Curso XXVII - Enseñanza 18: El Celeste Imperio

Chung-Ku, el centro de la tierra, el lugar inconmovible, que del todo no arrancaron las aguas de los cismas continentales, guardó como una reliquia un puñado de hombres lemures, que se amoldaron al clima de los nuevos continentes, vencidos y dominados por los negros Atlantes e instruidos al mismo tiempo por ellos. Todavía subsisten al despuntar la raza Aria; no mueren, sino que se transforman y se amoldan; y así tenemos el hombre amarillo, de pequeña estatura, ojos alargados, de idiosincrasia característica, como una reliquia viviente de la perdida raza lemuriana, matizada dentro de la raza Aria.
Los orígenes de la civilización de China (Chun-Chin) se pierden entre las brumas de los tiempos védicos, pues Vedas fueron las tribus que se asentaron sobre el peñón de Chung-Yang, venciendo a sus primitivos habitantes, asimilándose y aclimatándose con ellos.
Este país, que se extiende desde el Tíbet hasta el mar Amarillo, ha guardado mejor que ninguno el concepto de una religión divina, ya que a semejanza de los egipcios ve en el emperador al ser supremo. Él gobierna a los hombres y a los dioses; el Panteón de los dioses chinos está sujeto en su categoría a las órdenes del emperador; de allí el nombre de este reino: Celeste Imperio.
El emperador más antiguo y real, ya que las anteriores dinastías son únicamente mitos y leyendas, fue Yu de la dinastía de los Hia.
Él levanta ciudades, organiza ejércitos, combate a sus enemigos y sale siempre victorioso de sus empresas.
Desde entonces datan los anales Chinos, que son códigos perfectos en el orden social, moral y económico.
Se puede remontar esta dinastía a mil quinientos años antes de Jesús Cristo. Sus sucesores engrandecieron sus dominios y rodearon sus tierras de una inmensa muralla que aún subsiste como reliquia de la grandeza China.
Pero quien transforma la grandeza imperial China en religión es Confucio.
Transforma el orden militar en filosofía práctica: obediencia al rey, en devoción filial, como debe el hijo al padre, el hombre a Dios. Establece una disciplina que ha de cambiar el dolor humano en una felicidad continuada; mas, para que ésto sea posible, es necesario que el dirigente, el jefe, sea perfecto y ajuste su vida a una estricta moral.
El libro de los Anales, escrito por él, se transformó en código, en texto religioso que aún es guía de la alta aristocracia china.
Pero la religión de Confucio no se ocupa de la vida después de la muerte, pues es meramente materialista. Toda su finalidad consiste en proporcionar al hombre una vida más dichosa y cómoda.
El filósofo, el gran iniciado Chino de la metafísica es Lao-Tsé. Él enseña a los hombres la ciencia del alma; dice que todo lo que vemos es la manifestación de un principio sublime, oculto y fundamental y que la dicha verdadera es buscar aquella verdad única, que puede reintegrar el ser a su estado primitivo.
Yang, el principio masculino y Yin el principio femenino, son las dos fuerzas energéticas que mantienen al universo.
Lao-Tsé deja en la China un número tal de discípulos que forman un verdadero ejército y una religión que aún hoy subsiste, llamada Taoísmo. Tao significa sendero, la religión; pero con el tiempo la religión Taoísta perdió los primitivos conceptos de espiritualidad pura y se transformó en una religión mágica. El sacerdote Taoísta es aquél que aleja a los malos espíritus, consagra los manes familiares, fabrica amuletos y reliquias y el licor extraído del melocotón, que es como un elixir de vida, un estimulante para rejuvenecer.
Pero la religión que más se difundió en la China fue el Budismo, aunque hoy predomina el Sintoísmo que es una síntesis de las tres y, sin embargo, es independiente basándose en el culto al fuego. El emperador profesa esta religión porque es la síntesis de las otras tres; la aristocracia sigue las leyes de Confucio, los sacerdotes y los sabios las de Lao-Tsé, el pueblo es Budista.
Sobre todas las religiones tiende el hombre amarillo a la conservación de la suya milenaria, que es la más perfecta síntesis de las dos grandes religiones, Aria y Atlante, entrelazadas, de la verdadera religión eterna: Celeste Imperio de las Almas.

Fundador de CAFH

Las Enseñanzas directas de Santiago Bovisio quedan así depositadas en manos de los hombres, cumpliéndose de esta manera su mandato final= ¡Expandid el Mensaje de la Renuncia a toda la Humanidad! Que la Divina Madre las bendiga con su poder de Amor.

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