Curso XLV - Enseñanza 13: El Vacío Purificador

La Ordenación y sobre todo la Ordenación de Comunidad, es la práctica del Voto de Renuncia en toda su perfección. Y la perfección de este Voto es la práctica constante del mismo esfuerzo determinante de la voluntad para lograrlo hasta que la conciencia, desechando todo esfuerzo, es invadida por la gracia y la comprensión de la Renuncia.
Al momento señalado esta gracia Divina irrumpe en el alma invadiéndolo todo, limpiándolo y desbaratándolo todo y dejando allí el gran vacío de Unión.
En el tiempo en que el alma practica y lucha para conquistar la plenitud de su voto de Renuncia se pasa por muchos altos y bajos, por pruebas y tentaciones y también por momentos de gran alegría, pero siempre el alma se siente protegida, auxiliada, llevada de la mano por la Divina Madre.
Pero, a medida que el alma se va acercando a la realización, ningún estado emotivo por elevado que sea la deja satisfecha.
Siente el vértigo del vacío que la atrae, pero teme lanzarse a él.
Un alma describe así este estado de deseo de vacío y al mismo tiempo de apego a la sensibilidad espiritual: “¡Qué incomprensibles son los estados de mi alma! Ayer, después de haber estado orando media hora, me dije: Voy a hacer una meditación a lo Ordenado y elegí el Templo de Oro en busca de consuelo. Comencé: ¡Madre…Madre…! Sufro y no sé por qué. Madre, ven…abrázame…; dime, ¿qué debo hacer? ¿qué debo pensar? Madre…Madre…y la única palabra que al final articulaba era: Madre. De repente me invadió un sentimiento de dolor, de pena. Me parecía como cuando un hijo insiste a la madre que le dé algo y ella no se lo da porque sabe que no es bueno ni le puede brindar la verdadera felicidad y que por el contrario puede dañarlo; por ésto se lo niega. Pero al verlo tan apenado opta por dárselo con gran dolor de ella misma. Bien; experimenté como si Ella me dijese: Ven, Hijo, haz tus deseos, y yo al darme cuenta que ello le significaba un dolor me llené de congoja y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro; no era un llanto violento, sino suave. Sentía un gran desconsuelo y entonces un propósito fue surgiendo en mi interior que traducido en palabras podría ser: Madre, no quiero nada, nada. Haz tu voluntad, Ilumíname y fortaléceme para que pueda comprender y hacer Tu Voluntad”.
El alma aún desea el consuelo sensible, pero lo rechaza al mismo tiempo porque sabe que tiene que rechazarlo todo para hacer Su Divina Voluntad que la lanzará al Gran Vacío.
Le cuesta mucho al alma separarse del sentimiento volitivo de su Voto de Renuncia; pero nada le satisface, ni nada le produce ya sentimientos agradables y si los tiene, comprende también que ellos no son la plenitud de la vida espiritual. Todo lo que hace, interior y exterior, no le satisface y el cumplimiento de los propios deberes se transforma en una gran carga. Nadie, parece, puede comprender y querer acercarse a esta alma y todo se torna pena, cansancio, angustia y soledad.
Un alma en este estado de transición le escribe a su Director: “Me siento sola en una soledad a la que nadie puede acercarse. Es como si me encontrara en medio de un desierto de hielo y lejos, al borde, los rostros amigos me sonríen, me tienden sus manos, pero no pueden acercarse y son como figuras solamente. No puedo tampoco acercar a ninguno a mi soledad, ni quieren internarse conmigo en el desierto; temen que los lleve conmigo al dolor y se apartan como si quisieran salvarse de alguna influencia de muerte. Me invitan desde lejos a salir del hielo, pero yo sé que no puedo volverme, pues de adelante me llaman a internarme más en la extensión helada”.
Ya el alma se siente sin donde asirse y como perdida. La Gran Muerte Mística se está disponiendo en lo interior. Es un estado de vacío tan grande y concreto que a primera vista desconcierta de tal manera al alma, acostumbrada a los tapujamientos de la vida personal, que la espanta y desespera. Se añaden aquí fenómenos psíquicos y físicos. Desaparece el mundo y la figura de los seres delante de los ojos del Hijo y a veces ve sin ver.
La cabeza duele, los huesos crujen, las vísceras se rebelan a recibir alimentos y todo se vuelve en contra del alma cuando ha llegado al Umbral.
Es como si se hubieran abierto o roto todas las barreras de contención.
El alma es invadida por una congoja tan grande y terrible, que sólo atina a desearse la muerte para huir de esa muerte espiritual que ha de darle la Vida Real.
El corazón late aceleradamente, la mente se pierde en cavilaciones, los nervios estallan, los sentidos parecen fieras embravecidas y desatadas. Es que el alma no puede tolerar aún, con sus medios humanos, el gran vacío; el vacío mortal y divino que se va produciendo en ella y que le alcanza a través de la nostalgia más profunda, de la desconformidad más acentuada y del hastío más desesperante.
Lo más importante en este momento solemne de entrada a lo Eterno es mantener los ojos interiores fijos en el punto único: la Divina Madre.
Después de esta muerte mística, en este gran vacío interior, el alma despierta a nueva vida, con un sosiego y una paz infinita.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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