Curso XLV - Enseñanza 4: Adaptabilidad

El estado vocacional está determinado por una moción interior inconfundible, pero es necesario secundar este don divino para sacar del mismo el mayor provecho posible.
Los medios habituales para secundar la vocación son de carácter físico, psíquico y espiritual.
Estos medios adaptan al ser para que sea plenamente apto para el cumplimiento de su vocación.
En el caso de la vocación de Ordenados, el primer medio es aquél que se logra adaptándose al Radio de Estabilidad.
Dice el Salmista: “Una sola cosa he pedido al Señor, ésta solicitaré: el poder yo vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida”.
Siempre las almas deseosas de más perfección han buscado los desiertos, los bosques y los monasterios para su morada.
La ubicación de las Casas de Comunidad, sobre todo aquellas de Seminario, es casi siempre alejada del poblado y del bullicio, rodeada con el sereno espectáculo de la naturaleza que ejerce una poderosa influencia sobre el sistema nervioso del Hijo. Es como si el cuerpo se adaptara al ambiente y desechara las toxinas mundanas de su organismo.
¡Cuántas veces se oye de labios de las personas que llegan por primera vez a una Casa de Ordenados la exclamación: “Qué lindo lugar es éste y qué paz”!
Este adaptamiento al lugar, al Radio de Estabilidad dentro del cual está situada la casa de Comunidad, es tan poderoso y paulatinamente progresivo, que a veces ni se nota. Aquéllos que deben alejarse de él lo perciben a veces tan intensamente que no pueden tener ni paz ni sosiego y sólo aspiran a volver a la beatitud de su Retiro. Siempre le sucede como le aconteciera a la mujer del Shangri-La que enseguida que se alejó de allí perdió su encanto y su juventud.
El adaptamiento físico ambiental vigoriza el organismo del Hijo, las pasiones de su alma se calman, los vórtices de su mente se dominan; el día pasa rápida y dulcemente y todo lo que era importante en el mundo se esfuma en la uniformidad del ambiente o es idealizado a través de los recuerdos.
Es común observar cómo personas, que estaban muy aferradas en el mundo a sus familiares, costumbres y hábitos y que tanto sufrieron al principio de su vida de Comunidad, se han adaptado luego radical y definitivamente a la nueva vida.
El adaptamiento psíquico sigue, en el Seminario, parejo al adaptamiento físico.
Para comprender su carácter es necesario haber experimentado en sí mismo el poder de la Gran Corriente.
Es éste un adaptamiento de los sentidos a ciertos gustos peculiares, a ciertas finezas interiores que el mundo no podría comprender. Tales, por ejemplo, el amor reverente hacia los Superiores y compañeros, la sensibilidad para percibir ciertos estados de ánimo de los compañeros o de los alumnos confiados a los Ordenados, el sufrimiento intenso ante una reprensión, la capacidad de gustar y disfrutar de pequeñísimas cosas o acontecimientos.
A las personas del mundo este estado de ánimo podría parecer pueril o afectado, porque a ellas les es imposible comprender que la perfección adapta a las almas psíquicamente de tal modo que todas las emociones profundas afloran y se transforman, en la superficie, en una hermosa piel de seda.
Y no es sólo el adaptamiento psíquico el que se experimenta en la Comunidad, sino también el de los sentidos, de la inteligencia y de la intuición.
Un Superior preguntó un día a un Ordenado qué fuerza tenía para él la Enseñanza dictada en la Comunidad, a lo que el Hijo sabiamente respondió: “Para los Hijos del mundo las horas de Enseñanza lo son todo; esperan la reunión con ansia, beben la Enseñanza de labios del Orador y sienten allí el Poder de la Gran Corriente. Pero aquí, en Comunidad, la hora de Enseñanza y la Enseñanza misma pierden su primordial importancia. Nuestro día, sea que se ore, que se estudie o que se trabaje, está todo impregnado por el divino sentido de la Enseñanza interior y continuada”.
En la Comunidad, la adaptación psíquica del alma a la Gran Corriente se hace efectiva y, sobre todo en el tiempo del Seminario, tiene el Hijo el medio de adaptación espiritual.
Cuando un alma sabe que ha encontrado su vocación, su fin definitivo, y sobre todo inmediatamente después de las zozobras y desconsuelos de los primeros días, subconscientemente va cortando amarras.
La Sabiduría de todos los tiempos es la de Cortés: “Quemar las naves”. Se queman las naves en el interior, se destruyen los puentes sobre los cuales el ser acostumbra pasear sus fantasías mundanas y sus aspiraciones ilusorias. Entonces la luz del Espíritu, la vida de la Divina Madre, penetra poco a poco en el alma.
La idea espiritual va tomando pie; todas las otras cosas que eran muy importantes pierden importancia y, de a poco, la gran aventura espiritual toma el primer plano, se transforma en el punto central y único.
Este proceso de adaptación a la vida de Comunidad y al cumplimiento de la vocación de Ordenado es a veces lento y a veces acelerado, a veces imperceptible y a veces bien visto a los ojos de los Superiores. Pero es indispensable para la Perseverancia.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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