Curso XXXVI - Enseñanza 3: La Vida Interna de la Tierra
En tiempos de la raza Atlante, un inmenso calor, un fuego nítrico, hervía en las entrañas terrestres.
El planeta no recibía calorías de los rayos solares, pues la atmósfera estaba cubierta por densas nubes y vapores.
La vegetación se producía más por efecto del calor interno; por eso las raíces, exuberantes y jugosas, eran la parte más desarrollada de los vegetales. En cambio, tenían flores de pobres colores y sin perfume.
Este calor interno sustentaba también la vida en las profundidades de los mares y océanos.
Las grandes conmociones sísmicas, los hundimientos y elevaciones de continentes, sepultaron estas capas vegetales bajo verdaderas bóvedas.
Los gases y fermentaciones producidas por el calor interno crearon el depósito mineral, las cavernas de carbón y depósitos de hulla, que la temperatura y condiciones atmosféricas actuales no podrían reproducir.
Allí quedaron sepultados los restos de los monstruos antediluvianos y de los esqueletos atlantes, en espera de otro movimiento similar que los vuelva a lanzar al nivel del mar.
Hay debajo de aquellos depósitos minerales, otros inmensos de oro, oricalco, platino, cobre, manganeso, etc.
Y aún más abajo, se encuentran las cavernas luminosas formadas por el basalto de las lavas de los volcanes lemures, atlantes y los más recientes, de la época de transición silúrica.
Allí, los colores del Gran Elemento, vivificados por la acción terrestre en conjunción con la acción solar que penetra hasta estos abismos, produce escenas fantásticas de luces y colores; desde el amarillo de Prithivi hasta el azul de Vayú, con una armonía difícil de imitar.
Seres vivientes existen en las entrañas de la tierra: restos de razas lemures que quedaron sepultados en esas inmensas galerías y que, en el curso de los milenios han ido degenerando paulatinamente. Son seres semiciegos, semi-inconscientes, deformes y puramente instintivos.
Bulwer Lytton describió es su libro “La Raza Futura” unos seres que viven en las profundidades de la tierra, pero, por su descripción, no se parecen a los que se especifican en esta Enseñanza, sino a benéficos y poderosos elementales.
Y más allá, más en las profundidades de la tierra, se encuentran los grandes corredores, de los cuales las tumbas faraónicas son una imitación; verdaderas cámaras de la reina y del rey en donde mora la Reina del Planeta, la todopoderosa Prithivi, la Madre Bhumi: la esencia potencial vegetativa que da vida al planeta.
En el centro de éste hierve aún el fuego, espíritu vital de la tierra. De este fuego central, prana concéntrico, se desprenden globos ígneos que recorren los misteriosos corredores y cámaras internas, subiendo así, paulatinamente, por la espina dorsal del planeta hasta la superficie, para acoplarse con los rayos solares y estimular la vida natural.
Cuando esta llama se haya consumido totalmente vendrá la muerte del planeta: su estallido, y la esencia vital de ella habrá pasado a otro centro negativo del universo para formar y dar vida allí a un nuevo mundo.