XLVI - Enseñanza 1: La Puerta Santa

Cuando los aspirantes a la Ordenación cruzan la Puerta de la Casa de la Madre, entran por primera vez en su santuario. Se le llama santuario a este lugar porque no es hollado por nadie, fuera de las almas que a él están consagradas.
Pero, ¿quién entregó a estas almas la gran llave que abre esta Puerta?
Esta Puerta es para la mayoría un símbolo: es la imagen de la pureza que el alma desearía alcanzar, si bien esta aspiración queda siempre allí suspendida en el mundo de los sueños.
Esta Puerta es la que hace exclamar a las almas tantas veces: “¡Qué distinta ha sido para mí la vida de lo que soñaba!”, si bien las puertas violadas y profanadas del mundo son mudos testigos de la dura realidad.
Mas para los Ordenados el símbolo se ha vuelto realidad. Han llegado a la Puerta Cerrada, a la Puerta Mística, a la Puerta que sólo se abre por dentro.
El sueño de una vida ideal se ha realizado; la constancia y la fe que han sostenido a este sueño han sido las llaves santas que, depositadas en las manos de la Madre Divina, han abierto su Puerta.
¡Puerta Mística! ¡Puerta soñada por todas las almas en las horas puras! ¡Puerta que jamás se ha abierto sino para aquellos que le fueron consagrados!
Llegar a Ella es llegar a la casa, de verdad, definitiva.
Las casas de los padres, de los amigos, eran el hogar humano al que llegaba la marea mundana, sembrando la desolación y la tristeza; pasaban por esas puertas continuamente figuras extrañas; las mudanzas y los cambios no dejaban ni tiempo para que se asentara allí una personalidad. Además, todo era allí inseguro. No existía la idea de la estabilidad. No era la Casa Definitiva, sino una casa. El mismo bullicio de la ciudad la hacía inestable.
Pero llegó el alma a la Puerta de la Madre, Puerta Única, Puerta Santa, Puerta Definitiva. Allí, tras Ella, está el altar con toda la ofrenda de unas vidas consagradas por el amor a través de los Santos Votos.
Eso es poder decir: “He llegado a Casa”, porque no serán admitidas allí sino aquellas almas que se han entregado, aquellas que no tienen ya casas, ni cosas, ni nada.
Conforme en el corazón del aspirante iba madurando su vocación, Ella, la Puerta de Oro, se iba perfilando a sus ojos como visión del Templo, con la convicción de que allí llegaría a su lugar, a su casa definitiva, al sitio de la paz y el descanso.
Era como si él mismo, de a poco, se fuera transformando en una parte viva e integral de esa Puerta Santa, de esa Casa Claustral.
¡Casa tan de las almas consagradas, porque nadie penetrará allí, nadie conocerá el lugar de oraciones, de renuncias, de vida donde moran las almas transformadas en un holocausto perfecto de amor! Y sobre todo, nadie conocerá este amor, el amor purísimo del Hijo de la Madre, que ama darse a las almas en el Silencio más profundo, en la Fidelidad más intocable, en la Obediencia perfecta, en la Renuncia hecha muerte mística.
La Puerta estará siempre, siempre cerrada, excepto para las almas que se han consagrado a Ella.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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