Desde que Michaël me dirigió la palabra, indicándome que escribiera los acontecimientos del camino, como ya lo estaba haciendo desde que salí del Huechulafquen, me acompañan muchos amigos en el viaje, especialmente ballenas, delfines, ninfas y ases que quieren aparecer en esta segunda parte de la historia, fundamental para la configuración del Planeta y el destino de los hombres.
El Maitreya y sus ayudantes salieron de Washington caminando por la Avenida Pensylvania entre explosiones y grandes incendios de edificios: a lo lejos, el Pentágono ardía por los cinco costados. Helicópteros y cazas sobrevolaban a baja altura, lanzando sus misiles ciegamente.
El TGV marchaba silencioso y rápido por la campiña francesa. El Maitreya miraba solitario por la ventanilla. Los ayudantes se ubicaron detrás, siempre atentos y vigilantes. Un adolescente de quince años avanzó por el pasillo y saludó: “Buen día, señor Maitreya.
El Maitreya permanece extático en la cumbre del Monte Blanco, inmóvil, silencioso, con los ojos cerrados, viajando por los inmensos espacios del destino humano, cuando los cambios aceleran sus movimientos y las fuerzas del karma se aproximan más y más unas a otras, produciendo la chispa que producirá el alumbramiento de una nueva Humanidad, con la temible reversibilidad de la marcha.
Ahaswero huyó de Roma y partió hacia Jerusalén en un avión de la Fuerza Aérea Israelí, con su inseparable maletín negro sujeto a la mano izquierda y los custodios del servicio secreto.
En barca pequeña y blanca, con un mástil sosteniendo la alta vela latina, me acerqué a la costa del Sahara, con grandes dunas marcando el horizonte, conducida por un pescador del sur de Italia o, mejor dicho, de una de las islas del archipiélago en que se convirtió la península.
Los párrafos marcados con asteriscos pertenecen a las Enseñanzas “Vida Interna de la Tierra”, “Las tres primeras Subrazas Lemurianas” y “Sexta y Séptima Subrazas Lemurianas.”
Inmensas cavernas se extienden en todas direcciones ante los viajeros.
Laila socorre a Hipatia Hipatia y Laila se criaron juntas en el desierto africano, en familias que andaban largas correrías, vinculando los oasis con sus caravanas de camellos, desde el Océano hasta el Nilo.
Me correspondió el ala izquierda del avance sobre el mundo subterráneo de los detritos humanos, al sur del Océano, una región solitaria con pocas galerías, aunque bien conectadas entre sí y muy antiguas.
C = Cursos; E = Enseñanza).
Es muy difícil imaginar cuáles serán las transformaciones que sufrirá el Planeta en nuestra época de cambios globales, aunque ya se han producido algunas modificaciones en el clima por efecto invernadero de la composición de la atmósfera.