Relato N° 8 - La Puerta del Sol
Estoy ante Tiahuanaco, la Puerta del Sol, junto al lago que todavía es llamado Titicaca, en el altiplano del Continente Sudamericano, esperando a los Acuarianos reencarnados de los antiguos Incas que tienen aquí su Comunidad, en casas de piedras. Dos compañeros de mi Comunidad del Huechulaufquen llegaron a este lugar el mismo día, viajando directamente desde la Patagonia en una máquina voladora de gravedad controlada. Se llaman Solem (Azul) y Leus (Violeta), de la misma edad, semejantes como hermanos gemelos y visten túnicas con los colores de sus nombres. Los tres, sentados en cubos de granito frente a la Puerta, inmóviles y silenciosos, aguardamos a las personas que nos recibirán.
Tiahuanaco es un monolito anterior a los Incas y se ha conservado en el altiplano por más de 20.000 años. Tiene relieves en la superficie representando a los Dioses Solares que han perdurado más allá de civilizaciones y catástrofes. Por encima de los relieves, en escala mayor, se ve una segunda puerta translúcida, como una caja de cristal, protegiendo y conservando la piedra; es un cuerpo de fuego semejante a los nuestros, muy brillante, que se ha manifestado dentro de la vibración establecida por el Maitreya. La Puerta del Sol es una y está constituida por varios cuerpos, algunos visibles, como la piedra, la caja radiante y otras secretas que comunican espacios y dimensiones diferentes. El paso hacia los mundos plurales se efectúa por la puerta.
La Comunidad mística del Altiplano es exclusivamente femenina y habitan uno de los centros energéticos principales del Continente donde descarga sin interrupciones el Poder de la Gran Corriente, con una misión exclusiva que se explicará en otra oportunidad. Sus monjas son numerosas, dirigidas por siete mujeres experimentadas que poseen el más alto grado espiritual que se puede alcanzar en la Tierra; son, a través de los milenios, las Vírgenes de Inti, el Dios Solar.
Nos ponemos de pie y esperamos respetuosamente. Una fila de siete figuras femeninas avanza desde el fondo del gran patio, cruzan la Puerta y abriéndose en abanico, nos saludan con reverencia pronunciando el universal versículo del encuentro: “¡Ahehia ote Hes!” Respondemos: “¡Eret Hes ote Ahehia!” (La Divina Madre es, Y su vida es Eterna). Luego, conducidos por la Superiora, cruzamos la Puerta y avanzamos hacia las construcciones del fondo. Ya he estado anteriormente en este lugar cumpliendo misiones que me ordenaron desde la Patagonia y conozco a las sacerdotisas.Visten largas túnicas de alpaca hasta los pies y un velo blanco muy fino cubriendo la cabeza hasta la cintura. Las túnicas son de varios colores según el nombre de cada una: IArka (rojo), IOrmuzd (anaranjado), IShemesh (amarillo), IRas (verde), ISolem (azul), IEliho (añil), ILeus (violado). Uno de sus oficios es el hilado y tejido de telas de alpaca y vicuña que luego proveen a las diversas comunidades del continente. El transporte es fácil y rápido en vehículos no tripulados que los acuarianos poseen y utilizan corrientemente. En la Nueva Era no hay comercio y el dinero es desconocido.
El monasterio de Tiahuanaco es numeroso, con cientos de Ordenadas que cumplen el nuevo sistema de vida desde hace siglos, sin alterar ni modificar las regulaciones establecidas. Ingresan desde niñas y permanecen hasta la muerte, orando, trabajando, sosteniendo las ideas de la Raza Americana con firmeza ejemplar. Son longevas, por encima de los 120 años de edad, en buen estado de salud y activas. Cuando consideran que su presencia en la Tierra es innecesaria, provocan la muerte voluntaria, como hizo la legendaria Cleopatra, Reina de Egipto. Todas las monjas están preparadas para la muerte mística, que es atributo de los Acuarianos. La muerte por enfermedad o accidente está completamente superada para aquellos que están de este lado de la Barrera Radiante. Quienes quedaron del otro lado, los viejos Teutones, perecen como siempre, enfermos, por violencia o suicidio, en el dolor. Estas diferencias es uno de los motivos de mi viaje hacia el Norte, por el camino del peregrino, mirando, escuchando, registrando ideas, fenómenos y sentimientos, a mitad del tiempo de la Edad Americana. Mi peregrinación es muy larga y debo dar la vuelta completa al mundo para conocer la situación humana y animal, geográfica y ecológica, material y espiritual.
En el altiplano del Lago viven sólo mujeres en Comunidad y se rigen por normas de clausura, dirigidas por las siete Sacerdotisas antes mencionadas. Más abajo, en valles y montañas vecinas, están los campesinos con sus familias practicando la agricultura tradicional y las antiguas costumbres sociales incaicas. Son residuos de las últimas tribus atlantes que mantuvieron sus características raciales, a pesar de los cambios y las destrucciones de la civilización occidental. Los campesinos respetan a las Ordenadas y nunca suben al altiplano; las relaciones entre ambos son esporádicas. En ciertas ocasiones, las sacerdotisas, ataviadas con trajes ceremoniales vistosos, recorren los valles para curar enfermos, consagrar lugares magnéticos, bendecir campos y elegir niñas que se integrarán la Comunidad. Con su presencia y los cantos sagrados depuran la tierra y los ríos, invadidos por detritus y elementales dañinos, restos del pasado que vuelven a través de los campesinos. La autoridad y el poder de la Comunidad de las Sacerdotisas del Altiplano son reconocidas mundialmente y en ciertas ocasiones es solicitada su presencia física para ciertas cuestiones muy importantes, como la depuración de sitios contaminados por elementales dañinos, la fundación de nuevos centros magnéticos y el consejo en Asambleas de Sacerdotes. Entonces viajan por el continente americano, que está bajo su protección, en naves aéreas que manejan con facilidad. Hay otro centro femenino de igual importancia en el centro de Asia, que visitaré oportunamente.
Nos ubican en unas casas de piedras sin labrar cerca de la Puerta y luego recorremos los maravillosos jardines que rodean las construcciones del Monasterio. En una urbanización natural, libre y armoniosa, lucen las más bellas plantas que uno pueda imaginar: helechos fosforescentes, orquídeas multicolores con pétalos móviles, bambúes de los trópicos, árboles florales que cubren el piso de pétalos azules, naranjas y violetas, espléndidos rosales, naranjos, bananeros, melones y sandías entre el pasto, parrales con tentadores racimos negros y una infinidad de plantas medicinales sabiamente combinadas por afinidades y mutuas simpatías. En el aire y entre el follaje, vuelan jilgueros, calandrias, palomas, colibríes, enjambres de abejas y otros insectos luminosos, resultado de las mutaciones genéticas. También se ven alpacas, gacelas y otros mamíferos que se acercan curiosos y permiten que los acaricien. Más allá pacen caballos, ovejas y algunas quimeras clonadas que son atendidas cuidadosamente. No hay ninguna cerca, lazos, ni jaulas; los animales están en plena libertad. Los Acuarianos se alimentan de vegetales, frutas, hortalizas, miel y no utilizan a los animales para trabajar. Tampoco tienen máquinas de labranza. Lo que necesitan para comer y vestir lo producen con las manos. Las Monjas de Tiahuanaco son campesinas y obreras extraordinarias: cultivan jardines armoniosos, levantan casas de piedra con techos de madera y trazan caminos limpios para transitar. Saben regar los cultivos, hilar y tejer, curar animales y personas, fabricar lámparas de luz perpetua, educar a las novicias y, cuando hace falta, manejar naves voladoras para ir adonde sea necesario. La sabiduría y poder magnético de la Comunidad de Tiahuanaco son reconocidas en todo el mundo. No obstante, cuando tantas cosas se han logrado, a mitad de la trayectoria de la Era Americana, una inquietud ha surgido aquí y en otros Centros de Sabiduría de los cinco continentes: Es el motivo de mi peregrinación, visitando no sólo los centros de la nueva Raza con Cuerpos de Fuego, sino también el resto de la Humanidad, lo que queda de ella, condiciones, posibilidades, grado de contaminación de los detritus, estado de los sitios infernales, el sufrimiento y la degradación de las criaturas.
Estamos reunidos las siete Superioras y nosotros tres, Monjes del Huechulaufquen. La Mayor dijo con entonación musical antigua:
“Venerables: En este lugar hemos conservado los preceptos fundamentales de la Era Americana conciliando los contrarios de la naturaleza humana cuya oposición violenta condujo a guerras, sufrimientos y el aniquilamiento de la antigua civilización. Hace muchos siglos, desde la fundación de la Comunidad, cultivamos la perfección espiritual con la asistencia de nuestros protectores, expandiendo los espacios del alma. Los tesoros de amor que llegan hasta nosotras de inmediato son repartidos a todos los seres que habitan la Tierra, por más lejos que se encuentren. Los Acuarianos conformamos una Comunidad Mística planetaria, unida por nuestros Cuerpos de Fuego. El Cuerpo Místico de los perfectos se extiende por la Tierra, de polo a polo. Pero hay una inquietud en nuestros corazones, no sólo aquí, en el altiplano de los antiguos Reyes Atlantes, sino en todas las Comunidades del mundo. Señores: Después de la perfección ¿qué viene? ¿Más perfección? El Camino se divide en dos: uno conduce a la Liberación del ser; por el otro, el caminante se convierte en un Salvador del Mundo. En nuestras oraciones escuchamos que la Tierra se queja, llora, clama y nos llama. Somos puntos radiantes de luz: Siete Chakras sagrados por continente, más otros siete centros magnéticos subsidiarios de cada uno. Son como faros iluminando la noche. Pero el mar continúa tormentoso. Debajo de cada ciudad en ruinas, cubiertas por selvas y océanos o destruidas por fuegos y terremotos, hay millones de supervivientes vivos de las más variadas especies, androides y quimeras, monstruos, larvas, deformes y bestias, aprisionados en el círculo nítrico de sus pasiones irredentas. ¿Son parte de la Humanidad? ¿O, como ordenaban los dogmas religiosos, fueron expulsados y están condenados a un infierno eterno? La Madre Abhumi que los contiene gime de dolor y espera.
Hizo silencio después de haber presentado la inquietud de las Ordenadas, hábiles en sanar a los enfermos, depurar lugares contaminados y maravillosas jardineras. Uno de nosotros, Solem, se puso de pie, hizo una profunda reverencia y pronunció una larga respuesta, motivo de su viaje desde el Sur. No transcribiré en este Relato sus palabras sabias; mis palabras quedarán para más adelante, cuando haya completado mi periplo continental. Otros lugares sagrados y otras revelaciones me aguardan, con más preguntas, inquietudes y misterios todavía no resueltos.