Relato N° 46 - De Vuelta al Hogar

Desperté en mi antiguo dormitorio de rocas en la Comunidad de Ordenados del interior del volcán, antiguamente llamado Lanín, junto al lago Huetchulafquen, de América del Sur, donde comencé la peregrinación de los Relatos. Me pareció que no habían pasado los años y debía levantarme como todos los días. La suave luminosidad de la Barrera Radiante rutilaba por las paredes de basalto incrustadas con cristales, muy veteadas con rayas de mármol verde. La vertiente de la izquierda todavía mana agua cristalina que me gusta beber cae goteando en una fuente del piso y se escurre por el rincón de siempre. Me siento muy bien, arropado con mantas de vicuña. La sala es amplia, sencilla, con la piedra sin labrar, ni decoraciones. Junto a la pared un ropero sencillo de encina guarda las cosas que tengo, ropas, sandalias de esparto, mantas, capas, capucha y nada más. Me doy vuelta a la derecha y encuentro a Emérico, C.G.M. de la Orden, sentado en un sillón frailero junto a la puerta de entrada, observándome en silencio, sonriente. Nuestra amistad es tan grande que no hay necesidad de saludos; me alegró mucho verle con buen semblante, bien conservado como siempre, de mayor edad, con cabellos blancos, venerable.

“¿Cómo te encuentras?”, me preguntó acercando el sillón. Nosotros no usamos camas ni colchones; descansamos en el piso sobre una manta de lana sin almohada. Me senté recogiendo las rodillas. La ropa que uso es nueva, de alpaca muy suave sin teñir, tejida por las Ñustas en el Altiplano especialmente para Ordenados, con tramas invisibles de fórmulas protectoras de salud y bienestar perdurables.

“Tengo la sensación que nunca abandoné la Comunidad y estoy con fuerzas para otro viaje. Me siento recuperado.”

“Las Ordenadas de Tiahuanaco, cuando supieron que estabas de vuelta y enfermo, enviaron ropas especiales con intensas radiaciones de salud. Son las que llevas encima y contribuyeron a tu pronta sanación. Los chacras estaban desgastados, sin vida, por las andanzas en el mundo, la incursión en la Burbuja de los cerebros y la caminata por el desierto australiano. Ahora estás como nuevo. ¡Y sí! Tal vez haya un próximo viaje diferente al que hiciste; pero no hablaremos de eso ahora. Vuelve a la rutina de la Observancia porque tienes mucho que hacer. Hay que poner orden en las informaciones y debemos registrarlas en los Anales. Descansa; tienes tres días de dispensa y puedes ir donde quieras. ¿Qué deseas comer? Es la hora del almuerzo.”

En esos días recorrí el laberinto de grutas y corredores, inmenso, interminable, que constituía el sistema completo de la comunidad del Huetchulafquen, séptimo chakra magnético del planeta al cual están sujetos los demás centros del continente sudamericano. No se conoce exactamente su origen, pero se conjetura que fue el destino de una de las corrientes que partieron del Asia Central a la caída del Monte Kaor. Según una de las Enseñanzas Escritas del Maestro Santiago anteriormente estaba ubicado más al norte, en las desgastadas montañas de San Luis que luego, por razones desconocidas, se corrió hacia la actual ubicación, el interior de un volcán apagado en Los Andes. En un trabajo anterior a estos Relatos que lo preanuncian, “Supervivencia en las Estrellas”, los últimos capítulos describen muchos aspectos del sistema que allí lo dibujan como una estrella analógica de gran poder que producen transformaciones espirituales comunes a los Acuarianos con Cuerpo de Fuego. Visité con cariño la sala de los niños durmientes donde perduran los primeros que investigaron el poder de la gruta, en el interior de cristales vibradores tal como fueron depositados miles de años atrás por el “Guía”; la gran cúpula donde siguen girando los siete discos de oro cristalino que comunica a los hombres con las dimensiones astrales superiores; el portal del sol naciente donde chocó el bombardero autómata en la ultima guerra atómica extiende su terraza sobre el lago donde los monjes practican vuelos de ingravidez, como hacían los primeros chicos que descubrieron en los discos los senderos del cuerpo místico para formar una estrella de siete puntas y volar como los elfos.

Entré a la rutina comunitaria fácilmente porque es la mejor manera de vivir, sin preocupaciones, sabiendo de antemano qué vamos a hacer, como se practicaba diez mil años atrás en las Comunidades del Fuego, creadas por el Maestro Santiago, con un bío ritmo semejante al de la naturaleza, en tiempos activos y tiempos pasivos, trabajos y estudio, grupales y solitarios. Los integrantes que se autodefinen “Hijos de la Madre”, o Hijos simplemente, cumplen la misma reglamentación, desde Emérico, la autoridad suprema, hasta el último joven ingresado. No tienen posesiones, cosas, privilegios ni tratos especiales; integramos un cuerpo místico de alcance ilimitado. Por el grado de Renuncia alcanzado y la perfección en el cumplimiento de las regulaciones, esta Comunidad está entrelazada con las otras agrupaciones distribuidas por el mundo en los sitios estratégicos magnéticos del sistema terrestre: Hogaard, Teotihuacán, los Himalayas, Hiperbórea, etc., todas. Las comunicaciones permanentes con naves, telepatía, viajes astrales conforman el sistema de una Comunidad integrada planetaria de tiempo real.

De inmediato me puse en manos de los superiores más sabios para entregar las informaciones, no sólo de la memoria, sino grabadas en el subconsciente y cada uno de los centros psicosomáticos del organismo que conservaron “recuerdos” de las experiencias. Por ejemplo: ¿Qué habían logrado extraer los cerebros flotantes en la burbuja central? En la práctica la operación fue un largo examen retrospectivo desde el momento que inicié el viaje hasta que regresé hace pocos días, unos diez años en total. La información es considerada importante para el funcionamiento de la vida planetaria durante el tiempo Acuariano.

Fuimos a la bóveda de los discos giratorios y nos ubicamos sobre ellos, yo en uno y los sabios en los otros seis, posición yacente, sincronizando nuestras mentes en vacío coordinado, como los antiguos egipcios del Templo de la Sabiduría cuando realizaban la muerte mística, aunque ahora no buscamos la destrucción de los chakras, sino su potenciación. Los principales centros magnéticos se conectaron en red astral y la información es registrada por todos. De alguna manera es una imagen local de la Gruta de los recuerdos, séptimo plano mental, que suelen consultar los estudiosos de la filosofía rásica.

No relataré la experiencia porque es lo que está dicho en los cuentos aunque hay detalles y episodios registrados en el inconsciente que no aparecen en los relatos. Uno de ellos se refiere a mi último encuentro con el Maestro Santiago en las montañas del Asia Central, cuando me regaló la capa que tanto ayudó en los momentos de peligro. Al llegar a ese episodio, el examen se convirtió en Aleph, punto luminoso que da comienzo a una historia completa y como no supe más de mi maestro, me concentré en el Aleph, conocí toda la historia de la Piedra Negra y las aventuras del Maestro para encontrarla. Pero esos maravillosos acontecimientos son argumentos del próximo Relato.

No puedo precisar cuánto tiempo duró el examen que se realizó sin interrupciones ni cortes, sino ilado desde el principio hasta el fin. Cuando los superiores consideraron que la tarea se había cumplido satisfactoriamente, desconectaron el lazo magnético que nos unía y poco a poco recuperamos nuestra espontaneidad individual. Permanecimos largo tiempo inmóviles y luego, según las fuerzas de cada uno, nos retiramos a nuestras habitaciones. Fui el último.

La Comunidad continuó su ritmo cotidiano con las características y objetivos de la institución, el perfeccionamiento integral del ser, y de vez en cuando me llamaban, incluso de otros centros, para que ampliara informaciones sobre capítulos del viaje.
Después del informe, los acontecimientos de la Era Americana se precipitaron avanzando hacia el desenlace de muchas incógnitas que habían quedado sin resolver y que fueron presentadas a lo largo de los Relatos. En la última Asamblea de Plenilunio, reunida en Hiperbórea y dirigida por Maitreya, los Grandes Iniciados de diversas corrientes expusieron los problemas de la Humanidad y sus expectativas. Sanat Kumara, Regente del Sistema Planetario, presente, al despedirse de la Humanidad sin tomar una decisión, invitó a otra Asamblea futura, cuando los hombres resolvieran sus diferencias. El tiempo esperado llegó y el Maitreya convocó a una Asamblea en Urania, Polo Sur.

Emérico, Gran Maestre de Huetchulafquen, nos reunió en la bóveda de los discos y, fiel a su estilo, expuso las cosas en un discurso solemne: “Los ideales de una vida superior que el Maestro Santiago presentó a la Humanidad en el umbral de los portales de la Nueva Era por medio de la Orden del Fuego, en las Enseñanzas escritas y en el alma de sus discípulos fieles, brillan ahora con máximo esplendor en todos los estamentos de la existencia terrestre. El Planeta está en paz. Las fuerzas telúricas han equilibrado sus movimientos y actúan armoniosamente bajo el control de los Iniciados del Fuego que las conducen. Los hombres, ubicados en las regiones más aptas para el cumplimiento de sus funciones según el adelanto integral de cada individuo, trabajan en el cumplimiento de los objetivos de la Raza Americana, armonía de valores materiales y espirituales. Las guerras de conquista y dominio han concluido. Las falsas expectativas de la tecnología sin alma, cambiando la vida por mecanismos artificiales han desaparecido. Finalmente, la Idea Madre de la Raza Aria ha aparecido a la luz del día. El Maestro Santiago encontró la Piedra Negra donde el Manú Vaivasvata grabó con su mano, en signos eternos, el destino del hombre y la trasladó al lugar más santo del Planeta, la Tierra de Urania, donde se plantó la simiente humana. El Gran Iniciado Solar Maitreya ha convocado a los Iniciados del Fuego a una Asamblea de Plenilunio que se desarrollará en el Polo Sur, junto a la Piedra Negra y a los pies del Regente, Serafín Michaël. Deseamos ansiosamente que la incógnita pendiente de la Asamblea anterior en Hiperbórea, la unidad de la especie humana, haya sido resuelta y que el Gran Ser nos señale los nuevos caminos de la perfección. ¡Hijos de la Madre: preparaos para el encuentro! A medida que progrese el anuncio iré señalando las misiones y nombrando a quienes me acompañarán. La Comunidad necesita el máximo de pureza para recibir las buenas nuevas.”

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