Los pueblos de la raza Atlante habían recibido directamente de sus Grandes Instructores las verdades de sus religiones. Estas verdades, fortalecidas por el poder psíquico de percepción propio de esa raza, eran de carácter completamente Divino.
Hace miles de años una gran columna de Arios cruzó los Himalayas y, encaminándose hacia el Norte de la India actual, establecieron allí su morada.
Los guiaba el Manú Vaivasvata, un Iniciado Solar de Primera Categoría, y diez sabios llamados Richis; sus nombres eran respectivamente: Marichi, Atri, Pulastya, Pulaka, Angrias, Kardama, Daskscha, Vashishiha, Bhrigú y Narada.
Sobre los Vedas asentaron los Arios todas sus religiones, filosofías, leyes, letras y artes.
Los Upanishads, los Sutras, que constituyen la moral y la filosofía del Hinduismo, no son más que amplios comentarios de los textos primitivos basados en su religión.
El antiguo Egipto se extendía más allá del costado Nor-Oeste de África a una isla completamente sumergida actualmente. Las primeras cinco dinastías cuya memoria se pierde en las centurias pertenecían íntegramente a la raza Atlante y eran, por eso, de origen Semita.
El recuerdo de la Divina Religión Atlante, fomentó entre los Egipcios el culto a los dioses solares: Ra (el Sol), Atonu (el dios Solar), Shour y Anuri Amon (dioses de los días).
Se han explicado en las Enseñanzas anteriores que dos grandes religiones fundamentales se habían encauzado en los comienzos de la Raza Aria. Los Arios puros fundaron una religión humana que al contacto con los Arios Semitas se transformó en Humana-Divina.
Como dos inmensos ríos que se encuentran y se juntan, la antigua religión Divina de los Atlantes y la nueva religión de los Vedas se juntaron y florecieron en la naciente raza Aria.
A medida que se iban sucediendo las civilizaciones Arias, una tras otra, se iban cambiando, modificando y transformando las religiones.
En la cuenca del Tigris, en el Asia Central, se había levantado un pueblo fuerte e indómito, el Asirio, que creció pronto y desarrolló una potente civilización.
Estrechado entre los poderosos imperios Caldeo y Egipcio, un nuevo pueblo había surgido: los Asirios.
Los Caldeos, los Asirios, los Fenicios, los Sirios, los Sargónidas y los Persas constituyen la tercera subraza Aria llamada Irania.
Desde las orillas del Oxus y del Laxartes situadas cerca de la mística meseta de Pamir, descendían los Iranios hacia Bactriana y Nizaya. De esa multitud de nómadas tribus surgieron los imperios Medo y Persa.