Curso XLV - Enseñanza 5: Sublimación de la Sangre

Muchas almas que están llamadas a la vida perfecta no pueden cumplir su intento, porque los lazos de sangre las aprisionan de tal modo que las inhiben para la separación.
Únicamente pueden pasar esta valla aquellos que subliman los afectos, transformándolos en una ofrenda de amor a la Divina Madre.
Todos los seres humanos tienen obligaciones sagradas hacia sus familiares, obligaciones que no pueden ser desechadas como si fueran trastos, pues ello significaría grave falta de caridad.
El aspirante, antes de tomar una decisión vocacional, ha de mirarlo todo bien y tomar sabios consejos para saber cómo comportarse, cómo proceder y cómo determinarse respecto a los familiares.
Pero cuando todas las cosas están arregladas y la determinación firmemente tomada, el alma no mirará ya hacia atrás.
Muchos siguen demorando su partida por extremado afecto y sentimentalismo y otros se crean obligaciones que ya fueron resueltas.
Si bien lo mejor es dejar a la familia con alegría y con el buen consentimiento de todos, ello es cosa que muy pocas veces ocurre, ya que los parientes difícilmente comprenden el valor de la renuncia. Pero aún si ellos no están conformes, hay que procurar dejar en la familia una buena impresión y un estado de ánimo tranquilo.
A aquellos familiares que, si bien no hay una necesidad absoluta de estar a su lado, se oponen a la partida de los Hijos hacia el cumplimiento de su vida espiritual, hay que dejarlos en su empecinamiento, confiándolos a la ayuda de la Divina Madre que, poco a poco, irá tranquilizando sus corazones y moldeando sus voluntades en la gracia santificadora de la comprensión.
Una vez que el aspirante ha puesto sus pies en la Santa Casa, debe valerosamente entregar sus deudos a la Divinidad; desde ese día sólo tendrá que volverlos a encontrar en la oración.
Sin embargo, es en las primeras semanas de Seminario cuando la parte física del ser reclama más que nunca su alimento de sangre.
Invade al ánimo del Hijo una profunda tristeza, una gran añoranza y la mente rememora a los familiares y a los acontecimientos que se relacionan con ellos.
A veces se dan cuenta, sin querer, que si bien están ya en el Seminario y contentos en él, el corazón sigue estando en casa. Este estado de ánimo, prueba de la fuerte unión de los seres consanguíneos, pasadas las primeras semanas se diluye rápidamente, pues es más una cuestión de hábito que de apego.
El Director ha de conocer ese estado de ánimo de los primeros días y no impedir que los Hijos lloren y se desahoguen pues esto les hará mucho bien. El aspirante que extraña y llora los primeros días de Seminario demuestra ser un buen hijo y, como tal, también será buen Hijo Ordenado.
Luego sucede la prueba de responsabilidad. Se le presentan al alma estados familiares y empieza el corazón a preguntarse si verdaderamente sus padres o deudos no tenían todavía necesidad urgente de él.
Ven a sus deudos caídos, enfermos y aún muertos por culpa de ellos. Todo esto trae un gran desasosiego al alma que le impide orar y cumplir debidamente con sus obligaciones.
Recién entonces es cuando los Superiores tienen que enseñar el Acto de Sublimación.
Ante todo, no hay responsabilidad por lo que ya fue consumado.
Si el Hijo en el momento de entregarse a la vida espiritual vio que no había una necesidad absoluta de que él siguiera permaneciendo en su casa, consiguientemente ya no hay responsabilidad sobre los acontecimientos que sucederán luego.
Además el alma con su entrega se ha hecho responsable ante la Divina Madre de una obligación espiritual que, por su naturaleza divina, es superior a la obligación de sangre. Entonces el Hijo que vive siempre preocupado por el estado de sus familiares, por lo que pudiera sucederles, está faltando a su verdadero espíritu de Ordenado y ni puede ayudar a sus familiares, ni tampoco cumplir bien con su vocación.
El alma que ha renunciado a todo, que está muerta al mundo y a todos sus afectos, no puede hacer nada humanamente por ellos.
Pero ella puede hacer mucho por ellos divinamente.
Un Hijo dejó a su anciana madre, que sólo contaba con el escaso apoyo de unas hijas mujeres. Después de varios años volvió a visitar a sus familiares y tuvo la gran alegría de oír de boca de una de sus hermanas esta confirmación: “Desde que te has ido Dios nos ha ayudado visiblemente. Todo nos ha ido mejorando”.
Los Hijos Ordenados son los mensajeros de la Divina Madre. Ellos nada pueden hacer, pero todo lo pueden conseguir de Ella, ya que todo lo han dejado por Su Amor. Ella se encarga de sus necesidades sin que se lo pidan: “Buscad primero el Reino de Dios y todo lo demás os será dado por añadidura”.
Pero para esta comunicación divina hace falta la constante sublimación de la sangre y de los afectos humanos, estado interior y místico que se alimenta con el sufrimiento, con el desapego y la renuncia hecha sangre y carne en uno.
Esta continua ofrenda de los familiares a la Divina Madre hará también que el amor de los hijos hacia los padres y deudos sea mucho más puro y más grande de lo que era anteriormente.
Santa Teresita, sublimando constantemente el amor de sus familiares, había llegado a un amor tan puro y tan sublime hacia ellos que los tenía unidos con ella continuamente a la presencia de Dios.
El Hijo no crea que la ordenación lo aparta de sus familiares o lo obliga a no quererlos. El Voto de Renuncia acrecienta este amor ya que se ama a los familiares divinamente.
Entonces el recuerdo de los familiares, en lugar de ser una rémora, se transforma en un incentivo para la vida espiritual.
En el momento en que los familiares, si están pasando duras pruebas o sufren contrariedades, en lugar de caer sienten el alivio en sus almas y aún en sus cuerpos y son divinamente ayudados.
El amor familiar de los Hijos para ser verdadero ha de ser ofrendado a la Divina Madre, sublimando en un acto continuado de humana separación y de divino acercamiento.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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