La contemplación no aparta de las contingencias de la vida.
El mal no está en las cosas materiales, sino en el tipo de relación que se tiene con ellas. Lo malo es el afán y el deseo, que establecen la vida al nivel material.
Una vez que se ha logrado dar una mayor amplitud de movimiento a la columna vertebral mediante ejercicios de enderezamiento, es bueno practicar el siguiente ejercicio que flexibiliza dinámicamente la columna vertebral y que es al mismo tiempo, la síntesis de todos los movimientos naturales de la columna.
El ejercicio de la meditación es un movimiento organizado de la mente para producir determinados efectos en el alma.
En los temas amorosos e iluminativos lleva a una exaltación del sentimiento, a experiencias sensibles hasta entonces desconocidas.
Se considerarán primeramente las tres posturas principales por encontrarnos en todo momento adoptando una de ellas, es decir: la postura de pie, sentada y acostada. Tanto nos hemos acostumbrado a pasar de una a otra o a permanecer durante horas en una postura determinada, que hemos perdido todo sentido crítico que nos permita advertir si la postura en que nos hallamos es correcta o no.
La Renuncia conduce naturalmente a la contemplación. La Renuncia en sí no se puede definir. Entre el estado perfecto y el estado ascético hay un vacío que tiene que llenar la Renuncia continua del alma.
En esta postura el peso del cuerpo queda repartido en forma igual sobre ambas piernas. Los pies se mantienen paralelos y algo separados (20 ó 30 cm.) entre sí. El tronco se mantiene naturalmente erguido, los brazos penden libremente a los costados y la cabeza se sostiene con el menor esfuerzo posible del cuello.
En los comienzos del camino el alma está demasiado ocupada con sus propios problemas y dolores, como para que el mal del mundo sea para ella otra cosa que una consideración a la que se adhiere por adhesión o simpatía.
Esta postura es similar a la vegetativa pero en la misma los talones deben juntarse y las puntas de los pies se mantienen algo separadas. Las manos se pueden enganchar la una en la otra delante del cuerpo manteniéndose sueltos los brazos.
“Mi alma está atada eternamente a todas las almas. Así como Dios está preso en la creación, así mi alma está presa por el amor a todas las almas. Ellas son mi vida; ellas son yo mismo”.
Es muy probable que nuestra postura sentada corriente nos haya sido legada por los antiguos egipcios que habían llegado a enaltecer esta postura, llevándola a una gran perfección. El grado de cultura de un pueblo, o de un individuo, es proporcional a su preocupación por el perfeccionamiento de los pequeños hábitos cotidianos.