Curso XXVII - Enseñanza 8: La Religión Irania
A medida que se iban sucediendo las civilizaciones Arias, una tras otra, se iban cambiando, modificando y transformando las religiones.
En la cuenca del Tigris, en el Asia Central, se había levantado un pueblo fuerte e indómito, el Asirio, que creció pronto y desarrolló una potente civilización.
La grandeza de ese pueblo la recuerdan las ciudades populosas y perdidas de Asur, Nínive y Gale; a imitación del pueblo egipcio, su gran enemigo, al cual venció y por el cual fue vencido a su vez, divinizó el aspecto de la naturaleza, de la Diosa Paloma, la gran reina Semíramis; mientras la adoración del aspecto masculino de Dios, fue simbolizado por el Fuego Sagrado, que ardía constantemente en los templos.
Los Sargónidas, los Medas y los Persas adoraron los dos aspectos: el fuego como Dios y la Naturaleza Divinizada como Diosa.
Pero había de surgir una nueva religión, una religión que divinizara y exaltara más el concepto divino, despejándolo de la gran cantidad de ídolos, estatuas y cultos variados en que había caído.
La Divina religión Atlante estaba aplastada bajo las estatuas monstruosas de numerosos dioses y la pura y natural religión de los primitivos Arios había sido suplantada por formas groseras.
Asur, el dios alado, que sale del disco solar, la imagen del cual copiaron los griegos para su dios Hermes, había perdido toda significación armoniosa de la Humanidad enlazada con la Divinidad.
En una vasta meseta del Asia, circunscripta por los ríos Indo, Tigris y Mar Caspio, se formaba una raza Aria nueva, mezcla de Persas, de Medas y de Asirios: la raza Irania o Pérsica.
En los albores de su civilización, para restaurar y armonizar el culto religioso, bajó entre ellos un Gran Iniciado, Zaratustra (siglo VI a.C.). Este Gran Ser destruyó la idolatría y levantó el estandarte del Gran Dios, el Dios Único, el Verbo solar: Ahuramazda.
Desde entonces el culto solar, símbolo de la Religión Divina de los Atlantes, brillará otra vez en todos los estandartes, sobre todos los tronos, sobre todos los altares.
En su juventud, Zaratustra es llevado por Vohumano, dios tutelar de la raza a una alta montaña en donde Ahuramazda le entrega el Avesta, código sagrado de la nueva religión. También Moisés, legislador del pueblo judío, recibe sobre un monte las tablas de la Ley de Jehová.
Hasta en la muerte se espeja esta nueva religión de las muchas formas, ya que expone sus muertos sobre altas torres para que las aves de rapiña coman las carnes de los cadáveres y los huesos sean calcinados al sol.
Estableció la religión Irania, los dos principios fundamentales del bien y del mal. El bien ha de ser premiado en ésta y en la otra vida; el mal ha de ser castigado en esta vida por la ley, y en la otra por la pena y el castigo divinos.
La religión Irania abre un paréntesis nuevo entre las religiones Arias que habían perdido su primitiva armonía basada en el culto monoteísta y politeísta a un tiempo; si después, con el andar del tiempo y como todas las religiones, ella también se materializó y adoró a dioses diversos, todas las religiones sucesivas jamás perdieron el verdadero concepto de la religión de la raza, que es un recuerdo divino encerrado en una forma humana.
El círculo y la cruz aparecen por doquier: el Ank Sagrada de la Madre Divina brilla en el cielo de todas las religiones de la raza Aria.