Curso XXXVI - Enseñanza 4: El Mundo Astral

Cada hora que pasa, miles de almas abandonan sus cuerpos para ser reintegradas al más allá, y mientras las fosas abiertas se tragan las frías imágenes humanas, el pensamiento de los restantes golpea sobre la tumba con una afanosa pregunta: ¿A dónde han ido?
¡Qué desconsoladora es la muerte para aquellos que creen que la vida es un resultado de fuerzas y sensaciones y que todo desaparece cuando las mismas cesan en sus actividades!
Aun para aquéllos que tienen fe, la muerte acarrea desconsuelo, ya que las religiones que los sujetan, únicamente les aseguran la existencia de la vida después de la muerte, a condición de una sumisión absoluta a dicha creencia.
Sólo el vidente puede remontarse con facilidad a los planos superiores y conocerlos.
En estos últimos años, el espiritismo ha contribuido mucho, con algunos experimentos valiosos, a demostrar que después de la muerte subsiste una parte sutil del ser que entra a otro estado de vida.
Después de los primeros momentos de desequilibrio, el ser pasa a un nuevo estado: el astral. La primera ley que aprende es la de una distinta gravitación, ya que quisiera caminar y no puede, pero piensa en caminar anda tan rápidamente como si volara. No se sigue acá los pasos de los seres muy evolucionados, sino del tipo ordinario del ser.
Las primeras dificultades las encuentra en la parte inferior del mundo astral.
Es un mundo de extraños colores, de pavorosas imágenes, de vibraciones quejumbrosas; un verdadero infierno de Dante. Están allí los cuerpos etéreos de los elementales, de los espíritus de la naturaleza, de los hombres salvajes y poco evolucionados. Estos seres o formas mentales se chocan entre sí continuamente, producen estallidos y cambian el aspecto del paisaje fantasmagórico tan rápidamente como se suceden sus groseras sensaciones.
Algunos que creyeron en la existencia de penas después de la muerte creen que han llegado a aquél lugar de tormento, y es tanta su congoja que sufren una segunda muerte.
Desde allí pasa al estado de sueño astral. El ser ha abandonado su cuerpo etéreo y los Protectores Invisibles hacen que olvide todo, que todo desaparezca de su mente, para que pueda subir después de cierto tiempo a los planos superiores.
La costumbre de evocar en las sesiones espiritistas el alma de algún difunto que ya ha entrado en este estado, es muy dañosa, porque el ser, cuando es muy fuerte el pensamiento que lo llama, se despierta y acude al lugar del llamado, con grave daño y atraso de su adelanto espiritual.
Es tan sagrado este lugar de descanso astral que ni las altas Entidades pueden entrar allí; únicamente lo hacen aquéllos que tienen la incumbencia de vigilar a los durmientes.
Había de ser vidente aquel cristiano que ideó las imágenes que adornan los cementerios: ángeles silenciosos que cubren con sus alas las tumbas, como si quisieran amparar el sueño de alguien; inscripciones y rezos que llaman a recogimiento.
Los seres ya purificados se despiertan a una nueva vida, olvidando completamente la anterior. Según su grado de evolución, moran en los planos astrales superiores o del mundo mental, junto a seres que sintonizan con ellos y tienen más o menos su mismo adelanto espiritual.
Con sus pensamientos se rodean de los paisajes y objetos que fueron su deseo constante durante la vida: su paraíso. El artista encuentra su obra maestra; el explorador la tierra soñada; el santo su cielo; el rebelde su reino. Todos los deseos son satisfechos, pero en la satisfacción de los deseos va el germen del hastío.
Así el alma comienza a soñar con cosas nuevas, hasta que esos sueños, cada vez más persistentes, la impulsan a una nueva vida.
Es un nuevo ideal que tendrá su despertar sobre la tierra.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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