Un hombre sin proyección hacia lo sobrenatural, que reflexione sobre lo que percibe de las relaciones humanas, llegará a la conclusión de que todo está perdido para él.
Comprobará, por ejemplo, que las palabras, especialmente aquellas que designan actitudes morales o éticas pronunciadas por los hombres de hoy, son meros sonidos convencionales que traducen aspectos parciales, superficiales y, la más de las veces, falsos de aquellas actitudes.