Curso XLV - Enseñanza 1: Llamado a la Ordenación
Si bien en Cafh todas las almas están llamadas a la Suprema Renuncia, sólo unas pocas la realizan mediante la Ordenación.
Sería impropio creer que todas las vocaciones de Ordenación se manifiestan y se desarrollan del mismo modo; pero en todas hay un punto similar que podría llamarse: la moción divina interior en las almas.
Este llamado interior, intenso o vago, puede ser insistente o pasajero; puede causar atracción o ser, en un principio, rechazado. Pero siempre es el mismo fundamentalmente: un sentimiento interior inexplicable que llama al alma a más perfecta vida mediante la Ordenación.
Aquél que experimenta esta moción interior, este llamado divino, está obligado a corresponderle.
Pero, cuando la vocación nace de la imaginación fantasiosa, de los deseos personales, de las desilusiones y amarguras humanas, ha de ser rechazada porque ésta no es verdadera vocación. No obstante, estas inclinaciones erróneas pueden estar junto a una verdadera vocación, pero sólo en el alma que en un momento determinado sintió la moción divina interior. Entonces, estos impulsos naturales tienen que ser excluidos como pasiones y obstáculos que impiden la verdadera vocación.
Las almas que sienten esta moción interior de un modo vivísimo e intenso, experimentan como si una súbita herida se les hiciera en el alma. No pueden esperar, ni estar contentas, ni conformarse en ninguna parte ni con ninguna cosa. Nada llama ya su atención y todo lo que las aleja del llamado Divino es para ellas causa de pesar y tristeza; todo lo que impide o atrasa el cumplimiento de sus deseos es para ellas como muerte.
Estas almas no admiten dilaciones y suben rápidas el Camino de la Renuncia.
Las almas que sienten el llamado interior de un modo vago, casi siempre tardan en realizar su vocación; por lo general no saben correr en el camino de la perfección y suben paso a paso a la cumbre. Estos tipos de almas corren el riesgo de fracasar si no son dirigidas por un buen Director Espiritual. Como son poco dispuestas a los grandes sacrificios, cuando se encuentran frente a un grave problema, no se creen ya aptas para nada, y es aquí donde hace falta la mano firme del Director.
Hay también períodos en la vida de estas almas en que la vocación parece completamente olvidada, pero no es así: la verdadera vocación no muere nunca si bien las brasas están tan tapadas por la ceniza que no se ven; pero un pequeño movimiento, un renovado fervor, una lectura santa bastan para volverlas a avivar.
La moción vaga interior se va haciendo habitual al alma, hasta trocarse en una hermosa realización vocacional.
Las almas que sienten el llamado divino a través de una moción interior insistente pero irrealizable, son aquellas que más se encuentran atadas a los lazos humanos y a las obligaciones de la vida; van estas almas dilatando, entonces, el cumplimiento de sus deseos, pero la moción divina está siempre allí, siempre alerta en su interior.
Se acostumbra el alma a ese santo e insistente deseo y quisiera realizarlo, pero no hace todo lo que está a su alcance para ponerlo en práctica. En tal circunstancia la fuerza divina que la llama a la ordenación se vale de cualquier medio para despertarla y prueba al alma con dolores, luto y pérdidas sensibles a fin de moverla al cumplimiento de su vocación.
No obstante, estas almas, una vez que han abandonado toda preocupación y roto los lazos mentales y sentimentales que las tenían atadas al mundo, se entregan plenamente a la vocación espiritual.
Las almas que reciben la moción interior vocacional de un modo completamente fugaz y pasajero tardan en el cumplimiento de su realización. Es éste un deseo interior que se hace presente en la intimidad del alma pero que después pasa y algunas veces parece no dejar ni rastro ni recuerdo. Sin embargo el toque divino una vez que fue dado no puede ser borrado jamás; a veces pasan muchos años y un día, de repente, la idea vocacional vuelve a hacerse presente, el sentimiento divino mueve al corazón poderosamente y el alma toma al fin, el Camino para el cual había sido elegida.
Las almas que sienten la moción interior y son atraídas poderosamente por ella responden con espontaneidad a la vocación. Pero enseguida que han manifestado su propósito una ola de pruebas y de tormentas se levanta en contra: costumbre, familia, raza y mil otros factores surgen airados para impedirles su intento. Es entonces que estas almas se sienten, de pronto, empequeñecidas y acobardadas y no atinan a nada. Tengan ellas cuidado de estas pruebas porque estas grandes tormentas no son duraderas y, cuanto más fuertes son, tanto más pasan rápidamente y vuelven ellas a encontrar energía, comprensión y medios para responder al llamado.
Las almas que no hacen violencia a la moción interior son llevadas suavemente a la Ordenación.
Nada parece oponérseles, todo se va desenvolviendo paulatinamente y sin inconvenientes. La vocación se va abriendo paso en su interior poco a poco, como si eso fuera una consecuencia natural y lógica de sus vidas. Nada ni nadie pone obstáculos. La moción interior, nacida con espontaneidad, parece protegida de todo viento contrario.
Pero no se descuiden que ya vendrá la prueba a su tiempo.
Las almas que sienten el llamado interior y lo rechazan sistemáticamente, son muchas. Ellas, ante la idea de abandonar el mundo y sus seres queridos, en vista de las privaciones y de las luchas que les esperan, se atemorizan y rechazan de pleno la vocación.
¡Cuántas almas santas pasaron por este terrible estado y casi fueron llevadas a la fuerza por el Camino de la Renuncia!
En ocasiones estas almas fueron puestas a pruebas durísimas y drásticas y casi arrastradas al cumplimiento de su misión de Ordenados, que realizaron después magníficamente.
Todas las almas destinadas al Santuario, tarde o temprano, si son bien dirigidas, cumplirán con su divino destino.
La Divina Madre es la que llama a sus Elegidos y esto es lo fundamental y lo que vale en la vocación. La preparación y el modo de cumplir el mandato divino se efectúa de muchas maneras.
Pero cuando un alma recibe la moción interior divina tiene ineludiblemente que corresponder al sublime llamado.