Curso XLIII - Enseñanza 1: Origen del Tarot
Las veintidós figuras del Tarot, que son símbolos cosmogónicos, antropogenéticos y teológicos, son de origen atlante.
Todos los pueblos arios reprodujeron estas 22 figuras en sus diversos templos, modificándolas paulatinamente.
Los egipcios las sacaron del obscurantismo en que habían caído, devolviéndoles su prístina belleza artística y significativa, llegando a confundir estas imágenes con sus dioses. Y todas las religiones tomaron del Tarot figuras y símbolos.
Los Tarots describen la formación del Universo y del Mundo, la creación del hombre, sus pasos hacia la evolución y la Iniciación, los poderes relacionados con la vida y desarrollo del ser.
Cada una de estas figuras tiene una corriente magnética característica, que se ha ido formando con los pensamientos de los sabios que las han venerado y estudiado durante millares de años.
Durante el reinado de los Ptolomeos las figuras del Tarot fueron reformadas. Ptolomeo II, fundador de la biblioteca alejandrina, encargó la recopilación e interpretación esotérica de estas imágenes a algunos sabios judíos; estos sabios mezclaron símbolos bíblicos con las figuras numerándolas según su alfabeto.
Las figuras del Tarot reformado de Egipto se perdieron durante el medioevo, totalmente suplantadas por los símbolos cristianos; pero luego las hicieron revivir: Tomás Campanella (1568-1639), en Italia, Guillermo Postel (1510-1581), en Francia, Miguel Mayer (murió en 1622), en Alemania, y Francisco Bacon (1561-1626), en Inglaterra.
El Tarot egipcio, en realidad, no existe; se le reconstruye en base a fundadas suposiciones y testimonios sacados de autores célebres.
Las figuras que actualmente se conocen son las del Tarot Italiano y las del Tarot de Postel; éstas últimas fueron ideadas por él mismo, en base a lo visto por él durante sus ensueños.
Las combinaciones de diversas figuras del Tarot sobre distintas figuras geométricas trazadas de antemano, producen descargas magnéticas que favorecen las operaciones de magia. Estas fueron usadas, casi siempre, por los magos de la izquierda o del mal.
Para no reproducir la misma corriente que los magos negros es necesario, por consiguiente, el mayor cuidado.