Relato N° 36 - Una Larga Marcha
Ha transcurrido un mes desde el encuentro con el Loto Blanco. El asunto era tan grave y urgente que envié Elfos con mensajes documentados de la información que me entregaron a los principales centros de la Orden del Fuego, Manes, Sumo Sacerdote del Hoggard, Uxmal, Superior de Teotihuacan en Norteamérica y Emérico, Superior de Huechulafquen en América del Sur. En pocos días, tres grandes naves aéreas descendieron en las afueras del puerto y allí tuve el encuentro con los enviados, no en tierra, sino en el espacio; se elevaron y permanecieron sobre Macao, inmóviles, como los antiguos platos voladores. Encontré a dos conocidos de estos relatos, Adelphi Rake y Rore, más otros discípulos que conocía de años atrás. Conferenciamos varias veces pues traían directivas precisas para actuar de inmediato. En este relato no me ocuparé del ataque de los robots; quedará para otras narraciones, sino de la marcha de los emigrantes del Loto Blanco hacia el Oeste que, de hecho, había comenzado.
Nosotros, los Hijos de la Orden del Fuego, no combatiremos. Nuestra misión es proteger la retirada de los emigrantes, calculados en un millón de individuos, ayudando todo lo que fuera necesario, dada la superioridad operativa de las naves, ya que los nativos y los robots no tienen capacidad de vuelo. El plan era el siguiente: Adelphi Rake con una nave cubriría la costa Norte, desde Macao hasta Manchuria. Rore, con otra nave ocuparía el Sur hasta la península malaya completa. Yo, con la tercera, permaneceré en Macao en contacto permanente con la cúpula del Loto y como reserva en apoyo de los otros dos. Los robots agresivos del Océano seguían invadiendo islas que no habían alcanzado, hasta ocuparlas completamente, incluyendo Australia. Afianzarse en ellas, destruyendo toda oposición, incluso algunos tipos de robots independientes, les llevaría tiempo; pero seguían firmes en sus objetivos, sin variaciones. Esta estrategia militar rígida permitía a los emigrantes una mejor organización del éxodo, que se había preparado de la siguiente manera:
Los dirigentes del Loto Blanco eran sabios y prudentes; pensaron que una operación de envergadura continental debía tomar como ejemplo a los sabios antiguos y planificaron la marcha como hizo el Manú Baivasvata al comienzo de la Raza Aria y desde las mismas regiones. Dividieron al éxodo en diez secciones independientes que partieron desde otros tantos centros de concentración de la costa y por diversas rutas se encaminaron hacia el centro del continente, donde los Himalayas se unen con los Hindu Kush, en el hermoso país de Kashmir, algunos por el norte de los Kuen Lun, otros por el Tíbet y los demás por el sur de los Himalayas, siguiendo la cuenca del Ganges. Una de las naves estaba a mi disposición, con tripulación completa bien preparada; con mis compañeros y las autoridades del Loto Blanco hicimos una recorrida completa del frente, donde los dirigentes de la emigración iban dando las órdenes de partida. Previamente, por sugerencia de Adelphi, se eligió un chino de alta jerarquía como Jefe Supremo de toda la operación, al que llamaron Mao, en recuerdo de un antiguo estadista que fue famoso en el siglo XX d.C. y realizó una hazaña parecida. Mao eligió los jefes de cada columna de marcha y revisó los preparativos. Puse a su disposición mi nave y tripulación para adelantar e inspeccionar los preparativos. Mao iba y venía desde la península malaya hasta Corea; resultó ser un conductor tan eficiente como su ilustre antecesor. Cuando estimaba que un grupo de cien mil individuos estaba preparado, daba las órdenes de partida, al mando de un Jefe capaz elegido por los emigrantes. En poco tiempo, las diez columnas se habían puesto en camino, con toda clase de vehículos de esa época, tirados por elefantes, camellos, bueyes, caballos y toda clase de animales capaces de cumplir el trabajo. Los nativos, quimeras y robots que no pertenecían al Loto miraban esas largas columnas sin comprender y se apoderaban de las propiedades que habían sido abandonadas, casas, campos, muebles y demás pertenencias que no se podían transportar y a las que no regresarán.
Mientras tanto, los Hijos del Fuego organizaban a los androides y quimeras en la defensa de sus territorios en la medida de lo posible ya que estos seres no estaban dispuestos a sacrificar lo que tenían, sean objetos o costumbres. Pocos respondieron y se internaron en los bosques, no lejos de las costas. Los Jefes americanos recomendaban desmantelar los robots, aún los más primitivos y simples, porque estaban contaminados con virus informáticos introducidos subrepticiamente en el transcurso de los años y se activarían en un momento predeterminado cuya clave estaba en manos de los grandes robots del mar. Cuando esto ocurriera se producirá una rebelión general. Pero este tema será desarrollado en los próximos relatos ya que el actual se ocupa de la marcha de los Hijos del Loto Blanco hacia el Oeste, buscando los valles de Cachemira.
Por otra parte, los Americanos de la Nueva Era se preparaban para la salvación del planeta, dividiendo la resistencia en tres áreas: Europa y África, América del Norte y América del Sur, con sus respectivos centros interconectados, temas que relataremos en los próximos capítulos. Los grandes robots invasores ocupaban el Océano Pacífico y poseían armas desconocidas de gran poder. Los Americanos no usan armas; su fuerza está en ellos interiormente y necesitaban la unión, ¿Cuál de estos poderes triunfará? El futuro de la Humanidad está en juego.
La velocidad de avance de las columnas variaba según las condiciones del terreno y la oposición de robots infiltrados. Las columnas del norte encontraron grandes dificultades por las montañas y los desiertos; en cambio al sur de los Himalayas, con un clima tropical y amplias llanuras, se desplazaban fácilmente. El éxodo había sido proyectado tiempo atrás y los dirigentes habían estudiado los itinerarios más convenientes. Pero no habían sospechado la infiltración de robots del mar que permanecieron ocultos y silenciosos hasta que recibieron las señales de actuar, con virus informáticos coordinados con fechas y otras señales, por ejemplo, un eclipse. Atacaban las columnas directamente cuando las encontraban; también los androides y quimeras nativos en esos lugares. Sus acciones estaban programadas contra humanos y derivados orgánicos, quimeras, trasplantados, androides, etc. Las columnas marchaban muy concentradas, en grupos compactos, con una amplia cobertura de vanguardia despejando el terreno. Los viajeros prepararon, entre los jóvenes, soldados dispuestos a combatir y en grupos activos, con las armas que disponían, eliminaban todos los autómatas que encontraban. Como la situación se había puesto difícil en algunos sectores, de Occidente enviaron más naves aéreas, con Iniciados del Fuego especializados en temas robóticas. Ocuparon posiciones de vanguardia detectando presencias cibernéticas, no con equipos técnicos, sino con sus facultades parasicológicas, que no fallaban. También enviaron muchos terapeutas para sanar a los enfermos y heridos; la Comunidad del Titicaca envió a todas las Ñustas aptas en sus propias naves con drogas y se distribuyeron en las columnas más carenciadas. Además trasladaron voluntarios jóvenes de Europa que, sin pertenecer a la Orden del Fuego, seguían las ideas del Maitreya y tenían una gran capacidad de trabajo. Se ubicaron muchos kilómetros por delante de la vanguardia, con herramientas y equipos preparando la ruta, como los ingenieros de los ejércitos antiguos. Además, un contingente de voluntarios numeroso procedente de Europa Oriental y que vivían como los antiguos Celtas, se encaminó hacia los valles de Cachemira, que estaba deshabitada, y preparó viviendas, cultivos y demás servicios para los viajeros. Era una demostración de solidaridad planetaria, espontánea, natural, sin Estados ni organizaciones internacionales. El Mensaje de la Renuncia era una realidad entre los hombres nuevos y el Amor de Michaël se manifestaba en todos. La primera emigración realizada al comienzo de la Raza Raíz Aria, hace 130.000 años, bajo la conducción del Manú Baivasvata, según los textos tradicionales, duró setenta y siete años luchando con las inclemencias del tiempo invernal de los Himalayas y los Kuen Lun, hasta llegar al actual desierto de Gobi, en aquella época un gran lago. La emigración del Relato duró un año hasta llegar a Cachemira; luchó contra los robots del mar.
Los grandes robots del mar utilizaron los ríos para penetrar en el continente. Ocupaban burbujas esféricas elásticas para desplazarse cambiando de forma a voluntad y produciendo movimientos ondulatorios apropiados, como las mantas oceánicas y otros peces que no usan aletas, sino la ondulación del cuerpo. En otros casos eyectan chorros de agua, como los pulpos y los calamares. Extraen la energía del mismo elemento por transmutaciones químicas avanzadas. Se comunican por ondas electromagnéticas, en el espacio y en el agua. Todos, hasta el más diminuto robot, están comunicados y dependen de los grandes ordenadores sumergidos en el centro del Océano Pacífico. De manera que la larga marcha era una carrera entre emigrantes que avanzaban por tierra y los invasores que se movían en las corrientes de agua.
Cuando habían transcurrido dos meses y habían penetrado cientos de kilómetros, Mao desplazó a los soldados que sabían luchar desde la vanguardia a la retaguardia con la misión de impedir el desplazamiento de los invasores por los ríos. Idearon muchos artificios semejantes a los que se utilizan para la pesca, desde grandes redes que atravesaban las corrientes de costa a costa, hasta explosivos flotantes, minas magnéticas y ácidos corrosivos. Los perros eran feroces cazadores de los artefactos que se desplazaban por tierra. Se incapacitaban los robots con medios simples, golpes, lanzas que penetraban las burbujas y las cubiertas, ácidos, fuego. Los autómatas, fuera de su medio artificial, se comportaban como bestias primitivas con instintos elementales.
Finalmente, al cabo de un año de marchas y sufrimientos, las columnas llegaron a destino por diversas rutas y en tiempos distintos. Encontraron una de las regiones más bellas del Planeta, con recursos permanentes, viviendas y caminos preparados por los nuevos Celtas. Las pérdidas humanas no fueron elevadas. Mao organizó al pueblo sabiamente siguiendo las Leyes de la Renuncia. La mayor parte de los voluntarios que acudieron de Europa, enamorados del paisaje, decidieron permanecer en el lugar y se unieron a los viajeros. Para protegerlos de nuevos ataques, los Maestros rodearon los Valles de Kashmir con una triple Barrera Radiante e intensificaron su poder, para que ningún extranjero pudiera ingresar por tierra o agua, sino por aire en las naves que manejaban los Iniciados del Fuego. Kashmir se convirtió con el tiempo en un poderoso centro de sabiduría y felicidad, cuya influencia se extendió por Asia durante la Nueva Era, hasta el fin de la Raza.