Lo más maravilloso y sorprendente de la vida de San Pablo de la Cruz es su extraordinario espíritu de renuncia, de absoluto desprendimiento de todas las cosas del mundo; tan grande que instituye en el mundo cristiano una congregación totalmente dedicada a lograr esa muerte mística, tan parecida a la muerte mística de las almas ofrendadas en holocausto para la redención de la Humanidad.
El camino de los Hijos de Cafh es de renuncia, es de ofrenda, es de amor.
Es de renuncia porque participa de la ley fundamental con que Cafh desenvuelve la vocación espiritual.
Cuando va a meditar, el Hijo comienza con la repetición de la fórmula correspondiente para seguir luego con una invocación más o menos uniforme, en la que cambia sólo el tema de la misma.
Si en todos los ejercicios es necesaria la concentración, en la meditación en la Resurrección de Hes es preciso lograr una completa abstracción del medio ambiente; debe producirse una verdadera entrega a la meditación.
La vida interior debe estar centrada en Dios y no en los atributos de Dios que alejan del fin primordial.
El adelanto especializado de las facultades racionales ha alejado en cierto modo al hombre de la Idea fundamental de Dios.
Para guiar a las almas en la ascética de la oración es fundamental saber discernir.
Qué tipo de ejercicio es apropiado a las características interiores de cada principiante; conocer cuál es el tipo de mística conveniente para él.
Para el Hijo es muy importante la disciplina, el método de vida y la práctica de los ejercicios de oración. Es indispensable contar con elementos definidos y bien conocidos que puedan constituirse en una ascética exterior e interior eficiente.
En el ejercicio de la meditación hay que ir logrando una paulatina simplificación, no sólo en el discurso y los cuadros, sino en el modo o relación del discurso y el cuadro respecto del alma.
El Hijo basa sus estados místicos a realizar sobre la fe, por eso la fe es el soporte de la vida espiritual.
El destino ha puesto frente al alma un ideal espiritual y éste es real, pero desconocido, y el alma lo abraza a ciegas y se adhiere a él con todas sus fuerzas, siempre en un acto puro de fe.
“EL TEMPLO DE ORO”. Para llegar al Templo del alma es necesario atravesar un sinnúmero de dificultades propias de la actividad interior. Se llega a la pureza del alma como se conquista la cumbre de un monte; se permanece allí unos instantes y luego se regresa al valle.