Relato N° 41 - Peregrinando
Voy caminando por las hermosas tierras de Indochina, no lejos de la costa, entre montañas cubiertas de selvas, incontables arroyos y una fauna maravillosa de monos parlanchines, pájaros de todas las especies, mariposas increíblemente coloridas y muchos elefantes. Es la mejor manera de registrar señales del Amor Divino: el planeta en estado natural, libre de codicias y posesiones, sin proyectos mecánicos, artificios disparatados, caminos, postes de señales ni restos de fogatas. Por suerte se acabaron las naciones, el progreso, las leyes y el desarrollo. La naturaleza se expresa espontáneamente en ritmos apropiados. Región tropical por excelencia, manifiesta una vitalidad desbordante como en tiempos lemurianos, mejor aún, con recursos a la mano para vivir en la abundancia, animales, vegetales y yo también que deambulo sin preocupaciones; cuando tengo apetito estiro la mano y cosecho frutos exquisitos, descendientes de los que plantaron allí los androides en la última etapa de la civilización. ¿Desaparecieron? No, por cierto; muchos se salvaron en la espesura de los bosques, cuevas en las montañas y refugios pantanosos; los robots no pudieron encontrarlos. Además, la última batalla fue rapidísima y se resolvió favorablemente para los pobres androides también. Quedaron abandonados en las tierras desvastadas y cuando pasó el peligro salieron a la luz del día, tímidamente, con miedo. La experiencia había cambiado su anterior agresividad a niveles de animales desprotegidos, indefensos, sin recursos, como las ovejas y los pandas. Muchos siglos de civilización los habían privado del elemental instinto de defensa. La naturaleza, en esas zonas, proveía lo necesario, alimentos, refugio, agua y otras cosas básicas. Cuando encontraba alguno, se escondía en el matorral y allí quedaba silencioso, temblando. (Yo tenía experiencia por mis viajes en América en situaciones parecidas y con paciencia me acercaba y le hablaba. No huían tampoco. Los terribles combates con los monstruos esféricos los bloqueó mentalmente, como un niño del siglo XX d. C. ante una película horrorosa del televisor. Víctimas permanentes, nunca comprendieron el poder de la inteligencia artificial ni su perversidad.) Se quedaba encogido, mirándome, con un intenso sentimiento culpable. Me sentaba a su lado y siempre tenía en el bolso algunos regalos atractivos para romper el hielo, campanitas, caramelos, papeles brillantes, cristales. Dejaba que me tocaran y los escuchaba todo el tiempo que quisieran; parecían chicos perdidos en el bosque o un discapacitado mental extraviado. Sin embargo, eran hombres y mujeres adultos que pocos meses atrás transitaban las calles de Macao y el puerto bullicioso sitiado por sus enemigos que visité con los Elfos.
Las quimeras habían desaparecido. Fueron exterminadas por los robots sistemáticamente con voluntad obsesiva propia de esos aparatos. Las consideraban competidoras en el dominio de los espacios, incluyendo las profundidades marinas, en una civilización mecánica, aritmética que consideraban exclusivamente suyas. Los robots odiaban los laboratorios genéticos donde se reproducían y fueron los primeros objetivos de sus ataques. Perfectamente detectados en sus memorias fisgonas los alcanzaron el primer día de la invasión desde el mar y los fumigaron con virus, gases y enfermedades. Exterminaban los seres vivientes al servicio de laboratorios, organismos pensantes rudimentarios que competían con su inteligencia artificial. Luego, las esferas rodantes blindadas, estériles, letales penetraban en los edificios y completaban la destrucción. Si pudiéramos definir una ética del comportamiento diríamos que la característica relevante de la inteligencia artificial es la soberbia y el rasgo destacado de las quimeras, desde esa óptica, es el apasionamiento desmedido de los sentidos
Las quimeras eran frágiles genéticamente y desde las primeras experiencias de laboratorio debieron ser recompuestas periódicamente en sus patrones originales. Constituían un tipo de vida orgánica nuevo de unos pocos miles de años y no podían competir con los códigos genéticos naturales de millones de años de antigüedad, como el que poseen las abejas. Desde el comienzo fue un emprendimiento irracional, fruto de la vanidad de los investigadores. Esa misma conducta creó robots de todo tipo, forma y función, en permanente competencia unos con otros, que llevó a la desmesura y, en consecuencia, al vaciamiento de sus recursos. Las grandes factorías eran desiertos frenéticos incomprensibles que lanzaban millones de productos innecesarios para reemplazar los existentes. Las cadenas de producción no se detenían; los hombres se convirtieron en consumistas forzosos. Estas tres líneas artificiales de existencia: androides, humanos con historia que degeneraron a nivel animal, robots, autómatas que pretendieron reemplazarlos y quimeras, mezcla de los anteriores que convierten la vida en simulacro, habían llegado a un punto de involución sin retorno. El Planeta, en el tiempo de los Relatos, había cruzado el punto de inflexión marcado energéticamente por la barrera del Maitreya. Los Acuarianos tenían futuro con sus cuerpos de fuego en la creciente radiación solar. Los restos de la antigua Humanidad se extinguen sin dejar recuerdos y son cubiertos por las arenas del tiempo.
Los Androides son humanos con alma inmortal y aunque hayan degradado en el final de la raza, como aquéllos que en épocas pretéritas tuvieron que hacer la experiencia del bien y del mal y dejaron grandes lagunas en el recorrido de la Historia, yo me preguntaba, mientras peregrinaba: ¿Qué tiene preparado el Señor Michaël para estos pobres seres que nada poseen, nada esperan? ¿Habrá un lugar de paz, aunque sea pequeño y desolado, que los acoja para llorar lágrimas de arrepentimiento? ¿La Humanidad seguirá siendo una, dos o varias, como las especies animales? ¿No fueron Dioses en las primeras experiencias terrestres? ¿Llorarán en su retorno a los planos espirituales o tendrán nuevas oportunidades? ¿Qué podemos hacer los Americanos para ayudar a los Dioses caídos?
Los grupos humanos que definitivamente pertenecen a la sexta Subraza Americana, Acuarianos en América, Nuevos Celtas en Europa y Flores de Loto Blanco en Kashmir, aproximadamente tres millones de seres, uno de cada región, enseguida que fueron eliminados los robots y las quimeras, se pusieron a trabajar organizados en la reconstrucción integral de la Tierra, como ya habían hecho en África, manteniendo las características ambientales que tenía antes de la irrupción de la civilización tecnológica, en el marco de las nuevas condiciones energéticas que regulan los ritmos de la Naturaleza, modificados por la alta vibración radiante establecida por el Fuerte Libertador.
Una mejor comprensión de los Relatos próximos será posible con el conocimiento de los trabajos que emprendieron los hombres para la rehabilitación de la Tierra en los nuevos parámetros de convivencia. Los nativos en América se dedicaron a completar la reconstrucción en las zonas orientales que habían permanecido en manos androides como ya hemos narrado en los primeros Relatos, en tierra y mares adyacentes con sus poblaciones acuáticas. Los miembros del Loto Blanco se esparcieron en los grandes espacios de Asia Central a partir de sus asentamientos en Cachemira. Los Nuevos Celtas, que estaban bien organizados en Europa, según los patrones de la Cuarta Subraza, se trasladaron en largas caravanas al Lejano Oriente y Oceanía y ocuparon las zonas destruidas cercanas al Océano y de los supervivientes, calculados en un millón de Androides, el más difícil de los problemas. Considerar esta cuestión es importante ahora, porque no hay mayores diferencias estructurales entre esos Androides del futuro y los de hoy, 2008 d.C.; lo que se diga a favor de ellos, terapias sociales y espirituales, recuperaciones y destinos, servirá para los actuales moradores en esta triste época decadente.
La tradición del conocimiento a lo largo de la Historia, oral y escrita, dividió los fenómenos complejos asimétricos en base al número siete: 7 son los centros energéticos en el hombre, 7 las Razas Raíces de la Humanidad, 7 las Subrazas, 7 los planos astrales, 7 las maravillas del mundo antiguo y así indefinidamente. Es una clasificación didáctica aplicada a las cambiantes actividades humanas de todos los tiempos y se basa en la magia de ese número primo de un simbolismo particular: el hombre completo: “El Ser es simultáneamente septenario si se divide en las siguientes partes: 7. Cuerpo Físico, 6. Cuerpo Astral, 5. Cuerpo Energético, 4. Mente Instintiva, 3. Mente Comprensiva, 2. Mente Intuitiva, 1. Espíritu.”
Pero ahora estamos experimentando un momento especial. El nodo de inflexión, cero de involución y cero de evolución en el camino ascendente hacia el espíritu, no retrocediendo sobre las huellas como siempre pretendió el enemigo, Lucifer, Inteligencia Artificial de línea recta, sino dando la vuelta completa al círculo de las Rondas, sobre territorio desconocido. El mundo no se solidifica más; el hombre tampoco. Dijo el Maestro en una Enseñanza: “Desde ese año 1945, desde ese 16 de junio, todos los hombres que quedaron en pie estaban destinados para ver el principio de la nueva raza. Ese día prepararon allí, en ese desierto americano, la primera bomba atómica cuya energía se levantó a los ojos del hombre como un monstruo desconocido, avasallador, que paralizaba todos los sentidos. Desde ese momento se ha entrado en la nueva raza.” Más aún; no acrecienta más, no adquiere más cosas ni experiencias, no se agranda. A partir del punto de inflexión, por contradicción analógica, sigue la Ley de la Renuncia y abandona lo que posee, lo que ha ganado, lo que no es. Empieza a vivir la mística del holocausto ardiendo integralmente, como individuo y como especie. Las huellas son cenizas. El Ser asciende hacia el espíritu.
Empezamos a contar y dividir la Historia de otra manera, no acumulando razas, posesiones y conocimientos, sino sabiduría, la revelación del misterio por iluminación, la verdad que está “escondida en el corazón” que señalan las tradiciones de la antigua simbología. “Y EHS se mostró en todo su esplendor. El esplendor de EHS es el relámpago, el fulgor de la última ilusión, que resume en sí toda la historia, desde que el ser salió del seno de Dios hasta el momento en que está por reintegrarse a Él. Antes de lanzarse al Abismo Eterno, mira IHS todo su pasado, resume todas sus experiencias hechas, para dejar allí en la orilla, una semilla de él, que volverá a recolectar cuando nuevamente surja de lo Eterno para empezar otra Ronda de manifestación.”