Es necesario que los Hijos de Cafh, sobre todo los Hijos Ordenados de Comunidad, tengan una idea clara de la doctrina de Cafh. No sólo debe saberse de un modo genérico, sino que ha de poder ser sintetizada por los Hijos.
El espíritu de la Observancia ha de formar en la Comunidad como un bloque granítico en el que las actividades, las modalidades, todo lo que es exteriormente expresivo del Ordenado sea una cosa única.
El Superior ha de ser no sólo aquel que hace observar el Reglamento, la Interpretación y las órdenes del Caballero Gran Maestre, sino sobre todo es el hermano y el compañero de los Hijos.
En las Casas donde se trabaja en las obras de Cafh, los Superiores han de ser muy vigilantes en no permitir ser influenciados por el espíritu del mundo.
Como algunas Obras son aparentemente idénticas en su forma exterior a otras que se ejecutan en el mundo, existe la tendencia a volcarse en las mismas con el espíritu con que se haría una obra natural.
Desde el momento en que el Hijo ingresa a la Casa de Ordenación se lo inicia en los trabajos manuales habituales de la vida de Comunidad. Si bien los Hijos deben saber desenvolverse en cualquier tarea que se les indique, habitualmente se les enseña algún trabajo especializado.
Los Superiores han de cuidar que los Hijos aparezcan a los ojos del mundo como imagen viva de la perfección de la Renuncia y, como tales, inalcanzables para aquéllos que no han renunciado.
Si bien en Cafh todas las almas están llamadas a la Suprema Renuncia, sólo unas pocas la realizan mediante la Ordenación.
Sería impropio creer que todas las vocaciones de Ordenación se manifiestan y se desarrollan del mismo modo; pero en todas hay un punto similar que podría llamarse: la moción divina interior en las almas.
La vocación de Ordenado es un sentimiento inquebrantable del alma; es un estado obscuro del ser; es una idea determinante de la mente; es una seguridad desconocida del propio destino y de la propia elección.
La preparación a la vida de Ordenación es un esfuerzo constante de muchos meses que hace que el alma se habitúe a una tensión nerviosa superior a la común.
El alma no acostumbrada a esta carrera psíquica siente al llegar a la Casa de Comunidad un choque violento.
El estado vocacional está determinado por una moción interior inconfundible, pero es necesario secundar este don divino para sacar del mismo el mayor provecho posible.
Los medios habituales para secundar la vocación son de carácter físico, psíquico y espiritual.