Figura: Las Ruedas Etéreas La potencia energética del Universo es la que da origen a los siete éteres cósmicos, así como Dios, Uno en su origen, se divide en siete rayos.
Figura: La Rueda Sacra Los muchos textos que tratan del poder cósmico depositado en el cuerpo humano, no se han puesto de acuerdo nunca para determinar exactamente la región en donde residen estas fuerzas.
Figura: La Rueda Control En la Rueda que se va a describir está depositado el poder de absorción y de repulsión de las fuerzas cósmicas. Por eso, nadie se atreve a hablar con precisión de ella en público, pues sería muy peligroso el uso de este poder en manos inexpertas; además, no todos los estudiantes de filosofía esotérica están acordes al definir sus efectos ni sobre el lugar en donde está depositado.
Figura: La Rueda Solar Todo el poder del plano energético está resumido en este centro de fuerza. Verdadero sol del sistema humano y personal de cada uno de los seres vivientes, atrae y repele continua e irresistiblemente.
Figura: La Rueda Cardíaca El corazón humano encierra el secreto del Universo según nuestras enseñanzas y, verdaderamente, el poder que de él emana y que se refleja en el astral, con la más bella de las ruedas, es primordial.
Figura: La Rueda Sonorífera En la base de la garganta está la raíz de la poderosísima rueda dominadora del éter atmosférico terrestre; cruza el cartílago tiroides, se enrosca alrededor de las glándulas tiroides, sale por la región mentoniana, reflejándose en el astral a la altura de la garganta.
Figura: La Rueda Visual La substancia mental tiene su asiento astral en la rueda visual que, por su importancia, sintetiza en sí las ruedas ya descritas.
Un poder intenso y terrible mana continuamente del plexo sacro para mantener constantemente la vida en el hombre; parte de estas fuerzas se depositan en los órganos genitales.
Como una carga eléctrica se concentran estas fuerzas en la región coxígea y allí impulsan la formación de las células espermáticas y germinales asentadas en los testículos y los ovarios.
El cuerpo astral forma unos vórtices protectores que rodean el cuerpo físico y se concentran especialmente en el plexo esplénico. Estos vórtices limitan al ser humano; no permiten que éste salga fuera del círculo trazado para el mantenimiento de la personalidad y únicamente dejan penetrar en el sistema del hombre aquellas fuerzas que son indispensables para el mantenimiento del ser, su amplificación mental y su desarrollo espiritual.
Quien tenga un pecho resplandeciente, quien haya desarrollado el plexo solar, correspondiente a la Rueda Solar bien puede decir que con él va la fuerza y el poder.
Este centro terrible proporciona al discípulo que haya logrado desarrollarlo, el valor de conservar lo que tiene o destruir.