Curso II - Enseñanza 2: El Tedio
Puede el hombre tenerlo todo, puede gozar de todos los bienes de la vida y de una perfecta salud, puede viajar de un punto a otro de la Tierra; sin embargo, a determinada hora del día, un inoportuno visitante se acercará a él: es el dolor del tedio humano, es el cansancio de las horas que vuelan, es la sensación indefinida de que algo se ha perdido para siempre, es el sentido oculto de que un mal ignoto puede sobrevenirle en cualquier momento. ¿Quién no ha experimentado esta sensación? Aun el Santo no puede vencer a este mortal enemigo que es el tedio y el cansancio interior. Huir de él es encontrarlo. Disfrazarlo buscando la multitud y la diversión es tenerlo estrechamente abrazado. Un sólo remedio existe para vencerlo y es el Sacrificio de irle al encuentro, de mirarlo cara a cara, de estudiarlo, analizarlo y conocerlo.
Un gran místico decía: “Mi vida está continuamente absorta en Dios, pero hay una hora en cada día en la cual todo se vuelve oscuridad a mi alrededor, en la cual los consuelos divinos, las comprensiones infusas, parecen estar tan lejos como si nunca los hubiera conocido. Al principio, esta hora era la más terrible para mí; pero desde que he comprendido que es el polo opuesto a mi vida espiritual, ya que sobre ella me asiento para lanzar más alto el vuelo, la espero con alegría y gusto en esta hora de oscuridad el mismo gozo que experimento en las horas más gloriosas de luz”.