Relato N° 49 - Sol Ra

Es difícil describir un mundo que no existe en un Planeta desconocido que tampoco se ve y la tradición esotérica anuncia como una premonición del Plan Divino, pero ya apareció en las secuencias de los Relatos. Igualmente cuesta dibujar con palabras la felicidad anunciada por Michaël para todos, aunque la literatura abunda en escenas de felicidad imaginada por algunos. En el Camino de la Renuncia el fin lógico de caminar sin descanso es felicidad porque las posesiones y los apegos provocan desgracias. Los Relatos no han salido del escenario doctrinario de las Enseñanzas; por eso los protagonistas que renunciaban llegaron al Planeta de la Felicidad. Quienes se aferraban a sí mismos perecieron y la Tierra, limpia de escorias, quedó para los Acuarianos. Un buen trampolín para saltar hacia el astro prometido.

Los estados interiores, cuando los hombres se han liberado de la invasión de las masas, responden a historias individuales, son diferentes unos de otros, intransferibles, no se pueden canjear, son obligatorios, agradables o desdichados. El Planeta de la Felicidad es un mundo donde cada uno ve reflejada su identidad en las cosas que encuentra, fenómeno parecido a ciertos sueños que son proyecciones del subconsciente. Pero el Planeta es consistente, energético y dinámico, unido a cada individuo por un estado de oración infusa. Se mantiene en creación permanente, una sinfonía de vida, un ballet de historias personales, una comedia del arte que los actores hacen y deshacen. Se vive allí en estado de renuncia. Es el Planeta de las realizaciones soñadas.

Io-Seph llegó a Sol Ra para vivir su historia. Pero ¿tiene historia? Ninguna o la de todos. El mismo Michaël le señaló el oficio de escribir las expresiones del amor divino en la vida cotidiana de los terrestres cuando dominaban las tendencias oscuras del egoísmo. Pero ya no vive en la Tierra y fue invitado a continuar su tarea entre hombres felices. ¿Podrá escribir relatos interesantes? ¿Tiene adversarios la Felicidad? Sí; ella misma, cuando sus poseedores no renuncian al fruto conquistado y se petrifican con una sonrisa en el rostro, como las fotos de las modelos. Porque la Felicidad está en la Renuncia continua, no en una posesión. ¿Seguirá Io-Seph contando relatos? O la ceniza. No lo sabe todavía. Mientras tanto realiza sus primeros paseos por Sol Ra que es muy hermoso.

Enseguida que pisó la hierba consistente, diferente a la que conocía, crujiente, musical que se quiebra como la escarcha y caminó unos pasos entre árboles frutales, tomateras que balanceaban sus frutos rojos, y algunos conejos que comían frutilla, lo recibió una antigua amiga y compañera de aventuras: Rore. Estaba cambiada, tan joven como siempre, su rostro se había suavizado y vestía ropas campesinas al tono con la huerta. “Io-Seph; cuánto me alegro que hayas venido. Te va a gustar y encontrarás amigos en todas partes”. Io-Seph la observó con admiración y le dijo: “Rore; no imaginaba que estabas aquí, rodeada de plantas tan lindas.” Ella respondió: “Ya no me llamo Rore, ni Escarlata; ahora me dicen Rosita, porque siempre me gustaron las flores. Cultivo de todo, hortalizas, flores, frutales, trigo, lo que se me ocurra y los Solares que no tienen huerta vienen a cosechar. También comen los buenos animales que tanto quiero, ovejas, caballos, liebres, pájaros en bandadas como puedes ver. Hay para todos. Acompáñame y te mostraré mi tarea.” Recorrieron la hermosa huerta que no tenía cercas, espantapájaros, ni casa, porque Rosita dormía donde le parecía mejor, siempre acompañada de su gacela preferida y algunos conejos. Encontraron corrientes de agua y senderos de animales. La felicitó y ella respondió: “En la Tierra fui guerrera y luché hasta el holocausto contra los enemigos de la paz. Entonces la Madre Abbhumi me llamó y me trajo a este lugar para que conociera la Felicidad. Sabía pelear, pero no sabía ser feliz. Ahora lo sé.”

Unos días más tarde, caminando por los extensos pinares de las montañas, encontró otro amigo, Luis Ulhat, mencionado en los primeros relatos cuando guardaba la tumba del Maestro Santiago. El Venerable, como se lo conocía, ahora destaca un espléndido cuerpo de fuego de color rosado, manifestación de un elevado estado espiritual. Como tenía el don de estimular la germinación de coníferas, por donde pasaba pronto surgían plantitas que, en un par de años, recogía en cestas de mimbre y las plantaba en los linderos del bosque, o iniciaba uno nuevo más lejos. Después de los saludos, le dijo: “En este planeta donde lo efímero es costumbre y sus habitantes viven sin apegos, es su naturaleza, su manera de ser, necesitan estar cerca de seres vivos con raíces profundas, que sirvan de apoyo para balancear la tendencia a volar siempre. Los árboles enseñan, dan ejemplo de firmeza a través de los años, represan en sus ramas la brisa del aire que se evade, escapa. Sol Ra es un planeta muy joven, en formación, y los Solares están deslumbrados ante la libertad de una dicha renovada cada día. Los árboles les mostrarán el reposo, la resistencia y la entrega final.” Io-Seph le respondió, admirado: “Ulhat, te llamaban venerable por la hondura de tus palabras. Lo que dices es sabio, porque la Renuncia es el equilibrio armonioso de todas las ideas.” Pasaban los días y los meses, Io-Seph estaba satisfecho vagando de un lugar a otro por los paisajes más estupendos que pudiera imaginar, siendo recibido y atendido en todas partes con cariño y exquisita cortesía: casas espléndidas, comidas de primer nivel con sabores nuevos, audiciones musicales que brotaban mágicamente de algunos rincones; pero todavía no sabe qué hacer. No había visto niños y preguntó por ellos. Si, vivían niños y lo guiaron a un jardín para que los viera. Al llegar, tuvo la sorpresa de encontrarse con una antigua amiga de la tierra: Leda Iose, con tres chicos de cinco, siete y diez años. “¿Y estos chicos?” preguntó. “Son mis hijos”, respondió Leda, pero aquí vienen de manera distinta a como alumbran en la Tierra. Y le explicó: “Cuando me conociste en la Tierra al final de la antigua raza, yo estaba casada, pero no podía tener hijos. Y así en todas las reencarnaciones que experimenté, hasta que Don Santiago me trajo al Planeta de la Felicidad. No hay matrimonios ni gestación materna. Cuando una mujer está preparada mentalmente y quiere un niño, recibe el mensaje que le enviarán uno. Si lo confirma, pronto llega un núcleo de luz en cuyo interior brilla una estrellita, imponderable, que ella cuidará y protegerá en lugar seguro bajo los rayos del sol. El tiempo de gestación energética es variable y el cuerpo de fuego va creciendo hasta que llega el momento que rompe la cáscara y sale. No hay vagido ni llantos y entienden lo que se les dice mentalmente. Son mis hijos, les enseño a vivir armoniosamente y me han hecho feliz.”

Io-Seph recorre incansablemente el planeta, parecido a la Tierra, pero tan diferente. No tiene océanos, sino pequeños mares con agua dulce de diversos colores que se puede beber. Las montañas son bajas, más bien colinas cubiertas de hierbas, donde prosperan bosques por doquier. Llueve regularmente y rara vez nieva unos copos multicolores. A veces acompaña a un personaje que conoció en la Orden del Fuego, Tino, un joven de buen carácter, servicial, dispuesto a atender las necesidades de los demás, aunque no se lo pidan. Cumple una tarea que le complace enteramente y la realiza a entera satisfacción de todos. Cuando llegan forasteros, aunque fuera uno solo, se desvive para recibirlos con todos los honores y ofrecerles comodidades, lugares y objetos que necesitan y continúa la asistencia el tiempo que fuera necesario. Le dijo a Io-Seph: “La felicidad parece fácil, un regalo de cumpleaños, pero es complicada. A medida que satisfacen un gusto, de los sentidos o de la mística, surgen otras posibilidades que yacen ocultas y esperan ser satisfechas. ¿Cuál era la enfermedad de los Reyes en la Tierra? El aburrimiento. El Planeta de la Felicidad es muy difícil de habitar, aún para los perfectos. En ellos, las imperfecciones son sutiles. Mi tarea es vigilar y enseñar a los Solares cuál es la medida de la felicidad. Aquí, la principal norma no es el desapego, sino la contrariedad analógica. Con la experiencia van aprendiendo a manejarla. En las regiones más altas, con pocas arboledas y algunas pasturas, vive la antigua Ñusta IArka, que ofreció hermosas escenas en los Relatos junto a sus compañeros de aventuras. Ya no es una anciana de 150 años, sabia y prudente; ahora en su nuevo hogar es una joven de suaves colores del fuego que cuida su rebaño de alpacas y vicuñas caminando por los senderos mientras va hilando en el uso. La llaman Pastora y mientras hila, dice a Io-Seph que la ha visitado: “Vine junto con Rosita y nos visitamos. Ella me trae muchas hortalizas, especialmente choclos dulces, y yo le doy telas para vestidos. He vuelto a mis raíces de juventud y no dirijo a nadie, ni doy consejos porque en este Planeta la gente descubre por sí misma lo que debe hacer y lo hace. Ya no soy sabia, como antes, porque vivo las horas de cada día. Soy hija del Sol como todos. No necesitamos sacerdotes.” “Pastora, dice Io-Seph. Has encontrado tu felicidad en el espíritu de simplicidad. La capa que me dio el Maestro y tanto me ayudó, quedó en la Tierra. Pronto volveré para que me tejas una manta que me abrigue en las noches claras”. “Con gusto y tendrá como adorno una gran estrella de siete puntas,” contestó riendo.

Io-Seph continuó su peregrinaje por el Planeta de la Felicidad vagando de un lugar a otro, conociendo los más hermosos paisajes que los Solares cuidan como jardines, animados con pavos reales, golondrinas, palomas, tucanes de grandes picos, venados, gacelas, elegantes caballitos, cebras y muchos más. Está contento, pero no sabe qué hacer. Ha pasado un año y no se ha decidido, no sabe elegir. Entonces, en una noche de muchas estrellas, vino a su mente un mensaje del Maestro, tal vez el recuerdo de una Enseñanza que conoció en la Tierra. A la mañana siguiente caminó muchos días hacia el norte y cuando encontró un lugar solitario, con pocos árboles y un manantial de agua clara, se quedó para siempre. Llevaba en el bolso semillas de trigo que sembrará para hacer pan. Y guardó silencio.

El mensaje dice así: (Curso VI, Nº 1.- 1947). “Hemos de permanecer en adoración de amor en el santuario de nuestro templo interior. No hay lugar más hermoso ni más seguro, como ya lo dijo el Gran Maestro: “Busco refugio en la Divina Madre, en las Enseñanzas, en la Gran Corriente. Se ha trabajado demasiado en estos últimos años, se han inventado demasiado cosas nuevas, se ha movido demasiado en paz y en guerra la Humanidad sin encontrar un átomo de felicidad. Volvamos a la soledad, a la oración y al silencio. Que nada ni nadie ocupe nuestro pensamiento. Si deseamos decir una palabra de salud y de vida ¡callen nuestros labios! Si deseamos hacer algo ¡cesen nuestras peregrinaciones! Quedemos en nuestro santuario único. Aquí conoceremos a Nuestra Divina Madre que es la Dispensadora de la felicidad.”

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