La Concentración consiste en lograr que la materia mental no tome ninguna forma para que adopte una sola forma.
La Concentración se efectúa de dos maneras; una objetiva y otra subjetiva.
Primer Ejercicio: En las horas matinales, en un lugar apartado y tranquilo, ha de sentarse el estudiante con el cuerpo y la cabeza bien erguidos y las manos abandonadas sobre las rodillas; vocalizará lentamente alguna fórmula sagrada o una palabra constructiva de su preferencia, imaginándose verse rodeado de un color amarillo oro.
La Contemplación es el paso definitivo que da el alma desde la Ascética a la Mística.
Se le llama Ciencia Secreta de Dios y Don Divino porque a esta altura del desenvolvimiento espiritual el alma es directamente ilustrada por los Maestros; por esto mismo algunos creen y aseguran que ella es un don, una gracia que sólo tienen determinadas almas privilegiadas y que no todas, ni aún las muy adelantadas, pueden pretender llegar hasta aquí.
La Contemplación puede ser Tenebrosa o Iluminativa. En realidad estas divisiones son arbitrarias porque no se pueden determinar exactamente estos dos estados. El alma, más bien, se va haciendo más contemplativa y queda absorbida por este santo ejercicio por un tiempo cada vez mayor.
En la Unión el alma se transforma en Dios. Ella queda como deificada; los velos sutilísimos que rodean a la Mente Superior y que constituyen la parte más elevada del ser, desaparecen momentáneamente durante el acto de la Suprema Realización, como si el Espíritu absorbiera y transformara por completo al alma.
Todas las normas que se han ido trazando para lograr la Unión Divina tienen sus excepciones.
Hay almas que no conocieron jamás la Meditación y otras que, ignorando los ejercicios de la Concentración, han llegado, sin embargo, a una perfecta Unión con Dios.
El trabajo espiritual en el alma se realiza principalmente mediante la educación de la sensibilidad.
No es tanto la adquisición de conocimientos ni el acrecentamiento de las potencias mentales lo que interesa en las primeras etapas del proceso espiritual, sino la transformación interna.
Meditar no es pensar. El pensar es tan sólo uno de los elementos del ejercicio. Discurrir, razonar, reflexionar, no implica un real y profundo movimiento de la substancia anímica. El pensar, en la meditación, tiene por fin delinear el objetivo del ejercicio y provocar los estímulos necesarios para su realización.
Consta el ejercicio de la meditación afectiva de cinco pasos que son: Invocación, cuadro imaginativo, cuadro sensitivo, propósitos y consecuencias.
Para un ejercicio como es la meditación, en que el esfuerzo personal del orante es de primordial importancia, parecería un contrasentido que se deba formular invocaciones a fuerzas superiores; sin embargo, para que haya verdadera meditación es imprescindible este primer paso prescripto para su realización.
Consiste este paso en exponer a la observación y consideración del alma un cuadro que bien puede ser el desarrollo de un acontecimiento ya vivido, escenas que suelen observarse en el abismo o imágenes que hablan de lo divino.