lanzamientos espaciales. Pero Nikita, que tenía humor ruso, respondió: “No me interesa, tenemos cosas mejores en nuestro país. Pero me gustaría visitar Disneylandia; es lo mejor de Estados Unidos que nosotros no tenemos”. Lo llevaron y Nikita, siempre jocoso, abrazó al Ratón Mickey que lo recibió en la entrada y dijo a los periodistas: “Es lo mejor que tienen del pueblo norteamericano. Deberían exportarlo”. Los periodistas guardaron silencio y siguieron filmando.
En las últimas etapas de la civilización cristiana el mundo es capitalista en la forma norteamericana, no sólo del dinero sino del comportamiento humano, empresario, familiar e individual. Así como piensa y actúa una familia del norte de cualquier nivel económico, alto, medio o muy pobre viviendo en una pieza como muchos argentinos, o un gran departamento en el Parque Central de Nueva York o un piso en Puerto Madero, en edificios inteligentes y autos de lujo en las cocheras, el estilo de vida norteamericano está en todas partes, en algunos como la realidad de todos los días y en otros como una ilusión. En las casas de lata de las villas miseria de Argentina sobresalen las antenas satelitales que reemplazan la vida por la ilusión de las pantallas, los almuerzos de Mirtha Legrand, el espectáculo pornográfico de Marcelo Tinelli, los partidos de “fútbol para todos”, el gran hermano internacional y todo lo demás. En Estados Unidos los televidentes permanecen seis horas diarias promedio mirando y comiendo chatarra, cada día mas gordos; en Argentina y resto de América el promedio es el mismo. La hegemonía norteamericana no proviene de sus portaviones inútiles paseando por los océanos, sino del estilo de vida decadente que el resto de la Humanidad imita ciegamente.
La hegemonía política militar es el resultado de una sociedad capitalista que hace de la competencia su manera de vivir en todas las circunstancias y niveles, desde los deportes hasta el juego de la bolsa. La expresión más clara y concluyente en la vida moderna son los Estados Unidos, por encima de las viejas naciones europeas. El que triunfa tiene razón en todas las competiciones y las leyes están a su servicio, como se ve en el quehacer cotidiano, incluso en los tribunales.
¿Es posible una vida feliz con el triunfalismo como objetivo excluyente, el número uno de las marcas deportivas y el dinero abundante, los viajes? Si se observan imparcialmente las competencias por cada triunfador que llega al primer puesto hay cien, miles de fracasados que quedan en el camino con el rostro amargado, la cabeza gacha caminando hacia el camarín y la droga (caso Mardona). El final lo conocemos. En Argentina tenemos un ejemplo que todos recuerdan, el boxeador Mono Gatica. Después de algunos triunfos terminó muriendo bajo las ruedas de un colectivo completamente borracho. Así se puede ver actores y actrices de fama mundial, capitalistas como Madoff en la cárcel, políticos como Hitler con un tiro en la cabeza. Reagan completamente enfermo del cerebro, el Papa Juan Pablo II en un aparato con ruedas y sin poder hablar a las multitudes. ¿No se habría realizado más perfectamente en una parroquia de Polonia como sacerdote humilde, simple, aconsejando a los campesinos? La codicia en todas las actividades produce sufrimientos a los demás y a sí mismo y cuanto más alto sube más dolorosa es la caída. Hay que imitar a los hombres ejemplares que vivieron humildemente; no fueron ellos los que se subieron a un pedestal de autosuficiencia, sino los beneficiados con sus obras quienes los levantaron bien alto, en todas las actividades. Y éste es el tema de la Reflexión: Estados Unidos busca la hegemonía en todo y caerá, arrastrando al mundo. Los buscadores de la verdad, discípulos de la Renuncia, se ocultan, desaparecen, trabajan silenciosamente en un pequeño círculo y viven armoniosamente sin competir.
Los que más buscan son los más equivocados porque todos sabemos que hay un solo número triunfador, la muerte, el fin inexorable en los hombres y en las instituciones. Hitler prometió un Reich de mil años y duró doce, con la ruina total de Alemania que era una potencia mundial; las antiguas civilizaciones han desaparecido dejando ciudades muertas, leyendas y nada, hasta los continentes se hunden y no se sabe bien dónde estaban Atlántida y Lemuria. ¿Qué se puede esperar, entonces, de un simple mortal que no pasará un siglo de vida, juntando dinero y propiedades, otros mandando ejércitos y dictaduras, haciendo muchísimo daño, creyéndose hegemónicos aunque sea por un período presidencial, juntando dinero y poder en su imaginación y terminando como perros muertos? No; mejor es renunciar a tiempo.
Estimado lector de las Reflexiones y estudiante de las Enseñanzas de la Renuncia: Si tiene una casa propia y trabajo permanente con una familia equilibrada que puede sostener con dignidad, cualquiera sea el nivel socioeconómico y el lugar en el mundo, ¿para qué arriesgar la tranquilidad doméstica en aventuras de competencia cuando lo que se ve en todas partes, aquí en Mendoza muy codiciosa, o en una ciudad mediana de la Federación Rusa, son proyectos ilusorios tirados a la calle? El Maestro Santiago enseñó que no hay que cambiar de molde, sea el que sea, económico, religioso, en el campo o en la ciudad, arriba o abajo, sino perfeccionar el que se tiene en el momento de nacer porque ese nacimiento es el resultado de muchos siglos de aprendizaje integral dirigido por los Santas Maestros en las escuelas del plano astral. Si usted investiga la vida íntima de aquellos que quisieron sobresalir por encima de los otros, verá manchas de sangre, M. Monroe, Carlos Monzón, R. Hudson. Hughes, Pinochet, etc. Y si mira a los que conoce que deseaban sobresalir sin necesidad, verá fracasos y sufrimientos, no sólo en ellos sino en los que confiaron. Lo mejor es permanecer pequeños, ignorados, cumpliendo las tareas que le impone la vida personal, sin competencia, sin buscar sobresalir entre miles que buscan lo mismo.
Los habitantes de Estados Unidos no son los primeros, sino los más ambiciosos y dirigen sus esfuerzos de supremacía hacia los débiles. Cuando ocurrió el terremoto en Puerto Príncipe destruyendo todo, envió diez mil marines sin que nadie la pidiera nada. Era un acto de hegemonía en un pequeño país devastado del Caribe. Lo mismo ocurrió en otras partes. Esta política no nace de las computadoras de la CIA sino del corazón de los dirigentes. Lo que se ve en la política internacional es lo que está escondido. Los que gobiernan ese país son millonarios que llegaron a los primeros puestos por competencia económica y lo que aparece en la prensa es lo que tienen guardado: codicia.
Así como las naciones no conocen la amistad, sino intereses propios, los particulares que compiten tampoco luchan para sobresalir sobre los adversarios comerciales, aún en pequeña escala, supermercados, farmacias, verdulerías, gerentes de empresa, taxis en la calle. Lo mismo en las escuelas primarias con premios y exámenes de fin de curso. Lo mismo en los partidos de fútbol y en la calle.
Competir para ganar trae sufrimientos. Lo mejor es renunciar.
José González Muñoz
Julio de 2011