El primer ejercicio aconsejable es aquél que sirve para acrecentar, en las enfermedades, la cantidad de átomos ponderables.
El ejercitante, sentado de espaldas al sol, con las piernas y los brazos cruzados, fija la vista a la altura del pecho de su sombra, imaginando estar circundado de un nimbo dorado; moverá entonces, pausada y alternativamente, manos y pies del mismo lado y procurará respirar, rítmica y pausadamente por ambas fosas nasales al mismo tiempo.