Como dos inmensos ríos que se encuentran y se juntan, la antigua religión Divina de los Atlantes y la nueva religión de los Vedas se juntaron y florecieron en la naciente raza Aria.
A medida que se iban sucediendo las civilizaciones Arias, una tras otra, se iban cambiando, modificando y transformando las religiones.
En la cuenca del Tigris, en el Asia Central, se había levantado un pueblo fuerte e indómito, el Asirio, que creció pronto y desarrolló una potente civilización.
Estrechado entre los poderosos imperios Caldeo y Egipcio, un nuevo pueblo había surgido: los Asirios.
Los Caldeos, los Asirios, los Fenicios, los Sirios, los Sargónidas y los Persas constituyen la tercera subraza Aria llamada Irania.
Desde las orillas del Oxus y del Laxartes situadas cerca de la mística meseta de Pamir, descendían los Iranios hacia Bactriana y Nizaya. De esa multitud de nómadas tribus surgieron los imperios Medo y Persa.
También se acostumbra llamar Asiria a la segunda gran época Asirio Semita de este pueblo Iranio; sin embargo, existe una gran diferencia entre estas dos épocas y entre uno y otro pueblo.
Durante el primer período de la subraza irania predominaron los Arios puros en el gobierno y en la dirección de los pueblos, como se vio en Caldea y Asiria. Pero a partir del segundo período de la subraza Irania, tomaron preponderancia otra vez los Semitas de color cobrizo, como se observa con los Sargónidas, Fenicios, Arameos, Moabitas y Hebreos.
Los Atlantes poseían una religión divina que, considerando al Absoluto como fuente de todas las cosas y única realidad, despreciaba considerar la vida física y la finalidad del hombre después de la muerte.
En las islas Egeas crecía un pueblo bárbaro, descendiente de los Arios puros, que había de ser el brote de la subraza Celta y fundador de Grecia.
Parece que el destino dejara en la más profunda obscuridad y abandono a los pueblos que habían de ser fundadores de grandes razas y de dinastías gloriosas.
El culto verdadero con dioses, imágenes y ceremonias, empieza en la antigua Grecia, en el período llamado Micénico. Pero no tienen los ídolos Griegos su apogeo, sino en la edad Helénica.
Ningún pueblo llegó en las artes y en la filosofía tan alto como el Griego, a tal punto que será difícil superarlo.
Esta civilización, nacida entre las columnas de las siete ciencias, tocó y profundizó todos los conocimientos, descubrió y sintetizó todas las bellezas y dio un nuevo sentido a la vida mediante la poesía, la literatura y la filosofía.