Curso XLV - Enseñanza 6: Olvido del Mundo

No puede haber una dedicación total a la Divinidad sin un olvido pleno del propio pasado.
Al cruzar la Santa Puerta de la Ordenación el Hijo ha de despojarse enteramente del hombre viejo como si real y físicamente naciera a una nueva vida.
Enseguida que esté el Hijo en el Seminario hará un examen retrospectivo de toda su vida pasada. Se detendrá varios días o semanas en él, bajo la guía del Superior o su Director Espiritual.
Procurará recordar los hechos más lejanos y olvidados; los acontecimientos más fútiles e insignificantes, sin esconderse nada ni tener vergüenza de nada. Si fuera necesario pondrá todo por escrito detenidamente y ocupará sus horas de meditación en estos recuerdos.
Después abrirá su corazón a su Superior o Director Espiritual, sin reticencia ni pudor. Depondrá a sus pies su pasado para que él lo entregue como una ofrenda a la Divina Madre, seguro de que quedará todo en el silencio y en el secreto más profundo, el que ata del mismo modo que a padre e hijo: el voto de Silencio.
Inmediatamente después recuerdos y papeles serán arrojados al fuego eterno del Divino Amor en ofrenda viva de entrega y el pasado quedará olvidado y muerto para siempre.
Está claro que no se podrá volver a tomar lo que se ha dado tan gratuita y generosamente.
El Hijo sea luego celoso en extremo en demostrar fuera este olvido de su pasado. Nunca ha de volver sobre ningún acontecimiento o palabra que pueda revivirlo.
Desde luego que, sobre todo en los principios, esto será difícil y arduo. El pasado surgirá en el alma de mil modos distintos procurando ocupar la mente y el corazón del Hijo.
Serán nostalgias que tocarán las fibras más intimas del ser y que le pondrán en contacto con acontecimientos y figuras conocidas y amadas.
Serán tristezas que disfrazarán los recuerdos de dolor y miseria del mundo, para mostrar los pocos momentos felices vividos en el valle.
Serán complejos de culpas frente a las obligaciones abandonadas que sólo servirán para avivar imágenes que deberían permanecer únicamente a la presencia de la Divina Madre en las horas de oración.
Serán estímulos sentimentales que procurarán reflejar los cuadros de la carne y del deseo bajo ese disfraz.
Pero todos estos sentimientos y pensamientos no son más que tentaciones para arrancar al alma de la luz y de la paz del Mundo Divino y volverla a las sombras del mundo humano.
Cuando el alma no es muy fuerte y se deja llevar interiormente demasiado por los recuerdos, este mal sale fuera y es causa de atraso en el Sendero de la perfección y de muchas faltas de observancia y buen ejemplo para con los otros Hijos.
Esto se notará especialmente en los recreos y en los paseos. Estos Hijos siempre dejarán escapar palabras que recuerdan su pasado: “Cuando yo era estudiante en tal escuela”; “decía mi tía”; “En mi casa había una planta”.
El Hijo que de verdad está totalmente entregado ha olvidado su pasado. No tiene pasado.
No ha nacido aquí ni allá porque nunca nombra su ciudad natal; a sus buenos padres y parientes sólo los recuerda y pronuncia sus nombres a los pies de la Divina Madre y no cita ninguna imagen relacionada con su vida en el mundo.
Ya sería una falta grave e indicio de un espíritu errado recurrir a las confidencias particulares.
Nunca ningún Hijo caiga tanto en la imperfección.
Cuando un alma necesita confiar algo a otra que no sea su Superior o Director Espiritual, cuando necesita contar a escondidas acontecimientos de su vida pasada en el mundo, ello significa que está atada a ese pasado y que él sigue viviendo en ella, impidiéndole todo progreso en su carrera de perfección.
Y gravemente falta el Hijo que escucha tales confidencias porque por ese medio él también vuelve al mundo y al pasado: es como si despreciara el maná celestial por las cebollas de Egipto.
Es de imaginar que esto nunca ha de suceder.
Igualmente los Superiores han de ser muy precavidos en esto. No crean que su autoridad les autoriza a lanzar las almas al mundo. Sean parcos en las preguntas, cautos en las averiguaciones del pasado y poco amigos de confidencias ulteriores.
El Hijo al ingresar a la Ordenación ha hecho su examen retrospectivo, se ha descargado del fardo de su vida pasada y lo ha confiado a su Superior o a su Director Espiritual. Todo esto está muerto y enterrado.
Si el bien del alma y la necesidad obligan a tratar estos temas, siempre ha de hacerse en carácter de dirección espiritual.
Canta San Juan de la Cruz:
“Quedeme y olvideme,
el rostro recliné sobre al Amado”.
No puede haber otro camino. En la Senda Mística de la Divina Unión no puede haber motas ni empañaduras.
Solamente tienen el bien supremo de reclinar el rostro sobre el Amado aquéllos que se quedan allí únicamente atentos a la Divina Luz; aquéllos que lo olvidan todo; aquéllos que lo abandonan todo; aquéllos que, muertos al mundo, tienen el don y derecho único de participar de la Vida Divina.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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