Relato N° 32 - Androides, Quimeras y Robots

(Explicación necesaria: Al llegar a este punto de los Relatos Acuarianos el conflicto de las ideas se encuentra en un punto crítico, tal como está ocurriendo en los días que el autor escribe, pero didácticamente aclarado en sus directrices fundamentales para que se comprendan. Hoy, año 8 de la Era Americana, la confusión social es completa y nadie sabe distinguir el bien del mal, el pasado del porvenir, la religión de la economía; los senderos se bifurcan en un laberinto sin salida. Es un problema insoluble para la mentalidad moderna. En los Relatos las cosas son claras: los androides, quimeras y robots están en un lado, coherentes en sus contradicciones; del otro lado, los Acuarianos se comportan con acciones y pensamientos perfectamente definidos. Esta manera de presentar las fuerzas humanas en conflicto ayudará a comprender la doctrina de la Renuncia cuyas ideas en las Enseñanzas no están clasificadas y, a veces, parecen compactas y herméticas, difíciles).

Rápidamente descendí de las alturas de los Kuen Lun dirigiéndome hacia el Oriente buscando las fuentes del Río Amarillo que desemboca en el Pacífico, irrigando las mayores concentraciones humanas. A veces utilizaba la capa celeste como parapente y planeaba hacia los llanos. Verdadera maravilla de artesanía futurista, servía para muchas cosas; nunca pasé frío con ella y ofrecía un confiable acondicionador del clima. Tenía la capucha tan bien confeccionada que podía cerrarla completamente, como el traje de un astronauta, podía aislarme del exterior e incluso ingresar en otras dimensiones inexpugnables. Liviana y suave, en el revés las Ñustas habían entramado fórmulas y software mágicos muy útiles para quien pudiese leerlos y utilizarlos correctamente; las Hijas del Sol conservaban la sabiduría Atlante y la ponían a disposición de los Iniciados del Fuego. Yo había aprendido a manejar los programas en el Templo de la Iniciación de Teotihuacan en encarnaciones anteriores.

Al llegar al gran río de Oriente seguí su curso, caminando por la ribera y navegando en embarcaciones de pescadores, para encontrar manifestaciones humanas que fueran atractivas en mis crónicas. Me acompañaban algunos servidores de la Tierra que había utilizado en la incursión por los túneles del Atlántico Sur. Ellos permanecen en sus dimensiones respectivas, invisibles para los androides y atienden mis pedidos de alimentos, recursos, defensa o lo que fuese. Además, estoy viajando en territorios que aún conservan costumbres sociales primitivas, como el comercio, el dinero, la propiedad privada, la corrupción, etc., necesitaba algo que sirviese de intercambio para conseguir algunas cosas como viajar en embarcaciones, informaciones, entrevistas y estos androides eran tan codiciosos e inescrupulosos como los antiguos humanos de la civilización del dinero. En algunos casos, como se verá más adelante, necesitaba tener mucho en mi bolsillo para conseguir cosas, pero no era ningún problema, gracias a mis servidores de la Tierra. Bastaba pedirlo para que de inmediato, mi bolso se llenase de monedas antiguas de oro y plata, piedras preciosas y otros objetos de intercambio entre androides news, quimeras insaciables y robots corruptos. Algo semejante al dinero electrónico de los Bancos antiguos. Como sucedió con el ilustre Conde Saint Germain en la Europa del siglo XVIII, mis servidores saqueaban tumbas y templos en ruinas y, con habilidad sobresaliente, aportaban todo lo que les pidiese.

Para el lector de los Relatos no será difícil imaginar la sociedad asiática del milenio diez por que es parecida a la del siglo uno que poseía los mismos ingredientes humanos, sociales, financieros y morales desordenados. En un breve esquema presentaré esos constituyentes para que se comprendan mejor las secuencias de mis reportajes.

Androides: Son humanos nacidos por reproducción, natural o artificial y su mente es elemental con pocas neuronas en funcionamiento. Sus cuerpos invisibles se disuelven después de morir y reencarnan rápidamente desde los últimos planos astrales, sin aprender las Enseñanzas de los Santos Maestros. Cada vez es mayor el porcentaje de los nacimientos defectuosos producidos por clonación, con ovarios múltiples en matrices animales y quimeras creadas especialmente para esa función. La esterilidad de las mujeres es casi total. Se ha llegado a crear embriones sintéticos en laboratorios para reemplazar a los genéticos que no se producen espontáneamente.

Quimeras: Son animales diferentes que producen los laboratorios utilizando órganos de diversas especies como un mecano biológico, con un objetivo utilitario. Intensamente practicado en los comienzos del Siglo Uno en vegetales y animales que producían alimentos como productos fabriles, trajo graves defectos genéticos en la raza humana. Cuando se empleaban equipos avanzados en su composición, como inteligencia artificial, cerebros humanos y de simios, las quimeras servían de matrices para embriones, trasplantes de órganos, experimentos de laboratorio y trabajo esclavo.

Robots: Armados con materiales diversos, metálicos, cerámicos, plásticos y orgánicos, son productos fabriles con una función específica, especializada. Se utilizan en fábricas, oficinas, transportes, fuerzas armadas, seguridad y comunicaciones. Su historia es muy antigua, desde el siglo XX, d.C.. A lo largo de los siglos, los robots se había multiplicado en número y variedad, desde minúsculos ingenios que necesitaban microprocesadores para construirlos hasta mastodontes que no se pueden mover; fábricas completas funcionan como un robot único, incluso ciudades grandes, en la costa del Pacífico, formaban gigantescos robots inteligentes, habitadas por autómatas que actúan como humanos y los imitan. Utilizan quimeras y discapacitados como esclavos. Los robots constituían la fauna del décimo milenio, tan exótica, pintoresca e imprevisible como las especies animales y vegetales de la naturaleza. Pero lo que en las especies naturales era inocencia espontánea, en las especies artificiales era malicia y cálculo.

En el centro de China, todavía se llama así, aunque no tiene estatus político determinado, con ciudades importantes y gran movimiento de gente, vehículos y autómatas incansables, me desplazaba con cierta comodidad, ya que había entendido las reglas del juego sociales y las jugaba. Les llamaba la atención mi traje celeste y les explicaba que se usaba en las tierras de América. Esa región les provocaba recelos y perplejidad. Eran ignorantes, analfabetos y oscurantistas como los primitivos americanos. El desarrollo superior se había desarrollado únicamente en centros místicos apartados como en el antiguo Egipto entre los elegidos por sus cualidades interiores. Las masas decayeron en los más bajos niveles culturales y morales; la tecnología elemental les ofrecía los pocos beneficios que les sujetaba y los robots se multiplicaban por sí solos, en fábricas automáticas subterráneas. ¿Dónde encontraré las pruebas del Gran Amor de Michaël? Los hombres se han transformado hasta límites insospechados y cuesta reconocerlos. Pero si el Señor lo dijo, las encontraré. ¿Acaso los hombres no eran ángeles en sus comienzos, cuando empezaron a descender hasta la materia? Lograron conocerla y trabajar con ella, como les habían señalado, a un precio muy alto. Siguen siendo hombres, a pesar de todo. Han llegado hasta las cenizas. Debo encontrar las pruebas del amor de Dios, incluso en las cenizas. Porque desde los abismos ascenderán, paso a paso, hasta volver a ser ángeles con la sabiduría del Cosmos. La Humanidad debe recorrer el Camino de los Místicos de la Renuncia. Encontraré huellas de la fuerza del Amor de Michaël.

He caminado muchas semanas por estas zonas montañosas cubiertas de bosques que han recuperado su antiguo esplendor, con variedades casi desconocidas de árboles, helechos y bambúes. La fauna es igualmente abundante y variada, de animales e insectos prodigiosos, productos de mutaciones genéticas por la radioactividad, la ingeniería y la evolución en un medio transformado. La población humana está dispersa y diezmada, con recursos primarios como los que aparecen en América; viven en cuevas y chozas de bambú y unas pocas aldeas. Lo que más llama la atención es la ausencia de niños; son pueblitos de ancianos unidos por afinidades y la necesidad. La esterilidad de las mujeres es completa y comprar un chico es muy caro. Es el objeto más codiciado y muchas veces es imposible conseguir uno, incluso en sociedad con otros grupos para compartirlo en horarios determinados.

Había entrado a una aldea pequeña de unos 30 habitantes viviendo colectivamente, cuando llegaron unos carromatos conducidos por quimeras, del sexo femenino, servidas por robots de mediano porte armados con largos cuchillos. Eran vendedoras ambulantes de niños pequeños que podían mantenerse por sí mismos, caminar y comer solos. Despertaron gran agitación en los aldeanos alrededor de la jaula donde eran transportados, cuatro varones y dos chicas, vestidos con harapos en medio de frutas y hortalizas a medio comer. Los robots mantenían a cierta distancia a la gente mientras las quimeras pregonaban su mercadería. Las mujeres hablaban con los chicos y le tendían las manos, llamándolos y algunas de ellas rompieron en llanto desesperado. Los aldeanos preguntaron por el precio, pero era tan elevado que, aún juntando el dinero de todos, no podían comprar el más barato.

Me acerqué a los vendedores y hablé con la patrona del negocio, una quimera más animal que humana, grosera y repugnante. Pregunté por los precios y me fue señalando el valor de cada chico, tal como estaba; pero yo quería todos, para dejarlos libres en el pueblo. No tenía problemas de dinero porque mis servidores de la Tierra me entregaban al instante la cifra necesaria. La quimera me dijo: “Treinta monedas de oro”. Metí la mano en mi bolso y saqué un puñado de mexicanos oro antiquísimos; habían más de cincuenta piezas y las arrojé al suelo para que todos las vieran. Las vendedoras los recogieron y se mostraron conformes con grandes carcajadas. De inmediato abrieron las jaulas y los aldeanos alzaron los chicos y se los llevaron, ahora llorando más que antes, de alegría. De inmediato ordené a los vendedores que se fueran y, con recelo, se alejaron sendero abajo, peleando entre ellos por el reparto del oro. Los robots también querían su parte, pero fueron eliminados de alguna manera especial y quedaron retorciéndose en el suelo, en corto circuito.

Quedé solo en medio de la aldea. Los campesinos se habían refugiado en algún lugar, apartado de la espesura del bosque, con sus niños. Me dije: “El llanto de esas mujeres sin esperanza ¿no es señal de la fuerza del Amor de Michaël?” Me sonreí conociendo la respuesta y me alejé.

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