Los antiguos maestros desarrollaron en alto grado la ciencia de las posturas. Lamentablemente, sólo un conocimiento fragmentario de esta sabiduría llega hasta nuestro tiempo a través del pueblo indo, sin que se alcance a comprender su verdadero significado, porque se cae fácilmente en el error de analizar todo separadamente, sin buscar las relaciones con la Unidad.
La noble posición erguida, que el hombre ha tardado milenios en adquirir y que es el símbolo de su estado de evolución, se ve actualmente desvirtuada por hábitos que van adquiriendo los hombres de adoptar posturas encorvadas y asimétricas, fiel reflejo de su prevaleciente estado de ánimo deprimido, estrecho e inarmónico.
De la correcta colocación de la columna vertebral depende en el mayor grado la perfección de las posturas. Gran número de las posturas antiguas se han ideado de tal manera que durante su ejecución fuerzan a la columna a su posición correcta.
En las posturas naturales del hombre, la columna vertebral debería formar una línea de muy ligeras ondulaciones y, sin embargo, es habitual encontrar en la mayor parte de los hombres, una más o menos pronunciada convexidad de la espalda en la parte alta de la columna vertebral (cifosis).
Una vez que se ha logrado dar una mayor amplitud de movimiento a la columna vertebral mediante ejercicios de enderezamiento, es bueno practicar el siguiente ejercicio que flexibiliza dinámicamente la columna vertebral y que es al mismo tiempo, la síntesis de todos los movimientos naturales de la columna.
Se considerarán primeramente las tres posturas principales por encontrarnos en todo momento adoptando una de ellas, es decir: la postura de pie, sentada y acostada. Tanto nos hemos acostumbrado a pasar de una a otra o a permanecer durante horas en una postura determinada, que hemos perdido todo sentido crítico que nos permita advertir si la postura en que nos hallamos es correcta o no.
En esta postura el peso del cuerpo queda repartido en forma igual sobre ambas piernas. Los pies se mantienen paralelos y algo separados (20 ó 30 cm.) entre sí. El tronco se mantiene naturalmente erguido, los brazos penden libremente a los costados y la cabeza se sostiene con el menor esfuerzo posible del cuello.
Esta postura es similar a la vegetativa pero en la misma los talones deben juntarse y las puntas de los pies se mantienen algo separadas. Las manos se pueden enganchar la una en la otra delante del cuerpo manteniéndose sueltos los brazos.
Es muy probable que nuestra postura sentada corriente nos haya sido legada por los antiguos egipcios que habían llegado a enaltecer esta postura, llevándola a una gran perfección. El grado de cultura de un pueblo, o de un individuo, es proporcional a su preocupación por el perfeccionamiento de los pequeños hábitos cotidianos.
La diferencia fundamental entre la postura sentada vegetativa y la mental se halla nuevamente en una reducción del punto de apoyo. En efecto, en esta postura se juntan los talones con lo que asimismo las rodillas se aproximan pudiendo también éstas juntarse.