Curso XXI - Enseñanza 8: Otras Meditaciones Afectivas Pasivas
“LA DAMA NEGRA”. Este ejercicio de la Dama Negra, al tiempo que simplifica la actividad mental, logra expresar muy acertadamente la idea fundamental que simboliza la Dama Negra. No es la enemiga contra la cual hay que luchar, mientras sea pura naturaleza, sino tan sólo luego que esa energía natural se ha introducido en el ser, desvirtuándolo. No es la Dama Negra el hecho bruto de los acontecimientos en sí, sino el apasionamiento que se pone en el alma. La Dama Negra no es nunca la energía, sino la perversión que esa energía puede producir en el alma. Siempre los enemigos del espíritu están en el mismo espíritu.
“EL ABISMO”. Lo mismo ocurre con el mundo. El mundo no es aborrecible en sí, ni produce desolación alguna. Las cosas mundanas son buenas y malas y el alma no puede hacer nada para cambiarlas. Sólo se puede cambiar el propio mundo, las propias cosas. El alma no puede dirigirse aún al ser más querido porque no tiene nada que ver con él; el afecto que se siente es una cuestión propia únicamente. La desolación que se siente por los males del mundo lo es únicamente por los males mundanos que viven en uno; duele lo que hay en uno.
Produce desolación esa receptividad por los males, por eso se desea una indiferencia total.
“LOS DOS CAMINOS”. El desapego aclara muy bien el problema de los males del mundo.
Todo es cuestión de apego, todo es cuestión de defectos del alma. Si el alma fuera bella y buena, el mundo parecería hermoso y bueno. Si uno logra desapegarse de los bienes o los males del mundo, entonces volverá otra vez a juntarse armoniosamente con la Humanidad; mientras tanto vive apegado, chocando o apartándose: atracción y repulsión.
Del mismo modo, si uno logra desapegarse de sus propios males y bienes, volverá otra vez a estar en paz consigo mismo, y podrá medirse con la dimensión exacta, objetivamente.
“EL ESTANDARTE”. El estandarte logra la trascendencia de los bienes interiores. Hasta ahora el alma se ha ocupado de sí misma, exclusivamente, dentro de su mundo interno. El estandarte tiene la virtud de objetivar de pronto todo lo significativo de las propias luchas, trasladando el ideal personal fuera de la subjetividad, logrando, al mismo tiempo, limpiar el alma de los restos y sobrantes que esa misma actividad ha producido. El estandarte es el gran higienizador del alma, al tiempo que da un nuevo horizonte, una nueva visión del camino, con lo cual aumenta el entusiasmo por la perfección.