Los dones más grandes de la Ordenación son: la capacidad de amar y sufrir en silencio que adquieren los Hijos al desprenderse de todas las cosas.
Parecería, a primer golpe de vista, que la vida de Ordenación con el abandono del mundo y de todos los afectos que a él ligaban fuera una resolución de almas poco sensibles.
La Ordenación de mujeres es peculiar y fundamentalmente distinta a la de los hombres.
Las mujeres como Ordenadas, y para ser tales, han de vivir en Comunidad.
Si no fuera así, ¿qué podría hacer una Ordenada en el mundo que también no pudiera hacer una Hija de Tabla de Solitarios?
Cuando los aspirantes a la Ordenación cruzan la Puerta de la Casa de la Madre, entran por primera vez en su santuario. Se le llama santuario a este lugar porque no es hollado por nadie, fuera de las almas que a él están consagradas.
Cuando los Hijos ingresen al Seminario de Ordenación, emitirán el Voto Temporario. Aún viniendo de grupos de Escuderos o Damitas de Solitarios se les procurará la dispensa de sus Votos Solemnes, para que ingresen como Pajes o Doncellas.
Los Hijos al ingresar al Seminario llevarán consigo sus prendas personales y todo lo que sea necesario para su uso.
Los hombres llevarán: dos trajes, sobretodo y pijamas. Las mujeres: dos vestidos gruesos, dos vestidos de verano, un tapado de invierno y camisones de dormir.
En una casa de Ordenación donde se observa estrictamente el Reglamento, el horario diario, las indicaciones de los Superiores, mora la Madre Divina.
Fatigarse en hacer muchos trabajos, hacer múltiples mortificaciones, estudiar muchas Enseñanzas, todo esto es vano si no se es atento a la observancia diaria.
Durante el tiempo del Seminario los Hijos mantendrán un Silencio rigurosísimo. No hablarán ni tendrán ningún trato con los otros Ordenados y si fueran enviados por el Director a cumplir algún recado, usarán con las personas indicadas las palabras estrictamente indispensables.
El Director del Seminario de Ordenados tendrá la autoridad que le confíe el Caballero Gran Maestre. Si en el Seminario hubiere Vice-Director, éste tendrá la especial incumbencia de enseñar a los Hijos los trabajos manuales y las prácticas y costumbres de la vida de Comunidad.
Los Ordenados nunca estén sin hacer nada; aún mientras conversen en los recreos sus manos realicen algún trabajo. En Turín, en la casa del Cottolengo, lo que más llama la atención a los visitantes es esa continua actividad de las Hermanas Vicentinas; incluso la portera atiende a la puerta y a la gente, mientras sigue tejiendo medias.