Se ha llegado al último misterio, al más solemne dolor, al Sacrificio que nadie puede eludir. Porque, ¿quién puede vencer a la vejez y a la muerte?
Es siempre causa de pesar para el pobre ser humano ver cómo se le escapan los años de entre las manos; ver cómo, rápidamente, huye el tiempo y, por mucho que se apure, por mucho que se afane, muy pocas de las ilusiones forjadas en la juventud pueden ser cumplidas; o, a lo más, cuando empiezan a gozar del fruto de su obra, ya flaquea la memoria, se debilitan los sentidos y los achaques de la vejez le impiden el deleite mental de la victoria.