Curso XLV - Enseñanza 10: La Modestia de los Ojos

Los Ordenados hacen ofrenda de sus vidas y de todo su ser a la Divina Madre y esta ofrenda de amor está sellada por el esfuerzo diario del Hijo para hacerla perfecta.
Los ojos son sobre todo el control magnético de esta ofrenda eterna y diaria.
El sacrificio continuado de la vista es indispensable para que el Hijo sea un verdadero Ordenado.
Los ojos son el espejo del alma; sean entonces el espejo de la renuncia del Hijo. Ya ellos no han de servir para satisfacer la curiosidad y los apetitos, sino únicamente para ver lo que uno quiere y se propone ver; en consecuencia han de saber mirar hacia adentro.
El amor y el dolor que son los dos grandes ascensores que elevan al alma desde la tierra hasta el cielo enseñan este correcto modo de mirar.
Cuando un ser ama no desea ver nada fuera del ser amado y anda como atolondrado sin fijarse en lo que le rodea. No se pueden olvidar los hermosos versos de Campoamor respecto a la jovencita enamorada:
“Porque mis ojos, como no tienen quién se fije en ellos, cerrados siempre están”.
Así el dolor ausenta la vista de las criaturas y hace decir muy a menudo: “no tengo ganas de ver nada ni nadie”, porque la vista con el pensamiento está fija en el recuerdo y en la imagen que le causa pena.
Si el amor del Hijo Ordenado es su Divina Madre y si su dolor es todo lo que la separa de Ella, no puede desear ver a nadie fuera de Ella y, como todas las cosas exteriores son más bien imágenes que distraen y alejan del fin único y de la imagen perfecta de la Divina Señora, ha de tener él siempre los ojos modestamente bajos.
La modestia de los ojos, don permanente del alma anhelosa de perfección, ha de ser una necesidad imperiosa en los principios de la vida espiritual y en el Seminario principalmente.
Las almas que vienen del mundo tienen la fantasía repleta de imágenes que desean vivamente olvidar y esto se logra con mucha más facilidad cuando no se sobrepone imágenes a imágenes.
Además el no mirar quita admirablemente el hábito de la curiosidad que tiene la gente del mundo para ver todo lo que pasa a su alrededor, aún lo que no les interesa.
La modestia de los ojos es también como un bálsamo para el cansancio mundano y predispone al alma a la intimidad con la Divina Madre que mora en el interior.
Los Ordenados mantengan continuamente la modestia de la vista: no miren, ni quieran ver nada fuera de lo que les es estrictamente indispensable. Mantengan los párpados bajos sin afectación y con naturalidad. No por eso parecerán excéntricos ya que es correcto mirar a una persona en la cara en el momento que se la saluda y cuando se despide de ella, pero se mantendrá la modestia de los ojos durante el tiempo de la conversación.
Esta virtud acrecienta la belleza espiritual y la compostura debida, ya que los ojos semiabiertos dan un encanto particular al rostro y el no mirar hacia todas partes, especialmente en la calle, da a la compostura una gravedad atractiva.
¿Hay acaso rostro más espiritual y más hermoso que el de Buda? Pero, ¿qué es lo que le confiere esa belleza tan trascendental y característica? ¿Por qué ese rostro se ha eternizado a través de los años? Lo que lo embellece tanto es sobre todo el mirar. Sus párpados están semicerrados dejando que los ojos sólo entrevean, delante de sí, con una mirada que al ignorar las imágenes circundantes, abarca el alma y la eternidad de las cosas.
El hábito de la modestia de la mirada es indispensable adquirirlo desde el Seminario. Cuando los Ordenados son llevados por su apostolado al torbellino del mundo recién se dan cuenta de toda la importancia de esta virtud.
Difícilmente aquél que no tiene el hábito hecho de no mirar, pueda adquirirlo en el mundo o puesto a un trabajo intensivo. Siempre las tentaciones y los disgustos le vienen al Hijo de no saber refrenar debidamente sus ojos.
Los Hijos ofrenden sus ojos a la Divina Madre si quieren tener su Imagen Sublime siempre presente.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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