El aura astral es el reflejo del ser, espiritual, mental y material, proyectado en el mundo astral.
El aura se refleja en el séptimo plano del mundo astral en correlación con los anales akásicos que se reflejan en el séptimo plano del mundo mental.
El aura tiene un color genérico fundamental similar a los vitreaux de las catedrales, pero los colores, sin embargo, cambian continuamente sobre el horizonte del cuadro áurico.
Todos los objetos tienen la radiación característica que constituye su aura. Es como un color azulado que rodea el objeto a una corta distancia.
Las plantas, si bien no tienen colores, tienen ya un aura característica.
Cada centro de fuerza se refleja en el astral en forma de círculos rutilantes de diversos colores y se asientan consecuentemente en conjunto en el aura astral.
El hombre que vive en un estado primitivo, casi únicamente dirigido por sus instintos, tiene en el aura poca amplitud y variabilidad de colores.
La radiación que más se nota a su alrededor es la producida por su estado físico y desenvolvimiento orgánico y se podría llamar aura de salud.
Hay un parentesco entre el aura de la madre y la del lactante. El niño tiene un aura fundamental propia, pero está absorbida o impregnada por la de la madre.
Más allá de las esferas etéreas que rodean la Tierra, hay un círculo áurico magnético que la protege y defiende; si no fuera por él, las oleadas negativas de vida entrarían en la atmósfera destruyendo toda forma viviente, pues los rayos cósmicos atraviesan este círculo, en la cantidad necesaria para la conveniente destrucción de la vida.
Si las cosas inanimadas, los animales y los seres humanos tienen un aura y estas auras pueden comprenderse, asociarse y comunicarse, del conjunto de ellas surge el aura grupal.
Ésta no es la unión de diversas auras, sino el resultado áurico astral de dicha unión.
La vibración mental se transforma en el aura en un continuo movimiento, la energía vital se condensa en colores y la materia etérea toma diversas y cambiantes formas; a estas formas que llegan a veces a matizarse de un modo tal que parecen cuadros vivos se les llama Calidoscopio Áurico.
Un ojo atento y escudriñador vería, mirando en el espacio, que la luz solar no es de color blanco, sino que cambia periódicamente de color.
El sistema planetario, como todos los sistemas, tiene su aura; por eso adorna su cielo con cambiantes colores, según el movimiento predominante.