Durante el primer período de la subraza irania predominaron los Arios puros en el gobierno y en la dirección de los pueblos, como se vio en Caldea y Asiria. Pero a partir del segundo período de la subraza Irania, tomaron preponderancia otra vez los Semitas de color cobrizo, como se observa con los Sargónidas, Fenicios, Arameos, Moabitas y Hebreos.
Los Atlantes poseían una religión divina que, considerando al Absoluto como fuente de todas las cosas y única realidad, despreciaba considerar la vida física y la finalidad del hombre después de la muerte.
En las islas Egeas crecía un pueblo bárbaro, descendiente de los Arios puros, que había de ser el brote de la subraza Celta y fundador de Grecia.
Parece que el destino dejara en la más profunda obscuridad y abandono a los pueblos que habían de ser fundadores de grandes razas y de dinastías gloriosas.
El culto verdadero con dioses, imágenes y ceremonias, empieza en la antigua Grecia, en el período llamado Micénico. Pero no tienen los ídolos Griegos su apogeo, sino en la edad Helénica.
Ningún pueblo llegó en las artes y en la filosofía tan alto como el Griego, a tal punto que será difícil superarlo.
Esta civilización, nacida entre las columnas de las siete ciencias, tocó y profundizó todos los conocimientos, descubrió y sintetizó todas las bellezas y dio un nuevo sentido a la vida mediante la poesía, la literatura y la filosofía.
La Selva Negra estaba habitada por una tribu nómade de Arios primitivos los cuales, atraídos por un clima benigno de las tierras hesperianas, descendieron por el actual Brenner hasta los países vénetos y desde allí se internaron hasta el centro de la antigua Saturnia.
Chung-Ku, el centro de la tierra, el lugar inconmovible, que del todo no arrancaron las aguas de los cismas continentales, guardó como una reliquia un puñado de hombres lemures, que se amoldaron al clima de los nuevos continentes, vencidos y dominados por los negros Atlantes e instruidos al mismo tiempo por ellos.
La India había degenerado su religión de tal modo que se había convertido en una pura idolatría exterior.
Las castas superiores tiranizaban al pueblo infundiéndole terror religioso. Hasta las imágenes de los dioses, de aspecto horrible, con cabezas de monstruos y posturas macabras, no infundían amor ni veneración, sino superstición y pánico.
Doscientos cincuenta años antes de Jesús Cristo unos misioneros budistas se internaron en la China para predicar la doctrina del Excelso.
Fueron allí recibidos muy benévolamente y la nueva doctrina se fundió muy pronto con las antiguas religiones existentes.
Como perdidos en la inmensidad de las estepas de nieve de los países nórdicos, en la actual Escandinavia, vivía una tribu de Arios puros sobrevivientes de la gran hecatombe de la migración.