Curso II - Enseñanza 8: El qué Dirán
Por más que se haga, por más que se procure armonizar la vida del mundo con la vida del espíritu, el hombre espiritual no puede huir nunca de la murmuración y de la censura.
¿Cómo puede no verse la lámpara puesta sobre la cumbre del monte? ¿Cómo puede ocultarse el hombre espiritual al tomar su sendero? Sobresale del montón de los hombres y aquél que es objeto de muchas miradas tiene que soportar las adulaciones y tolerar las censuras.
Además, como cada alma tiene su tendencia particular, aun entre sus compañeros espirituales se encuentran, a veces, involuntarios enemigos que hacen padecer inmensamente. Un dicho antiguo afirma que los buenos hacen sufrir a los buenos.
Es dura prueba para un alma noble y sensible verse siempre contrariada e incomprendida. No es el padecer ni el sufrimiento ni el trabajo lo que agobia a las almas escogidas, sino la incomprensión de los hombres.
¿Cuál fue el hombre que fuera reconocido en su tiempo? La Humanidad exalta a los hombres grandes y buenos después de muertos, pero en vida los martiriza.
Este Sacrificio de sobreponerse a la incomprensión de los mismos compañeros espirituales, de saber que los actos más nobles y rectos son, a veces, injustamente apreciados, es una forma de construcción tal que hace echar los cimientos de un triunfo espiritual.