Curso X - Enseñanza 14: Las Bendiciones
Según una antigua tradición, los Santos Maestros desde los planos superiores diariamente dibujan en el horizonte el Sagrado Signo de la Bendición.
Todos los días, y en especiales ocasiones, el Maestro levanta su mano para hacer el místico signo que ha de llegar como lluvia benéfica sobre todos sus discípulos, y une la fuerzas de todos a las Fuerzas Cósmicas, y derrama su fuerza uniéndola a sus Hijos.
Con la misma finalidad, con el mismo método y con el mismo signo, esta Bendición es impartida por el Maestro a cada uno de los Hijos, en particular cuando empieza el Sendero Espiritual, cuando realiza una obra meritoria, cuando va a cumplir una misión especial, cuando está enfermo y necesita auxilio, si está por emprender una nueva empresa, cuando está por emprender un largo viaje, si está sometido a duras pruebas y tentaciones y también en caso que lo crea conveniente o necesario.
Esta bendición se llama de conjunto.
Bendice asimismo a cada uno de los Hijos todos los años, en el tiempo establecido. El Maestro establece una corriente vibratoria de la cual él es el centro y la une con las fuerzas astrales de los Hijos, la une con la fuerza cósmica del planeta, la une con la fuerza cósmica del Sol, la une con el centro potencial de los siete sistemas solares a que pertenecemos, y la une con la fuerza potencial y activa de las Huestes Estelares. Desde allí empequeñece esa vibración hasta hacerla llegar a la Rueda Coronaria del bendecido. Por eso es necesario para transmitirla, que el Maestro toque al bendecido con la mano derecha. Esta se llama Bendición Anual.
El Maestro también hace uso de estas Bendiciones a distancia, si cree conveniente o necesario.
El Maestro conoce también la Bendición de Dios.
Esta Bendición se usa muy raras veces, y casi exclusivamente cuando un discípulo parte para fundar o realizar una obra extraordinaria.
Con la mano derecha, el Maestro va palpando el cuerpo del bendecido: la cabeza, el brazo derecho, la pierna derecha, el estómago, el brazo izquierdo, la pierna izquierda, los pulmones, el hipogastrio, dibujando en el aire siete veces el Signo Sagrado.
Otra Bendición especial se llama Antemórtem, porque la acostumbraba a impartir el Maestro al discípulo más amado y más estimado, antes de morir, como prenda de amor y herencia de sabiduría y de poder.
El signo de Bendición es siempre el mismo: trazar con la mano izquierda el Sagrado Signo, de derecha a izquierda, con los tres dedos unidos.
Las palabras de Bendición se enseñan oralmente.
Es extraordinario el poder de las Bendiciones. Con ellas, los Maestros antiguos hacían curas fantásticas, casi milagrosas.
Un Maestro, con una Bendición que a veces imparte a una persona no perteneciente al círculo, con carácter secreto, a veces transforma un hombre perverso en uno de bien y espiritual.
Un Hijo, hombre estudioso y de bien, muy deseoso de adelantar espiritualmente, no podía vencer el vicio de la lujuria; una y otra vez prometía enmendarse, pero siempre volvía a caer en la misma falta; y para el colmo de sus males, le faltaba el valor para confesar su falta. Pero venciendo sus escrúpulos reveló un día a su Maestro los extremos a que llegaba su vicio; el Maestro no pronunció palabra, posó su mano sobre la cabeza del pobre Hijo, trazó el Sagrado Signo y éste quedó enseguida libre de sus deseos lujuriosos. Desde entonces, decía que no se acordaba de su sexo, excepto cuando le era necesario, para transmutar.
En Europa, a los pocos meses de ingresar al camino espiritual, una joven se retiró; y a tal punto olvidó las Enseñanzas que cayó profundamente en el mal. Viajando en un barco se encontró con su antiguo Maestro; fue tanta la pena que a éste causó al verla traficando con carne humana, que se dignó saludarla al pasar. Conmovida, ella fue a visitarlo a su departamento; el Maestro, inspirado por los Maestros, la bendijo; y esa Bendición fue tan eficaz, que enseguida reveló a las niñas que conducía, el lugar y para qué las llevaba, salvándolas, así, de la perdición. Cambió de vida y se retiró a casa de sus padres. Murió poco después, deseosa de encontrar el camino espiritual que tan lastimosamente había perdido.