Muchas almas que están llamadas a la vida perfecta no pueden cumplir su intento, porque los lazos de sangre las aprisionan de tal modo que las inhiben para la separación.
No puede haber una dedicación total a la Divinidad sin un olvido pleno del propio pasado.
Al cruzar la Santa Puerta de la Ordenación el Hijo ha de despojarse enteramente del hombre viejo como si real y físicamente naciera a una nueva vida.
Los Maestros orientales llevan a sus discípulos con ellos a la montaña donde el invierno riguroso y la nieve abundante impiden todo comercio de los mismos con el mundo.
El Ordenado ha de seguir a su Divina Madre a la alta montaña de la soledad para perder todo contacto con el mundo.
Paulatinamente en el alma del Ordenado se efectúa el milagro del ensanche anímico.
A medida que el alma se va encerrando más y más dentro del Radio de Estabilidad, limitada por los muros de la Santa Casa, el silencio se hace efectivo y penetra en el interior llenando el hueco de las cosas mundanas con paz y sosiego.
El Seminario ha de formar al alma Ordenada de tal modo que nunca salga nada visible de sí a lo exterior.
Si la vocación Ordenada es vivir dentro, en la intimidad divina, es indispensable desde un principio no sólo desear apartase del mundo, luchar para que el mundo no los conozca, sino precaverse para que el mundo desconozca al Ordenado y el Ordenado desconozca al mundo.
Los Ordenados hacen ofrenda de sus vidas y de todo su ser a la Divina Madre y esta ofrenda de amor está sellada por el esfuerzo diario del Hijo para hacerla perfecta.
El Hijo que llega al Seminario se encuentra con un método de vida completamente nuevo y distinto, aún en el aspecto espiritual, de aquél que estaba habituado a seguir.
Es bueno que el Hijo, al amoldarse a la nueva vida, adquiera el hábito de una observancia estricta.
La Ordenación es un campo magnético de altas posibilidades espirituales, pero no es la Suprema Realización, que sólo se logra en lo interno.
Por eso, también en las Casas de Comunidad, penetran los elementos negativos.
La Ordenación y sobre todo la Ordenación de Comunidad, es la práctica del Voto de Renuncia en toda su perfección. Y la perfección de este Voto es la práctica constante del mismo esfuerzo determinante de la voluntad para lograrlo hasta que la conciencia, desechando todo esfuerzo, es invadida por la gracia y la comprensión de la Renuncia.
El Ordenado ha de ser la síntesis demostrativa de la vida espiritual.
No existe una palabra adecuada para expresarla. Su nombre debería ser Vida, pero la palabra “vida” está únicamente relacionada con las formas físicas y sensoriales del hombre.